Laura González
Roberta, era una chica genial. Tenía muchos amigos y una hermosa
familia. Todos la querrán, pero aún así
se sentía vacía, porque no entendía quién era, por qué ni para qué estaba en el
mundo. Su confusión era infinita y no
tenía idea de cómo salir de ella, así que salió a dar un paseo para relajarse y
ver lo que había fuera de ese cuarto pequeño que limitaba sus pensamientos.
¡Ah! Por cierto, Roberto es una
hermosa iguanita de un exuberante color verde.
Esta iguanita siguió su recorrido y
con la belleza de la naturaleza, el murmurar de tantas dudas cesó y pudo
apreciar mejor todo lo que el mundo le ofrecía.
Se entretuvo tanto que no se dio cuenta de que ya estaba muy lejos de su
casa. Esto la asustó, pero de todos
modos siguió. A lo lejos divisó un bulto y ella de curiosa corrió a ver qué
era, cuando llegó, vio que era un niño que estaba llorando.
Roberta le preguntó: “¡Oye! ¿Qué te
pasa?
El niño asustado salió corriendo
mientras gritaba: ¡Ah! ¡Una iguana que habla!
Y Roberta le grita: “Tranquilo. Solo
quiero ayudar.”
– Mira, mi nombre es Roberta y quiero conocerte.
El
niño se calmó y al fin le responde: “Mi nombre es Diego, pero no te puedo decir
qué me pasa, me da mucha pena.
–
Tranquilo,
puedes decirme lo que quieras.
–
Bueno. Está
bien, de todas formas esto es un sueño, porque no creo que encuentre una iguana
que habla.
–
Esto es un
sueño, pero dime, pues.
–
Lo que pasa es
que nadie me entiende. Nadie me quiere. No tengo amigos.
–
¡Ay! ¡Pobre de
ti! Mira, creo que ya tienes una nueva
amiga y te aseguro que siempre podrás contar conmigo.
–
¡Oh! Gracias. Eres
una gran chica, no puedo esperar a despertar para contarle esto a mi mamá.
–
Ya te dije que
esto no es un sueño, ¿por qué no me crees?
–
¡Porque una
iguana que habla es imposible! Pero
bueno, hablemos de ti. ¿Por qué anda alguien como tú caminando por aquí sola?
–
Es que estoy
confundido sobre quién soy. Ni siquiera sé para qué existo.
–
¡Pero no estés
así! Si estás aquí es por una razón, ¿acaso, no la ves? ¿No ves que tú eres el
mundo? El mundo no sería nada sin ti. Al igual que no lo sería sin una flor,
sin un árbol, sin la más mínima roca.
–
¿Qué?
–
¿No me
entiendes? Es que…
–
Diego se percató
de que alguien se acercaba y cargaba una escopeta. Él sabe que las iguanas son
muy cotizadas por los cazadores. Así que le dijo a Roberta: “¡Corre! ¡Vienen a
cazarte! ¡Corre, Roberta!
Y
así fue como salieron los dos corriendo, para proteger a Roberta. Cada vez se alejaban más de sus casas, por
culpa de ese cazador, que se llama Martín, era uno de los mejores del mundo y
quería cazar especialmente a Roberta, porque su color verde le llamaba mucho la
atención.
Roberta
y Diego, estuvieron escondiéndose y escapándose de Martín durante mucho tiempo,
así que se hicieron mejores amigos y Diego siempre intentaba hacer entender a
Roberta, por qué ella era importante para el mundo, pero ella seguía sin
captarlo.
Un
día, mientras se escondían en una cueva, olvidaron que Martín estaba muy cerca
de ellos y por eso, hicieron algo de ruido y Martín logró capturar a
Roberta. Salió corriendo con la pobre
iguana. Diego lo correteó y logró salvar
a Roberta. Fue ese día, el día en que
Roberta entendió por qué existía.
Roberta
comenzó a gritar: “Ya lo sé. Ya lo sé.”
–
¿Qué cosa,
sabes? Preguntó Diego.
–
Ya sé por qué
estoy aquí. Se lo que te impulsó a salvarme. Es porque te importo. Que soy
parte de algo, que el mundo me quiere tal y como soy.
–
¡Al fin! ¡Al
fin, lo entiendes amiga mía!
–
Sí. Y quisiera pedirte un favor.
–
Dime.
–
Quiero que
hables con Martín y le digas que lo perdonamos por todo lo que nos ha hecho
sufrir. Porque yo sé que al igual que yo, él también tiene una razón de estar
aquí en este mundo y él también forma parte de la hermosa naturaleza que nos
brinda el planeta. Quiero que sepa que yo lo perdono.
–
Está bien,
amiga. Se lo diré.
–
Diego fue a
hablar con Martín. Al principio el hombre lo creía un loco por hablar de una
iguana que habla, pero Diego ya sabía que no era un sueño y que tenía una amiga
de verdad, por lo que le aclaró todo a Martín. Diego usó las mismas palabras
que Roberta al hablar con Martín. El cazador se sintió culpable y se convirtió
en protector de las especies en vías de extinción. Todo esto sucedió después de haber
reflexionado lo que había hecho.
Roberto
y Diego siguieron siendo amigos y se ayudaban siempre en cualquier problema que
tuvieran, porque ambos sabían que formaban parte de algo muy importante y que
ese algo era su gran amistad.
Muy bueno, felicidades :D
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