miércoles, 9 de febrero de 2011

SOBRE LENGUAJE Y GÉNERO EN LA LITERATURA PANAMEÑA

Melquiades Villarreal Castillo.

        Lo que voy a comentar hoy me llena de risa, pero en el momento en que ocurrió llenó mi alma de sorpresa, pues me permitió ver con horror los ojos de ciertos varones en una clase universitaria, cuando algunos discursos esgrimidos por mujeres, a favor de su causa, dieron al traste con la fortaleza masculina.
   Comentaré por ejemplo la visión de una valiente profesora quien, a sus casi sesenta años, jamás logró una relación amorosa estable, según ella, por el simple hecho de que todos los hombres que se le acercaron buscaban procrear en ella.  Según sus propias palabras, ninguno soportó la idea de que le dijera: “Te quiero, porque eres tú, si tenemos hijos o no, no me importa.”  Todos sus pretendientes huyeron aterrados, no soportaban la idea de quedarse sin un vástago, sinónimo de su virilidad.  Recuérdese que es muy difícil para un hombre tener que aceptar que es estéril o que no ha tenido descendencia.
    Observemos nuestro medio, ¿cuántos divorcios se dan porque la pareja no puede tener hijos?  Las mujeres se someten a todos los estudios clínicos posibles para determinar si la esterilidad radica en ellas; los hombres, simplemente, no se someten a dichas pruebas, porque cualquier falla biológica que existe necesariamente, según ellos, recae en el cuerpo de la mujer.  Aunque en los últimos años se dan ciertas variaciones,  vemos que la esterilización de uno de los miembros de la pareja, cuando considera que tiene la prole suficiente, casi siempre se aplica a la mujer, porque el hombre necesita conservar su capacidad reproductiva; en muchos casos conocidos, los hombres se aplican la vasectomía no con el interés de no tener más prole, sino con el objetivo único de comprobar la fidelidad de su compañera.
   Esto causa una polémica interesante que nos permite vislumbrar la realidad de la fortaleza sexual.  Se dice que es la mujer el sexo débil. Te invito a reflexionar sobre el siguiente ejemplo (no generalizador) que nos dará una clara ilustración sobre el asunto: ¿cuántas mujeres se suicidan cuando son abandonadas por sus maridos? Ninguna.  La lista de los hombres sacrificados en el altar de los amores contrariados nos permitirá una oportunidad única para sustentar que la debilidad sexual, por lo menos en el tema pasional, radica en el hombre.  La mujer cuando es abandonada por un hombre dice: “me busco otro”, el hombre que se ve abandonado por una mujer, en la mayor parte de las ocasiones, dice: “me muero.”
    Esta situación la encontramos, inclusive en El Quijote, cuando la pastora Marcela desdeña a Crisóstomo y éste se suicida.  Alguien trata de inculpar a Marcela, por ser la causa de los amores del joven muerto, puesto que ella, al no quererlo, se convierte en la responsable de su muerte.  Ella se defiende argumentando que es inocente, porque si bien es cierto que él la amaba, ella no tenía por qué corresponderle; en última instancia los sentimientos son espontáneos y muchas veces no se ama a quien se debe, aunque siempre se ama a quien el corazón elija y las elecciones cardíacas en no pocas ocasiones distan de los intereses de la razón.
     Recuérdese que fue en la década de 1940, cuando a Arnulfo Arias Madrid, a la sazón Presidente de la República, alguien le informa y él acepta que las mujeres pensaban y que, por lo tanto, debían gozar de los derechos de voz y voto.
  Allí empezó la época dorada para la mujer de nuestro país, a pesar de que no eran todas las que podían gozar de este privilegio, sino que el mismo se limitaba exclusivamente a las que tenían formación universitaria, lo cual presentaba una nueva situación para nada beneficiosa, para el género femenino: ¿por qué pensaban las mujeres, porque, llanamente, el pensamiento es natural al ser humano o porque habían asistido a una universidad?
    Dejo a vuestro raciocinio, mi apreciada lectora, o lector, dar respuesta a este interrogante.  También dejo constancia de que, con todo el respeto que me merecen quienes no comparten mis ideas, que siempre he estimado absurdo matizar el idioma con galimatías de género, que lo único que logran es profundizar las diferencias entre hombre–mujer (masculino-femenino) al reiterarlas una y otra vez; sin aportar nada a la comunicación que es el objetivo último del lenguaje.  No. Mi esfuerzo académico no persigue acrecentar la oscuridad; al contrario, se contenta con agregar un poco de luz a la lobreguez ya existente.  Incrementar el sentimiento de diferencia entre sexos, es la peor alternativa posible para igualar al hombre y a la mujer como seres complementarios de la especie humana.
   Inclusive, el concepto género se ha prostituido, puesto que, aunque en el Diccionario de la Real Academia se define como:
1. m. Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes. 
2.m. Clase o tipo a que pertenecen varias personas o cosas…
6. m.  Biol. Taxón que agrupa especies que comparten ciertos caracteres.
7.m. Gram. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre.  En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra.
8.m. Gram. Cada una de estas formas.
9. m. Gram.  Forma por la que se distinguen algunas veces los nombres sustantivos según pertenezcan a una u otra de las tres clases”, en la práctica ha pasado a ser entendido como femenino. 
     Es decir, el género, aunque gramaticalmente en español es masculino o femenino, porque no tenemos género neutro, el concepto sólo enfoca socialmente la visión femenina de su abanico de posibilidades interpretativas. No obstante, hay que anotar también que nuestro idioma es altamente machista, situación que afecta el desarrollo e interpretación del pensamiento femenino. 
      Tomemos, sólo algunos casos obtenidos del Diccionario de la Real Academia Española, en los cuales queda claramente definido que un mismo término cuando adquiere matices femeninos cambia de significado de forma sorprendente, sobre todo desde una perspectiva moral, puesto que lo que una cosa es buena cuando se refiere al género masculino, es pésima cuando se le considera en su forma femenina.



Concepción masculina
Concepción femenina
Concepto
Significado
Concepto
Significado

Perro
Hombre tenaz, firme y constante en alguna opinión o empresa.

Perra

Prostituta.

Zorro
Hombre muy taimado y astuto.

Zorra
Prostituta.  Persona astuta y solapada.


Capitán
Oficial de graduación inmediatamente superior al teniente e inferior al comandante.

Capitana

Mujer del
capitán.

Coronel
Jefe militar que manda un regimiento.

Coronela
Mujer del
coronel.

Hombre
Ser animado racional, varón o mujer.,  Ser humano del sexo masculino

Mujer
Persona del
sexo femenino.

        Y para qué explicar la diferencia abismal que existe entre hombre público y mujer pública.
     El cuadro nos evidencia que, a pesar del trabajo que se está haciendo en toda la comunidad hispanohablante para equiparar el lenguaje desde la perspectiva del género, el mismo sigue siendo totalmente masculino.  Si observamos las definiciones de hombre y de mujer podemos explicarlo todo: Las mujeres son personas de sexo femenino; el hombre es un ser animando racional, varón o mujer.  Es decir, toda mujer es racional porque es hombre; pero el hombre es racional por naturaleza.
   Esta situación es lo mismo que se vivió en las primeras elecciones en las que las mujeres panameñas tuvieron derecho al voto: los hombres votaban porque eran varones adultos; las mujeres, para poder votar, además de ser adultas, tenían que poseer estudios universitarios. Es decir, el derecho al voto no se otorgaba por ser persona adulta, sino por ser universitaria. Esto era totalmente diferente en el caso de los hombres, cuyo único requisito era ser varones mayores de edad.
   El problema no sólo puede ser concebido desde una óptica machista en nuestra sociedad panameña, sino que la filosofía universal está plagada de casos interesantes, en los cuales, a juicio nuestro las obras Don Juan Tenorio  de José Zorrilla y  Madame Bovary de Gustavo Flaubert son claros ejemplos ilustrativos.
   Se cuenta  que don Juan tuvo a su haber mil y tres mujeres a las cuales engañó sin reparo alguno, de acuerdo con el punto de vista de la moral de la sociedad de su tiempo, la cual estaba plagada de situaciones erróneas de acuerdo con nuestro termómetro moral de hoy, entre las que se destacan que las personas una vez casadas debían amarse para toda la vida, situación contenida dentro de los cánones religiosos.  Ya dijimos que el amor no es un sentimiento domeñable, sino que el mismo es inquieto y caprichoso, motivo que conllevó a que los griegos le dieran forma de niño travieso que andaba por allí lanzando sus flechas a personas inocentes, haciéndolas víctimas de sus caprichos.  Para don Juan existía el amor, no obstante dentro de su mundo lo que no era concebible era la perdurabilidad del mismo, porque como se ha dicho el amor es un sentimiento tornadizo, tal vez como el viento que sopla para cualquier parte.  No obstante, a pesar de que don Juan dedicó su vida a enamorar mujeres, asunto en el que se tornó en un verdadero especialista, jamás ha sido juzgado negativamente; al contrario, para cualquier hombre es casi un honor ser un don Juan.  En cambio, Madame Bovary, lo único que hizo fue permitir la liberación de sus inquietudes, pues estaba casada con Carlos Bovary, un médico que bien podía ser su padre, quien la llenó de riquezas, pero que fue incapaz de llenar de poesía sus noches de ansiedad.
   Ella lo único que hizo fue desahogar sus inquietudes.  En última instancia, si es que fue una seductora de hombres, sería, entonces, la versión femenina de don Juan.  Pero, a todos los hombres les encantaría ser don Juan, el prototipo de mujeriego; no obstante, a ninguna mujer le atrae la idea de ser Madame Bovary el perfecto arquetipo de mujerzuela universal.
   Ya vemos una meridiana explicación para la realidad de la masculinidad del lenguaje; cuando a un hombre se atribuyen epítetos de don Juan, perro, zorro, puto, es motivo de verdadero honor; en cambio, cuando a una mujer se le dice Madame Bovary, perra, zorra, puta, es motivo de denigración y ofensa llevada al máximo.
        Una vez escuchado este planteamiento decidí rebuscar en mi biblioteca personal todas las manifestaciones ideológicas implícitas en esta afirmación y me encuentro con una amplia cartera de información que me permite exponer mi punto de vista desde varias vertientes, tales como lo cotidiano, lo académico y lo literario, entre otras cosas.
     El relato Mea culpa de Isabel Herrera de Taylor, me sirve para sustentar este punto de vista. Recuérdese que a través de la historia, todas las claves del pensamiento y de los avances se le atribuyen a los hombres, generalmente, porque la historia ha sido escrita por varones.
    El relato aludido trata sobre la confesión de una dama quien explica por qué mató a su profesor de filosofía.  En primer lugar, empieza por el final, por explicarnos los últimos momentos de aquel maestro, quien carecía de sencillez, sobre todo, en cuanto al trato con las damas se refiere: “Deberíamos ser como los ríos cuando nacen: humildes.  Sus cauces se inician de un hoyuelo. Luego, se ensanchan hasta convertirse en grandes caminos de agua, o incluso, se precipitan en inmensas cascadas.  Pero ser humildes no es fácil.  Estas fueron las últimas palabras que escuchó el profesor de filosofía antes de dormirse; de cerrar los ojos para siempre.”
   Podemos ver con claridad cómo actúa el pensamiento femenino.  En primer lugar, se le explica a la víctima, el profesor de filosofía, que una de las causas de su muerte va a ser su ausencia de humildad.
   Luego, sin brindarle al interpelado una oportunidad para defenderse, se recurre al pensamiento de Heráclito en lo concerniente al continuo fluir de las cosas.  Se le señala que la gente debe ser como los ríos, los cuales, nacen a través de un pequeño agujero (alusión al sexo maternal), algunos crecen convirtiéndose casi en mares y otros caen en enormes cascadas; no obstante, los ríos nunca olvidan su esencia en su devenir natural, por lo que, retomando la alusión maternal, los hombres tampoco debieran olvidar su naturaleza.  Posteriormente, se hace una interesante reflexión en torno a la conducta de los ríos (el problema es que los ríos por ser inanimados no piensan), cumplen su función sin caer en vanidades absurdas, tales como las que caracterizan a los seres humanos, es decir, en la lucha de oropel, en la que el hombre enfermo de vanidad trata de convertir su existencia. Se explica que la humildad no es fácil, sobre todo, porque vivimos en un mundo de jactancia.
   Lo que ocurre con este profesor de filosofía que lo llevó a ser odiado por su estudiante es el grado de desdén con que se refiere a todas las mujeres en sus clases de filosofía: “Las discusiones, muchas veces, empiezan con una frase inocente, pero con este profesor ninguna lo era. Que si hablaba de la corte francesa: todas las mujeres eran unas zorras.  Que si hablaba del marxismo…, era válido porque los hombres eran los ejecutores de la teoría y de la acción.”  Podemos entender que, para este profesor, no había alguna mujer que fuese capaz de pensar.
    Recordemos que comentamos el cuento de una cuentista panameña, que en esencia trata de demostrarnos que las mujeres piensan,  por lo que interpolamos nuestra propia opinión con la cosmovisión que la literata tiene sobre el asunto, puesto que del contraste que se suscite llegaremos a las conclusiones que anhelamos.
    No podemos negar que el feminismo ha alcanzado ribetes increíbles.  Las feministas no persiguen la igualdad de género, sino que, a todas costas, buscan la superioridad de la mujer sobre el hombre, al grado de que hay muchas mujeres que se constituyen en la versión femenina del pensamiento de aquel verosímil profesor de filosofía, concebido por la pluma de Isabel Herrera de Taylor.
    Hay mujeres, no obstante, que, por encima de las diferencias de género actúan de manera decidida para conseguir niveles de igualdad entre los seres humanos que a la postre es lo que son tanto las mujeres como los hombres.
   El final del cuento es claro.  La estudiante cansada de las burlas del profesor lo asesinó. ¿Es esta una buena salida para un problema filosófico?  Tal vez si caemos dentro de los linderos de la dialéctica no; las ideas se combaten con ideas, pero vemos también que nuestro mundo, en todos sus aspectos y en todas las épocas, está plagado de situaciones de injusticias; las muertes se castigan con nuevas muertes; incluso, pareciera que nuestra sociedad del siglo XXI no hubiera superado el “oculo por oculo, et dens pro dentis”, presente en el Código de Hammurabi.
    Sorprende la actitud de la estudiante en el reclamo permanente de sus derechos de pensar.  El problema mucho más que una realidad ficcional del cuento, no es más que el reflejo de la realidad latinoamericana, por lo menos en el caso de la literatura.  Recordemos que la literatura hispanoamericana intentó durante muchos años ser reconocida por la literatura universal, reconocimiento que sólo alcanzó cuando dejó de gritarle al mundo su existencia.  Del mismo modo que la literatura hispanoamericana (que era desdeñada por una concepción europea del mundo incapaz de advertir sus méritos), procuró ser reconocida, la mujer intenta ser advertida por una humanidad concebida desde una óptica masculina.
   Si nos permitimos vislumbrar un poco más allá y tomar en consideración uno de los planteamientos del profesor en cuanto a que la literatura no es filosofía, no es menos cierto que la literatura por el hecho de ser una recreación de la realidad (real o verosímil), nos presenta una visión en torno al pensamiento de la mujer. La literatura, no sólo recoge el sentir de los seres humanos, sino que también recoge su ideario.  Así, si consideramos una novela, a guisa de ejemplo, no podemos descartar que la misma se parece a la vida, aunque todos los hechos que narre y describa, al igual que los personajes que participan en ella, sean parte de la inventiva del autor.
Peña Blanca de Las Tablas, 7 de febrero de 2011.
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