Desde el título, el cuento Inquisición nos da una sacudida. Rememora el
lector las atrocidades de este órgano eclesial, luego la intemporalidad entre
la última obra de Sergio Ramírez y la época oscura de la Iglesia aviva la
angustia, pues nos confirma que aún se persigue a la gente y que muchas veces
los perseguidores eran las víctimas antaño.
El cuento invierte la realidad y la historia, sin justificarlo mediante el recurso onírico; sino por medio de una fractura temporal que crea una ironía: las brujas acosan con la brea y el fuego a los otros, al otro. Esta situación se convierte en denuncia de los sentimientos perversos de los seres humanos y de los fantásticos, pues tan pronto ostentan el poder son realmente crueles y avasalladores. El poder entonces es el vehículo para sacrificar y no importa a quién, el asunto es demostrar que se puede destruir a alguien o algo por convicción, capricho, rito o fe.
En medio de la tragedia del personaje principal, observamos a un ser ingenuo que cree que con sólidos argumentos se pueden vencer las posturas extremistas. Situación típica de nuestra moderna sociedad, donde la fuerza y no la razón es la ley. Por otro lado, se presenta el rol de la cultura en un mundo bárbaro y deshumanizado, como un pecado insoslayable que merece la pena capital.
El final suaviza, medianamente, todo el horror de las horas del personaje y del destino de la cultura, pues abre un espacio de luz al declarar que tendrá una reencarnación; no obstante, cierra esa ventana al confirmar que desterrará en su próxima vida la palabra cuento de su vocabulario, lo que equivale a decir: mejor inculto que quemado. Ni el fuego aterrador ni nada deben ser capaces de separarnos de los libros; no obstante, entiendo que es un cierre con carácter jocoso que mitiga la alta dosis de espanto que encierra la trama.
Lectura recomendada: INQUISICIÓN. http://www.melquiadesvillarrealcastillo.blogspot.com/2013/07/cuando-entre-la-sala-de-lainquisicion.html
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