Euribiel Valdés
Cuenta la historia que en un pueblo donde los habitantes eran muy
trabajadores, donde tenían que sudar la frente para lograr el sustento de sus
familias, la agricultura y la ganadería eran las actividades más frecuentes.
La familia Espino era muy conocida por
ser tan trabajadora. Sus miembros se
dedicaban a la siembra de maíz, tomates, y otras legumbres para vender en el
pueblo.
El joven Luis Espino era un muchacho de
15 años que nació con un defecto: no tenía su brazo derecho. Aquel joven tenía
la pasión y amaba jugar béisbol. Su padre Ramón le inculcaba todos los días que
no se sintiera mal por aquel defecto, que si luchaba por las cosas y se tenía
fe todo se podía conseguir.
Luis ayudaba todas las mañanas a su
padre a sembrar, a regar las legumbres y a sacarlas. Cuando estaban listas, su
madre María y su hermana Luisa eran las encargadas de venderlas en el mercado y
encargarse de los quehaceres del hogar.
Luis iba todas las tardes a un campo baldío
rodeado de árboles, con un ambiente fresco donde la brisa acariciaba todo el
lugar, donde solía jugar béisbol con sus
amigos. Lo que más le gustaba hacer a Luis era lanzar, pero aquel defecto no lo dejaba
hacerlo normalmente como lo hacían sus otros amigos. El talento que el tenía para lanzar era impresionante
tenía que hacer un esfuerzo extra…Una de esas tardes en
las que Luis iba aquel campo a jugar sus amigos, fue el papá de uno de los
muchachos que iban al campo a jugar; era el que manejaba toda la ganadería del pueblo. Viendo todas
las tardes a tantos jóvenes reunidos, incluyendo su hijo, pasó por su mente sacar un equipo de aquel
pueblo, cuyo nombre sería EL PROGRESO.
Esa tarde el señor Pedro González, pasa a recoger a su hijo Dimas, llama a todos
los niños y les dice que está pensando en sacar un equipo de ese grupo para una
competencia que se hace cada año entre todos los pueblos de la región. Los jóvenes
entusiasmados por la noticia le dicen al señor Pedro que jugarán al máximo
todos los días para estar bien preparados para la competencia. A Pedro, muy
sonreído, le gustó mucho la actitud de los jóvenes. Era un total de quince. Cada uno con sus distintas cualidades para
jugar. Ya se hacía de noche y todos los jóvenes se fueron a sus casas.
Al siguiente día el señor Pedro empieza a
hacer las gestiones para inscribir un nuevo equipo en la competencia de los
pueblos de la región. Pero había un gran problema, Pedro había recibido una llamada del organizador
de aquella competencia en la que le decían que solo podría llevar catorce
jugadores a la competencia. Esta noticia
impactó a Pedro, ya que tendría que sacar a uno de esos jóvenes que todas las
tardes él iba a ver jugando
Era otra tarde más en aquel campo baldío. Ya los jóvenes casi terminan de
jugar y Pedro pasa a buscar a su hijo Dimas y llama a todos los jóvenes y les
dice que le hicieron una llamada para comunicarle que solo podría llevar
catorce jugadores, que tendría que sacar a uno de ellos; los muchachos,
inquietos, murmuran entre ellos, impactados por la noticia. Pedro les dice que
ya los ha visto jugar y les dice que se
vayan tranquilos que mañana les diría quien no iría. Luis el joven sin un brazo,
es el último en salir del campo y Pedro lo llama, mientras su hijo Dimas lo
espera en su auto. Pedro le dice a Luis, como has escuchado tenemos que sacar a
uno, yo te he visto practicar y me gusta el entusiasmo con el que lanzas, pero
lastimosamente por tu defecto no nos podrás acompañar. Luis con una mirada muy
triste sentía que sus sueños se iban al suelo, se da la vuelta y se va sin
decir ninguna sola palabra.
El joven Luis llega su casa. A la hora
de la cena, está muy callado, como no acostumbra. Está toda la familia Espino
en la mesa y su padre le pregunta: “hijo ¿te sucede algo?” Él, con una mirada
triste, le dice a su padre que quiere hablar con el más tarde. Terminada la
cena, Luis y su padre se reúnen fuera de la casa; éste le cuenta lo sucedido a su
padre le dice animándolo que vendrá otro año y que con la ayuda de Dios él lo
lograra.
Pasaba el tiempo y aquel joven solo se
dedicaba ayudar a su familia en el trabajo de siembra y cosecha; además de
escuchar en un vieja radio los juegos donde estaban todos sus compañeros; pensamientos de soledad y tristeza pasaban por
su mente todas las tardes a las seis iba a aquel campo baldío a correr y a recordar
a sus compañeros. Frustrado porque por su defecto no pudo estar con ellos.
Pasa un año y Luis nuevamente está
reunido con sus amigos en el campo baldío, listo para un nuevo comienzo y nuevas
metas.
Nuevamente el señor González iba a tomar la dirección del equipo,
aunque en su primer año no tuvo tanta
suerte, porque perdieron casi todos los partidos.
Iba todos los días a ver a los muchachos
y vio que era increíble lo que Luis estaba haciendo como lanzador; al final de
la tarde, habló con y él y le dijo claramente: “Luis, este año si estarás con
nosotros y no solo eso, serás el
lanzador del primer juego, el juego de inauguración contra el equipo campeón
del torneo los conocidos RAYOS DEL SUR.
Luis muy contento le da la gracias a su
director por la oportunidad de cumplir su sueño de estar en una competencia de béisbol.
Faltan tres días para la competencia. Luis
decide descansar esos días y compartir con su familia la experiencia de sus prácticas;
además de comunicarles la responsabilidad que tiene en el juego de inauguración.
Todos estaban muy contentos.
Es el gran día. Llega Luis
al estadio con su equipo y toman su respectivo lado del campo. Salen a calentar. Luis respira profundamente,
sintiendo aquel aire fresco y natural de
la grama, mira a su familia a un costado
de las gradas, causando en él una sensación de inspiración.
Se llega la hora del
juego y Luis mira la cantidad de personas que hay en el estadio observándolo,
ya que nunca se había visto a un lanzador sin un brazo y causaba tanta
admiración a las personas que no dejaban de aplaudirlo.
Luis lanzó el partido
completo dándole la victoria a su equipo 2 carreras por 0. Fue la noticia del día
en todos los diarios de la región.
Pasan los días. La
competencia ha terminado coronándose el equipo EL PROGRESO como los nuevos campeones, tomado como jugador
más valioso el joven Luis Espino quien gana cinco partidos sin perder ninguno,
estableciendo marcas dentro de los torneos. Fue nombrado por sus compañeros
como el Mocho Maravilloso. Su carrera no fue muy larga, ya que su sueño solo
era participar en una competencia hasta su mayoría de edad.
Él se dedicó a sus
estudios y al terminarlos decidió abrir una institución deportiva de niños discapacitados,
inculcándoles el valor de la
perseverancia para lograr que ellos también,
en algún momento de sus vida, sintieran aquella sensación que recorre nuestro cuerpo cuando tantas personas te aplauden y exclaman tu
nombre en su caso, el Mocho Maravilloso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario