miércoles, 31 de agosto de 2011

SERGIO RAMÍREZ:LOS SECRETOS DE LA LECTURA Y DE LA ESCRITURA

Melquiades Villarreal Castillo
Cuando llego al Colegio Manuel María Tejada Roca, me percato con tristeza de que los adolescentes de las escuelas secundarias pensaban lo mismo. Por ello, decidí poner a mis estudiantes en contacto con algunos escritores. Al colegio, llevé a Roberto Pérez-Franco, que en aquel tiempo frisaba los treinta años, situación que motivó la lectura, por lo menos de muchas jovencitas, que querían saber algo de él, para establecer nexos comunicativos.  Asimismo, invité a Rose Marie Tapia, quien entró en contacto con los muchachos, generando un cambio positivo en la manera de pensar.
Los muchachos se sorprenden también en una ocasión en la que invito a José Chen Barría, quien además de intentar como profesor contar una historia motivadora para la juventud estudiosa de las áreas marginales, tenía como adornos haber sido director de la Autoridad de la Región Interoceánica (Jefe del Canal de Panamá) y Contralor General de la República.  Aparte de ello, Chen Barría goza del reconocimiento de ser uno de los pocos ciudadanos que ha participado en la administración de la danza de millones que hay en Panamá, sin que amigos ni contrarios hayan podido achacarle la pérdida o desviación de un solo centavo. Goza del prestigio de ser un hombre honrado.
Enrique Jaramillo Levi aceptó asistir a la Universidad donde laboro e intentó llevar la institución que es (escritor, promotor, ensayista, poeta…); en fin, un hombre, del que yo he afirmado sin que nadie haya podido refutarme, que todos los que hemos aspirado a escribir algo, tenemos con él una deuda de gratitud.  Jaramillo Levi, también hizo docencia y, poco  a poco, el proceso de la lectura se ha ido promoviendo en mi región.
Vivimos en un mundo en el cual somos medidos por cuanto ostentamos; donde el conocimiento y la humanización, parecieran no tener mayor valor. Un mundo en el que la poesía, es cosa de mozalbetes estrafalarios, cuyo mundo gira en torno al desorden y la extravagancia, un mundo en el cual el libro pareciese sucumbir víctima de los adelantos informáticos.  No obstante, algunas vez le escuché decir a Mario Vargas Llosa que el libro no morirá, sino que, por el contrario, continuará existiendo, pues quien tiene un libro aprende a amarlo, a obtener el placer de acariciar sus páginas; de quién lo escribe, oí comentar a Erasto Espino, que descubre el placer fálico de la pluma al romper con el semen de las ideas, la virginidad del papel en blanco.
Lo cierto es que si los escritores, se pusieran más en contacto con sus lectores, habría más lectura, por ende, más escritura.
Un caso que me resulta curioso es el del nicaragüense Sergio Ramírez, quien en sus artículos, todos teñidos con el matiz de la docencia, promueve la lectura y el conocimiento de los temas más diversos y, ¿por qué no inverosímiles? que afectan a nuestra América. Ramírez se pone en contacto con lectores en ciernes a través de las redes sociales, responde comentarios e inquietudes: en fin demuestra que es una persona viva, con ideas, virtudes y defectos, diferente a la imagen del escritor que se enseña en las clases de literatura, sinónimos de obituarios intrascendentes.
            El nicaragüense está claro que para que haya escritura, tiene que haber lectura.  Por ello, promueve lecturas, generando que personajes ficcionales cobren vida, tal y cual es el caso de Amanda Solano que se ha convertido en un personaje tan real como Don Quijote y Sancho Panza, a pesar de que no es de carne y hueso, aunque rememore a una poetisa costarricense.
            En síntesis,  a mi juicio, de alguna manera, Sergio Ramírez enseña que la escritura y lectura están unidas por un secreto común: quien escribe lee, quien lee necesita escribir.
Las Tablas, 18 d agosto de 2011.
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