viernes, 22 de octubre de 2010

EL DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA LA OBRA MÁS CONSULTADA Y MENOS ENTENDIDA DE NUESTRA LENGUA


Melquiades Villarreal Castillo

El 23 de abril se celebra el día del idioma. La fecha fue elegida por concordar con el deceso de Miguel de Cervantes Saavedra, máxima pluma en lengua española, ocurrido el 23 de abril de 1616.

La fecha me parece propicia para presentar algunas reflexiones en torno a nuestro idioma. En primer lugar, tenemos que aceptar que el español es una lengua viva e importante en el mundo global en que vivimos. En la actualidad, es hablado por unos cuatrocientos millones de personas alrededor del mundo.
El autor y Dr.  Víctor García de la Concha.
 Director Honorario de la RAE

Atendiendo a estos hechos, he decidido compartir contigo, amigo lector (o amiga lectora), algunas experiencias adquiridas en la Real Academia Española.

Me parece preocupante que se divulgue una concepción equivocada sobre el correcto uso del español, expresa en los afanes academicistas de algunas personas que se autoatribuyen la potestad de salir al mundo a deshacer entuertos –escritos y hablados- por los usuarios del español.

Los libros de ortografía, mueven a risa, para escribir una frase al modo cervantino. Leí en uno de ellos que el término chat, es de uso incorrecto, porque no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), sin percatarse de que, aunque con una acepción diferente a la que le otorgamos hoy, la misma está presente desde la edición de 1936; en otra de estas obras leí también que la palabra trajieron no existe. ¡Es algo absurdo! El autor que niega su existencia, ya la dejó plasmada por escrito, testimoniando que el término sí existe.

Una cosa es que el uso de determinado vocablo no sea recomendado por la RAE, o que no aparezca en el DRAE y otra cosa muy diferente que no exista.

Otro factor fundamental, en este orden de cosas, que se comprueba desde los orígenes de nuestra lengua, es que lo que los correctores del lenguaje censuran, es lo que el pueblo toma como correcto. Los señores académicos, en la RAE, lo tienen muy claro. Por ello, la Academia no puede ir a la vanguardia inventando o señalando palabras correctas; al contrario, espera que sea el pueblo el que, por el uso continuo las imponga, tal como podemos evidenciar con los siguientes panameñismos, bendecidos por la aceptación del DRAE, aunque todavía son desdeñados por algunos puristas del idioma: abuelazón, acudiente, acuerpar, aperrear, apolismar, arranque, berrinche, billetero, boboré, bochinche, boquisucio, carilimpio, cuentahabiente, chocantería, churú, faracho, ñamería, ñampearse.

Hay que partir de un hecho elemental y es que el DRAE no recoge todas las palabras del español. La RAE lo expresa claramente en sus advertencias, pero como el usuario del diccionario (de cualquiera), lo que menos hace es leer los prólogos, no llega a enterarse de las pretensiones ni objetivos de los diccionarios.

Muy pocas personas se toman el trabajo de leer el prólogo del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). El mismo es claro, pero preferimos engañarnos y, lo peor, engañar a los demás. En primer lugar, el DRAE, en las advertencias a su 22ª ed. (2001), señala que:

“Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que, por fuerza, debe contentarse con acoger una selección de nuestro código verbal.”

La visión de la RAE resulta palmaria. Su diccionario no es normativo (sino general) ni cuenta con todo el vocabulario del español, sino que se contenta con una selección representativa del mismo.

Sin embargo, nuestros textos a diario buscan normas en el DRAE. Como es lógico pensar no las encuentran; entonces las inventan y lo peor de todo es que las imponen. Es decir, le atribuyen a la obra cualidades que la misma reconoce que no tiene.

Hay otro problema el DRAE es un diccionario, es decir una obra de consulta, por lo que no podemos esperar que nadie lo lea de la primera página hasta la última; la gente solo examina lo que le interesa en un momento determinado.

Escuchaba, hace unos días a un profesor de Español, decir que el gran problema del español es que no tiene quien lo defienda. Soy un convencido de que el español no requiere de defensores. Es un idioma que por su estructura y alcance evoluciona continuamente en un ininterrumpido proceso de desarrollo, recogiendo nuevas voces, descartando otras, honrando el pensamiento de Horacio, quien en su Arte poética decía que:

“al igual que los bosques mudan sus hojas cada año, pues caen las viejas, acaba la vida de las palabras ya gastadas, y con vigor juvenil florecen y cobran fuerza las recién nacidas. (…) Renacerán vocablos muertos y morirán los que ahora están en boga, si así lo que quiere el uso, árbitro, juez y dueño en cuestiones de lengua.”

 Me preocupa esta situación, porque algunos puristas del lenguaje, inspirados en la pulcritud de la lengua, se tornan en seres más papistas que el Papa…, más españoles que los mismos españoles.

Así, por ejemplo, los vocablos vídeo-video y concientizar-concienciar son los más discutidos en todos los foros en los que se discute el español. En primer lugar, debemos convenir, de acuerdo con el DRAE, en que ambas formas son correctas; pero vídeo se dice en España; en América, por ende Panamá, se dice video; concienciar se dice en Madrid; pero en América, por tanto Panamá, se dice concientizar, del mismo modo que los hispanohablantes decimos computadora y celular, mientras que los españoles dicen ordenador y móvil.

Por este motivo, la Real Academia Española (RAE) está trabajando en dos diccionarios. El primero es el Diccionario Histórico, que tiene como objetivo recoger todo el léxico español calculado en unos quinientos millones de palabras, de las cuales el DRAE recoge sólo unas ochenta y ocho mil. Es decir, por cada palabra que aparece en el DRAE, hay –aproximadamente- seis mil que no aparecen. No obstante, los especialistas en el idioma creen y propagan la idea de que la palabra que no aparece en el DRAE no existe. Esto es una gran falsedad. Para muestra un ejemplo: la palabra mejorana, aparece en el DRAE definiendo una hierba; no a un instrumento musical, acepción común a todos los hablantes panameños. Sin embargo, la mejorana existe aunque su acepción no aparezca recogida por el más grande de los diccionarios españoles.

Es importante saber que el Diccionario Histórico (el cual servirá para calificar la ortografía si es que queremos tomar la RAE como norte) se inició hace ochenta años. En la actualidad, sólo se han recogido las letras A y B. Entonces, cabe preguntarnos, si en ochenta años sólo se han recogido las palabras pertenecientes a dos letras, ¿cuánto tiempo llevará en completar la obra?

El otro proyecto al que queremos referirnos es al Diccionario Académico de Americanismos (DAA). Se calcula que los españoles son alrededor de cuarenta millones; los hispanoamericanos, trescientos sesenta millones. Entonces, ¿por qué tenemos que permitir que sean los españoles, una inmensa minoría, los que impongan las reglas sobre el uso del idioma? Por ello, la Asociación de Academias de la Lengua Española (incluyendo la RAE) que es la decana, ha decidido elaborar un Diccionario Académico de Americanismos que contendrá el léxico usado en América. Veremos en él palabras que a diario usamos y que no aparecen en el DRAE.

Tomemos en consideración estas situaciones para que este 23 de abril se convierta en motivo de regocijo, por la lengua que nos legara España. Sintámonos orgullosos de la lengua materna, pero en este día del idioma comencemos a concebirla desde nuestra óptica americano-panameña. Empecemos por desterrar la idea equívoca del siglo XIX, que señalaba que el español es exclusivo de los españoles y que eran los españoles los únicos que sabían usarlo. Analicemos las palabras del actual Director de la RAE, Dr. Víctor García de la Concha, quien en una entrevista señaló: “El español no es ni de los académicos ni de los españoles, es de todos los hablantes.” Es decir, el idioma nos pertenece a todos los que los utilizamos.



Las Tablas, 23 de abril de 2006.


1 comentario:

  1. Este es un aspecto muy importante en nuestro quehacer educativo. Los docentes de Español debemos aprovechar nuestro laboratorios escolares y trabajar permanentemente en esta gran tarea: revisar, analizar, unificar, informar, divulgar los cambios que ocurren en nuestro hermoso idioma, pues de todos es conocido que también evolucionan y tal como sustantaba Horacio:

    “al igual que los bosques mudan sus hojas cada año, pues caen las viejas, acaba la vida de las palabras ya gastadas, y con vigor juvenil florecen y cobran fuerza las recién nacidas. (…)

    Ante este contexto, nosotros somos protagonistas y como tal tenemos el compromiso de dar seguimiento a esta evolución, aplicarla y enseñar su aplicación.

    Felicidades por su dedicación.

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