domingo, 30 de septiembre de 2012

LA GALLINA DE TOÑA MACORCA.

(Para la gente de Peña Blanca).

Autor: Emiliano "Jongo" Castillo.

A la pobre Toña Macorca
se le perdió una gallina
aunque no fue de morrina
pero le hicieron la torta.
Dicen que Toña se fue
para la casa de Gilma
y según dice la firma
era a pilarle un café
lo que yo no sé
pero que sí me importa
debía ponerme una cuota
a Augusto, Cheña y Ninín
si no llevarán al fin
a la pobre Toña Macorca.

La sopa la hicieron buena
en un monte cercano
como era verano
no tuvieron problema
ya terminada la cena
la nieta de Ña Rufina
se acercó a la cocina
con los dos invitados
y decías muy asustados
que se perdió la gallina.

Toña quiso denunciar
luego se arrepintió
la suerte los protegió
porque ella no sabía hablar
y si pudiera explicar
los llevaría a una oficina
donde la ley elimina
esa clase de chinillas
perdió la polla amarilla
aunque no fue de morrina.

El peor desastre
llevaron plato y cuchara
así dejaron a Librada
tan desprovista de trastes
el más grande disparate
que la polla era minorca
le enseñaron la mazorca
para poderla coger
debían sufrir en el cuartel
porque le hicieron la torta.

sábado, 22 de septiembre de 2012

CLAMOR Y FE EN LA NOVELA EN NOMBRE DE ELLOS DE JOSE CHEN BARRIA

Betzaida Barahona
   José Chen Barría, se ha dado a conocer de diferentes formas en el sector político, público y privado.  Ha trabajado en muchas empresas y sus servicios al país han sido muy reconocidos.  Su labor pública la podemos resumir en unas cuantas palabras: José Chen Barría es un hombre honesto y nadie lo pone en dudas.
   Hoy se da a conocer por medio de la literatura, a través de su novela  En nombre de  ellos.  Nos habla sobre la realidad que viven las personas de nuestro campo, tanto cuando se encuentran en su lugar de nacimiento y de trabajo y aún cuando emigran a la ciudad.  Los problemas que enfrentan los niños, aquellos que quieren ser alguien en la vida, aquellos que desean estudiar, aquellos que quieren salir adelante y sacar a sus familias de la pobreza en la que se encuentran.
   Todos estos problemas y muchos más se encuentran muy bien plasmados en su libro, el cual habla de muchas verdades que se viven en nuestra sociedad.
     Para mí, ha sido una gran experiencia la lectura de esta novela, ya que me ha llamado la atención la forma como el autor manifiesta la realidad de la sociedad panameña.  Muchas personas se hacen las desatendidas cuando se habla de este problema, sobre todo los que son favorecidos, por lo tanto no les interesa solucionar estas dificultades.  José Chen Barría ha concebido este libro con mucho sentimiento, ha hecho que me transporte a  esos momentos y que viva esas historias  como si fueran más. La forma como cuenta las historias de estos jóvenes es espectacular.
    Manifiesta de una forma singular de los campesinos en nuestros días y me parece  maravillosa la forma cómo se logran salir adelante por sus propios medios, trabajando duro y con mucho esfuerzo.  Se expresa de una manera única, ha descrito las cosas de tal forma que parece que viviera en el campo, con esas personas que enfrentan los mismos problemas que sus personajes viven.
   Cuenta la forma cómo nace María una de las protagonistas de esta historia, después cómo ella y su hermano Pedro van a la escuela y descubren que el mundo no se acaba donde ellos viven, que el mundo es más grande, maravilloso y complejo de lo que ellos piensan.
    Su papá no quería permitir que ellos se fueran a la urbe, debido a que tenía miedo de que fueran lastimados por las personas que viven en ella.
   Gracias a los consejos de la maestra Tita los dos jóvenes pudieron viajar a la ciudad, a pesar de que a la maestra le costó mucho convencer al señor Pedro para que dejara viajar a María a la capital.
   María tuvo que enfrentar muchos problemas para poder salir adelante, primero fue la situación que tuvo que vivir en la casa de doña Kukita, el esposo de esta señora trató de abusar de ella, pero  no se dejó.  Lo enfrenta y no pasa nada.   Después de un tiempo, la señora de la casa no la quería dejar estudiar, pero pudo lograr terminar sus estudios secundarios y logra graduarse con honores.  Estuvo ahorrando plata para traerse  a su hermano Pedro para la capital para que trabajara.  Él logró conseguir un trabajo como conserje, lo más increíble es que le pagaban B/.200.00 al mes y tenía que hacer de todo un poco: limpiador, electricista, jardinero y otras cosas más de las cuales no conocía nada.  Pero, con todo eso salió adelante y tuvo una fuente de ingreso.
    Pedro conoció a un amigo de la comarca con el cual conversó y descubrió que era guardia de seguridad, a él le gustaba ese trabajo, pero cambió rápido de opinión cuando se enteró de que solo ganaba B/.90.00 por quincena le pareció una tontería, pues cómo es posible que una persona que trabaja como guardia de seguridad, trabajo de por sí arriesgado, trabaja más horas de lo normal se le va a pagar esa pequeña cantidad.  ¡Es una injusticia! ¡Es una inmoralidad!
     Pedro cambia de profesión, se mete a taxista, al principio le fue mal en el puesto que no le permitía ganar mucho dinero; sin embargo, poco a poco, las cosas le fueron cambiando. Después de un largo año de estudio y trabajo, Pedro logró graduarse como Técnico en Servicios de Hotelería.  Así, con trabajo y esfuerzo, con el sudor de su frente, Pedro fue saliendo adelante, pero por injusticias de la sociedad, después de muerto lo acusaron de ser contrabandista de drogas, omitiendo el nombre del pasajero que transportaba, puesto que seguramente era una personalidad que a nadie le convenía que su nombre saliera a la palestra.
   Este es el ejemplo en el cual hay una clase que maneja hasta los medios de comunicación.
    María enfrenta muchos problemas, pero al final logra también salir adelante y se gradúa como Licenciada en Bancas y Finanzas y encuentra un buen trabajo.
   Debemos imitar el ejemplo de Pedro y María, quienes con sus esfuerzos y sudor salieron adelante, se graduaron con honores, consiguieron trabajo y, a pesar de que les era muy difícil lograrlo no se rindieron, fueron perseverantes y lucharon contra los obstáculos que les puso la vida.
   Lo que nos quiere demostrar José Chen Barría es que debemos luchar por lo que queremos sin detenernos frente a los problemas que la vida nos presente, porque cuando uno quiere de verdad lograr algo, se propone y lo alcanza.
     En estos momentos, compañeros, si queremos ser alguien en la vida y tener una profesión por la cual nos reconozcan, tenemos que proponérnoslo y lograrlo, nunca debemos rendirnos ante las adversidades, porque tenemos que ser ganadores y nunca debemos dejarnos derrotar por las injusticas de la vida.

                                 Texto leído en la presentación de la novela En Nombre de Ellos en el colegio Manuel María Tejada Roca en septiembre de 2007.

LA POBREZA EN LA NOVELA EN NOMBRE DE ELLOS

                                                                                                                          Nigma García Arámburo

   La novela En nombre de ellos de José Chen Barría es una gran lección, porque nos obliga a reflexionar, porque nos hace identificarnos con nuestra realidad, porque nos lleva a meditar sobre los engaños a los que ha sido sometida la sociedad por los que más tienen.  Hablar sobre pobreza, siempre es embarazoso y aterrador, puesto que ver los niveles tan difíciles en que les toca vivir a los desposeídos, no por su voluntad sino por la mala distribución de la riqueza, conduce, en no pocas ocasiones a la indiferencia colectiva para acallar conciencias. Los índices de pobreza son cada vez más altos, no solo en nuestro país, sino también en el mundo.

   He dicho que la sociedad entorpece la mejora de la calidad de vida de aquellos a quienes, de manera antojadiza  hemos acordado en llamarles pobres, ya que en ciertos casos las personas nunca tienden a preocuparse por las condiciones en las cuales se encuentra el prójimo.

      ¿Qué  es lo que hacen las personas hoy día frente a tales situaciones? En vez de acudir con diligencia para auxiliar a alguien que sabemos que necesitan de nosotros, el corazón de la sociedad se torna duro y prefiere distraerse en otras cosas sin sentido, olvidando que existen personas que no tienen ni siquiera qué llevarse a la boca, no pueden continuar estudios; es decir, ni siquiera tienen esperanzas de poder salir del abismo social en el que se encuentran.

    Por ello, la novela de José Chen Barría es un auténtico llamado de atención que nos permite una visión diferente. Todavía en Panamá  existen madres que mueren de parto, aquí en nuestro pueblo hay pepenadores que rebuscan en la basura el pan nuestro de cada día, hay niños maltratados, existe el trabajo infantil, los niveles de delincuencia son alarmantes, al grado de que la ciudad de Panamá se ha convertido en un verdadero peligro.

     Hermana gemela de la pobreza es la ignorancia.  Sí la ignorancia.  El factor social que le impide a muchos percibirse desde la óptica de su esencia, de la igualdad del ser humano, de las oportunidades que puede dar una educación, pues la persona educada lo primero que abandona es su conformismo, proponiendo o creando nuevas alternativas que le permitan salir del estatus en que se encuentra.

    Sin embargo, debemos recordar el concepto que Pablo Freyre propone en La pedagogía del oprimido, obra en la cual se demuestra que el mayor problema social es que el egoísmo ha estirado de tal manera sus tentáculos en la sociedad, que el pobre no aspira a salir de la pobreza para ayudar a sus semejantes, sino que anhela colocarse en el bando de los ricos pasa someter a los que viven en las mismas condiciones que él.

    Yo considero que la vida es un privilegio y que por más difíciles que sean las instituciones que nos toquen vivir, siempre va a haber algo que nos ilusione, que nos dé esperanzas y, por ende, nos devuelve las ganas de vivir. 

    Muchas personas que viven en extrema pobreza no le encuentran sentido a la vida, pero me atrevo a asegurar que aunque piensen que todo su camino está lleno de oscuridad y frío, no es así ya que si deciden seguir adelante y afrontar todos los caminos desconocidos, podrán encontrar la luz y la seguridad y darle un nuevo sentido a sus vidas.

  Es el caso de María, la protagonista de En nombre de ellos. No tiene nada.  Ni siquiera esperanzas. Sin embargo, con la ayuda de la maestra Tita se traslada a la capital, dispuesta a continuar estudios secundarios y a abrirse un destino.  Y, académicamente, lo logra, pues alcanza una licenciatura; no obstante, cuando aspira al cargo para el cual está preparada se encuentra con una realidad más cruda: la oligarquía le cierra los caminos y le impide continuar. El final es abierto, nos invita a pensar que María no se conforma con un revés sino que es capaz de seguir adelante.  Lo mejor de todo, compañeros, es que María puede ser la imagen de cada uno de nosotros que luchamos, porque tenemos fe en un mejor mañana. Por lo tanto, no me queda más que invitarlos a leer En nombre de ellos, porque es una novela que nos describe a todos y que, sobre todo, nos invita a comprometernos, en el presente y en el futuro con nuestros semejantes.

Texto leído en la presentación de la obra En nombre de ellos en septiembre de 2007.

 

 

domingo, 16 de septiembre de 2012

EL LIMONERO DE CRISTELLE GARCÍA: PREMIO FESTICREC 2012

    Es un día aburrido. Desde hace meses, en este pueblo no cae ni una gota de lluvia. Debo ir a la plaza a reunirme con unos compañeros para hacer algunas tareas del colegio. Me alisté. Tomé el metro para ir al centro del pueblo, donde está el hospital, la escuela, los supermercados y la gran Plaza de las Américas. Era un lugar enorme, con muchos comercios y grandes casas muy cercanas entre sí. Lo que más llamaba mi atención era un gran árbol de limón plantado en la época de la independencia para indicar un nuevo comienzo, para que la guerra quedara en el olvido y que todos se quisieran como hermanos.
     Debajo del gran árbol se colocaba un gran limonero, un joven de aproximadamente quince o dieciséis años de edad, que pasara lo que pasara, cada mañana tenía una jarra llena de limonada muy fría, lista para ser consumida por cualquier comprador sediento. Estaba ya en la plaza, con mis amigos, cuando, de pronto, debido al sofocante calor de aquellos días, sentí algo de pesadez en mi cuerpo y me desmayé. Recuerdo claramente, había oído una voz masculina que pronunciaba dulcemente mi nombre y, al abrir mis ojos, estaba allí, Miguel el limonero, mirándome. Tenía la más espléndida sonrisa que pude haber visto jamás y, sus ojos, azules como el mar, con una mirada tan profunda como la inmensidad del cielo, podía entrar en mi mente y controlarme como a una marioneta y lo único que pude hacer en ese instante fue mirarlo como si fuera yo un animal hambriento observando a su presa con ganas de atacar. En ese mismo instante, él me dijo:
     – ¿Te encuentras bien? Sonrió.
      Sí gracias. Respondí y apresuradamente me levanté del suelo. Miguel, amablemente me ofreció un refrescante vaso de limonada, dulce y a la vez ácido, aunque me pareció lo más delicioso que hubiese probado jamás.
       Soy Miguel, me dijo.
      Ya lo sé. Le contesté. No hay persona en este pueblo que no te conozca.
     Él simplemente sonrió al oír esto y se despidió diciendo que debía regresar a su puesto de trabajo.
     Al despedirnos, mis amigos, luego de preguntarme si me encontraba bien, empezaron a molestarme y comentaron que al parecer yo le atraía, pero decidí no prestarles atención y continué caminando.
     Pasaron los días y fue algo extremadamente imposible olvidarme de aquel chico y solo pude desear volver a verlo una vez más. Necesitaba cualquier excusa para ver a mi querido limonero, quien con tan solo con una mirada, con una dulce sonrisa y un poco de su amabilidad, había logrado causar en mí, una sensación que jamás había tenido.
    Días después mi madre me invitó a salir y vi la oportunidad perfecta para hablar con él. Mi madre entró a un almacén, y le dije que iría por un poco de limonada, porque tenía mucha sed. Al salir de la tienda, me dirigí hacia donde estaba Miguel y lo saludé. Estaba muy nerviosa, pero me animé y le dije:
    Vengo a pagarte el vaso de limonada que me diste el otro día.
    No te preocupes, solo quise ayudarte. Respondió cortésmente.
     Moría de ganas de pedirle su número telefónico, pero no tenía el valor suficiente para hacerlo hasta que me decidí de una vez por todas y le dije: “¿Podrías darme tu número telefónico?” Risueño, Miguel tomó un pedazo de servilleta y apuntó los dígitos solicitados por mí.  Le di las gracias y le regalé una sonrisa que me llegaba hasta las sienes y me despedí con cortesía.
      Pasadas las nueve de la noche, tomé mi celular y le envié un mensaje de texto. Esperé por más de dos horas la respuesta de Miguel. Triste y decepcionada cerré mis ojos y dormí profundamente. A la mañana siguiente, cuando desperté, me fijé en la hora y por lo visto se me hacía tarde para llegar a la escuela. Rápidamente me alisté, y salí de casa hacia el colegio.
     Esa tarde, al regresar a casa, recibí un mensaje y la alegría se apoderó de mí. Miguel me respondió al fin y pasamos toda la tarde hablando de nuestras vidas. Le conté todo sobre mí, lo que me gustaba, lo que no me gustaba, lo que planeaba ser en el futuro y lo que pensaba de la vida.           
       El Limonero de las Américas me contó todo sobre él, su padre había sido un soldado que murió en una guerra de Irak y, su madre, una chichera que después de quedar viuda tuvo que responder por sus familia, pero la mala suerte la hizo caer en una grave enfermedad que la dejó en cama y le correspondía al pobre Miguel conseguir el sustento para su casa; así que aprendió a realizar cierta cantidad de actividades que lo sacaban de apuros. Él era muy humilde, pero la honradez que lo caracterizaba y la sencillez que abundaba en su corazón, habían logrado que el famoso limonero se ganara la confianza y el cariño de la gente y había logrado también captar mi atención.
Una tarde en la que habíamos quedado en encontrarnos, hablaba yo sin parar y, de pronto, Miguel me miró y me interrumpió:
   Tú, me gustas Luciana.
   Cuando escuché aquella declaración, me sonrojé e inmediatamente, con la boca abierta, y sin titubear, le respondí:
    Miguel, desde que te vi aquella vez tan cerca en la plaza, no he dejado de pensar en ti y quiero decirte que también tú me gustas.
    Al escuchar mi respuesta positiva, me dio un dulce beso en los labios que me llevó a un mundo de fantasías en el que solo existíamos él y yo. Quedamos en vernos todas las noches en la plaza y así fue. Cada día me enamoraba más de él, cada beso, cada palabra, cada caricia que me daba hacían que lo amara profundamente. Éramos muy felices, nos respetábamos mutuamente y nos contábamos todo, era mi mejor amigo.
    Un día mi madre dijo que necesitaba hablar conmigo y más seria de lo normal me exclamó:
    ¡Me enteré de que están saliendo con ese limonero! Quiero que te alejes de él, porque si no lo haces, vas a tener serios problemas. Asustada y angustiada le contesté:
     ¡No puedes controlar mi vida! Yo amo a Miguel y no me alejaré de él. Me fui llorando a mi cuarto y no salí en toda la tarde. Hablé con Miguel y le dije que debíamos dejar de vernos tan seguido, pero que seguiríamos haciéndolo. “Eres el amor de mi vida y me niego a estar lejos de ti. Siempre te amaré.” Le dije. “Haré lo que sea para estar contigo”, respondió Miguel.
     Pasaron los meses y él y yo nos veíamos de vez en cuando, pero seguíamos muy enamorados. Una tarde, estando juntos, mi amado limonero me dio un dulce beso el cual fue separado por mi madre, quien junto a mi padre, aparecieron de la nada. “Te dije que no te quería ver cerca de este muchacho y me desobedeciste." Dijo mi madre con sangre en los ojos. Pero yo misma me encargaré de que no se vuelvan a verse más. Mi padre me tomó del brazo y me metió en la camioneta y, desde la ventana, me despedí de Miguel. Le grité que lo amaba y que pronto estaríamos juntos otra vez.
     Mis padres me mandaron a un internado que quedaba a miles de kilómetros de casa. Hicieron hasta lo imposible para cortar cualquier comunicación que tuviera con mi amado Miguel y pasé los años más infelices de mi vida encerrada en aquel infierno. Pasaron tres largos años pude regresar a casa, estaba muy feliz ya que por fin podría volver a ver a mi familia y amigos y lo más importante: volvería a ver a Miguel.
    Llegué a casa, saludé a todos y corriendo, me dirigí hacia la plaza donde estaba el árbol de limón, pero tal fue mi sorpresa que al llegar, ya no estaba. En su lugar, había sido plantado un árbol de tamarindos que no tenía gran tamaño y me empecé a preguntar ¿Cómo? ¿Qué sucedió con el árbol? ¿Y Miguel?
   Asustada corrí hacia la casa de Miguel y toqué la puerta algo apresurada y al fin abrió la puerta una señora que, al parecer, era una sirvienta y dijo:
    Hola. ¿Qué se te ofrece?
    — Eh… Sí, vengo a buscar a Miguel el limonero.
     -- Lo siento contestó, pero no sé de quién me habla, contestó.
      De pronto, apareció la dueña de la casa y me atendió. La señora amablemente me preguntó qué deseaba y le conté lo que ocurría. Ella me dijo:
     - ¡Ay querida niña! La señora murió hace algunos años y su hijo Miguel, según los médicos murió de forma natural, pero yo no creo en los científicos. Para mí, que se murió de tristeza.
     Al oír las palabras de la anciana, salieron de mis ojos, lágrimas de dolor y sentí cómo se rompía mi corazón lentamente. Según la nueva dueña de la casa, encontró una carta la cual me enseñó y vi que tenía mi nombre escrito. La misma decía:
   “Triste soledad y gran agonía y sufrimiento abundan en mi ser y en mi corazón. He pedido a mi padre, a mis amigos, mi madre está enferma y ahora mi gran amor es arrancado de mi vida. Ya no quiero vivir. ¡Qué triste miserable destino me ha tocado! Ya no puedo y no quiero continuar. Por ser un pobre e inútil limonero, me han arrebatado lo que más amo. ¡Oh mi dulce y hermosa Luciana, si la vida permite que leas esta nota, quiero que sepas que jamás te olvidaré y que si mi destino es morir, será de tristeza y de dolor. Y no vale la pena vivir si no estás a mi lado; he perdido la fe; Dios me ha abandonado. Quiero que sepas que siempre pienso en ti y que has sido lo más preciado que he tenido… Las palabras se me agotan, ya no sé ni qué hacer, solo que Te Amo como a nada en este mundo y que quiero que seas feliz, ya sea conmigo o sin mí.
                                                                                                                          Miguel Gutiérrez.
                                                                                                                     1 de agosto de 2004
            Al leer esta carta me arrodillé en el piso y las lágrimas salieron como una fuente de agua y el dolor me desgarraba las entrañas y el corazón. Regresé a mi casa con una gran tristeza. Pasé varios días en medio de una gran depresión, sin pronunciar palabra alguna, preguntándome porqué me pasaba esto. Quedé con una gran duda. ¿Dónde quedó aquel frondoso árbol de limón? Supe que tiempo después, el limonero fue cortado al morir Miguel y, en su honor, la plaza pasó a llamarse El limonero de las Américas.
      Ha pasado mucho tiempo y recuerdo a Miguel claramente… el amor que sentí por aquel dulce muchacho está aún latente en lo más profundo de mi corazón.












 
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