Selma Villarreal
XII°G Colegio Manuel María Tejada rOCA
"La
vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para
contarla."
(Gabriel García Márquez. Vivir para contarla. 2003).
Selma Villarreal con la Profa. Érida Morales |
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de leer
El amor en los tiempos del cólera,
novela muy interesante que me dejó significativos mensajes; siendo uno de ellos
mi admiración por el escritor colombiano Gabriel García Márquez quien, a mi
juicio, da la gran lección en un pasaje que memoricé: “La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los
buenos; gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.” Esta
lección de vida es producto de una mente
abierta que tiene vigencia en cualquier sociedad o en cualquier tiempo; dicho
en otras palabras es universal.
Inspirada en el deleite de tan rica experiencia, más la
asignación del estudio de la novela Cien
años de soledad (obra cumbre del mismo autor) como última obra de mi
bachillerato en letras; además motivada por la promesa del profesor de español
en cuanto a que esta composición es más que un pasatiempo, más que una acción
letrada, puesto que aviva la sensibilidad y anima el espíritu crítico, emprendí
el reto de participar en este concurso de redacción sobre: “Gabriel García Márquez, un legado de Hispanoamérica a las letras
universales.
Es
importante comenzar recordando que, en el año de 1982, América Latina se sintió
regocijada ante una noticia que recorrió el mundo: Gabriel García Márquez había
ganado el Premio Nobel de Literatura, honor que comparte en ese momento con dos
chilenos: Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971) el guatemalteco Miguel
Ángel Asturias (1967); posteriormente lo gana el mexicano Octavio Paz (1998) y
el peruano Mario Vargas Llosa (2010).
Recordemos que el premio fue instituido por Alfredo Nobel para premiar
obras sobresalientes en diferentes ámbitos del quehacer humano; en este caso,
la literatura.
El Premio recibido por
Gabriel García Márquez tuvo un significado especial. Él mismo lo vio así
cuando señaló: “El premio que acabo de
recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que
mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar
por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha
definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.”
Ahora bien ¿qué puedo
yo argumentar sobre este tema, ambicioso como el mar que todo lo absorbe? ¿Qué
puedo yo decir cuando grandes escritores han señalado ideas tan profundas y
geniales? A manera de ejemplo, el mexicano Carlos Fuentes, dijo: “García Márquez es un nuevo descubridor, un
bautizador del nuevo mundo, hermano de Núñez de Balboa y Fernández de Oviedo,
de Gil González y Pedro Mártir, en la tarea interminable de darle nombre a
América”; Mario Vargas Llosa
sostiene que esta obra logra: “mostrar
que también ese dominio de la materia de esta ficción aspira a la totalidad, a
abrazar todos los niveles de esa dimensión, como en el caso de los materiales
real objetivos.”
Anteriormente, el
poeta nicaragüense, Rubén Darío se había convertido en el único escritor
hispanoamericano que había logrado llegar al público europeo con el movimiento
que él mismo denominó modernismo; sin embargo, ahora Gabriel García Márquez,
hace un aporte invaluable a las letras universales, valiéndose de sus
experiencias de vida y la de su familia para crear una nueva saga, que puede
ser la historia de cualquier pueblo del mundo.
¿Cuál es el aporte de Gabriel García
Márquez a las letras universales? ¿Por qué
su obra es un legado de Hispanoamérica? Son los dos interrogantes que
trataré de aclarar a continuación.
En primer lugar, recordemos que América fue concebida de
manera equivocada, pues cuando Cristóbal Colón llegó a estas tierras en el año
1492 pensó que había llegado a las Indias Orientales y nos llamó indios, porque
pensó que se encontraba en las Indias. Este error ha conllevado una serie de
consecuencias que conducen al hecho de que Hispanoamérica nunca haya sido
comprendida en toda la magnitud de su realidad.
En segundo lugar, hay que reconocer que Hispanoamérica se
mostró demasiado bondadosa para los españoles en particular y para todos los
europeos en general; pues aquí el clima es tan favorable que los alimentos se
consiguen fácilmente, pues ni el frío del invierno los congela ni el calor del
verano los evapora. La belleza hispanoamericana también cautivó a los europeos
quienes nunca lograron comprender tantas maravillas, impensables en su medio
tan fructífero, producto del clima tropical; a diferencia de la naturaleza del
norte que padece las inclemencias de las cuatro estaciones.
García Márquez supo comprender y aprovechar estas dos
condiciones para crear una obra universal, a diferencia de tantas otras que se
contentaban con plasmar una realidad parcial. A manera de ejemplo, Cien años de soledad se desarrolla en
Macondo, que es un pueblo imaginario que tiene como característica la
posibilidad de que puede ser cualquier pueblo hispanoamericano, porque a todos
se parece.
Asimismo, García Márquez sabe aprovecharse de lo cotidiano
para crear sus historias, a diferencia de otros escritores, quienes en la
búsqueda de lo universal, se han ahogado en las aguas de la simpleza. Allí siento yo que esta la esencia de su
legado, que por ende es hispanoamericano a las letras universales. Admira la
historia de amor de sus padres y escribe El
amor en los tiempos del cólera; inmortaliza un crimen por honor en Crónica de una muerte anunciada; de las peripecias de su abuelo, el
coronel Nicolás Márquez en espera de una jubilación que nunca llega, surge El coronel no tiene quien le escriba;
y, la obra que lo inmortaliza al colocarlo al nivel de Cervantes con El Quijote; me refiero a Cien
años de soledad, es el producto de muchas vivencias. Por ejemplo, el éxodo
de José Arcadio Buendía hasta llegar a Macondo tiene su origen en el hecho en
el cual el Coronel Nicolás Márquez (abuelo de nuestro novelista) mata en duelo
a su compadre Medardo Pacheco (el 12 de octubre de 1928), personaje que aparece
en la novela bajo el nombre de Prudencio Aguilar. El caso del asesinato de los campesinos de de
Macondo, encuentra su principio en la matanza de los campesinos de las
bananeras de Santa Marta en 1928.
Es decir, García Márquez deja claro a la literatura
universal que para novelar no hay que viajar a las estrellas; pues vivimos en
un continente especial, tanto por la naturaleza como por la conducta humana.
América Latina es la tierra de los dictadores, quienes no tienen reparo alguno
en destruir cualquier ley o valor moral o de acabar con cualquier vida con tal
de mantenerse en el poder; es la tierra de una naturaleza prodigiosa, en la
cual todo es posible; es la tierra de los huracanes devastadores y de las
lluvias milagrosas que hacen que la tierra produzca lo necesario.
Nuestro autor sabe aprovechar cada recurso a su mano, para
construir mundos literarios de talla universal, pues, como él mismo nos señala:
“Aprendí a apreciar el olfato, cuyo poder
de evocaciones nostálgicas es arrasador.
El paladar que afiné hasta el punto de que probado bebidas que saben a
ventana, panes viejos que saben a baúl, infusiones que saben a misa. En teoría
es difícil entender estos placeres subjetivos; pero quienes los hayan vivido
los comprenderán de inmediato.” He allí donde yo creo que reside el secreto
universalista de este autor, quien confiesa sin remordimientos que: “En cada línea que escribo trato siempre,
con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus equívocos de la poesía, y
trata de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de
adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la
muerte.”
Y ¿cuánto al aspecto humano qué podemos decir?
Simplemente
la obra literaria de Gabriel García Márquez sabe recoger en cada línea, en cada
párrafo, la realidad hispanoamericana, colocándola en una dimensión
universalista, una realidad que es manantial de creación permanente, sobre todo
en regiones donde no nos conocen y tratan de vernos con los ojos con que se ven
ellos mismos; y, al no poder comprendernos como pueblo hispanoamericano, nos
atribuyen cualidades y condiciones maravillosas que para los que habitamos
estas tierras forman parte del pan nuestro de cada día.
Para concluir, me atrevo a afirmar, sin temor a
equivocarme, que el gran aporte de la obra de Gabriel García Márquez a las
letras universales, reside en el hecho de que toda la producción de este autor,
en alguna medida intenta crear una sociedad más equilibrada y más sensible en
la cual, como el mismo autor señala: “las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra.” Sin duda alguna, es una obra cuya
lectura cambia la vida de todos los lectores, pues los hace mejores personas,
capaces de comprender todos los sentimientos: amor, odio, bondad, maldad, etc.,
los cuales son reflejados en los diferentes personajes.
Todos estos elementos presentes en la obra garciamarquiana
nos conducen a una conclusión clara: vale la pena vivir la vida y, por qué no, Vivir para contarla, título de una obra en la cual nos da su testimonio
autobiográfico, su perspectiva acerca de su producción literaria, que es un
legado de Hispanoamérica para las letras universales.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
FUENTES, Carlos (2007.). Para darle nombre a América. En
Gabriel García Márquez, Cien años de
soledad. (págs. xv-xxiii). Bogotá.: Editorial Diana.
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel.
(1982). Ciudad Seva. Obtenido de Ciudad Seva:
www.ciudadseva.com/textos/ggmnobel.htm
VARGAS LOSA, Mario. (2007.).
Cien años de soledad, realidad total,
novela total. En Gabriel García Márquez Cien años de soledad. (págs. xxv-lviii). Bogotá: Editorial
Diana.
RAMÍREZ MERCADO, Sergio. (2007.). Atajos de la verdad. En Gabriel García Márquez. Cien años de soledad. (págs.
529-546.). Bogotá.: Editorial Diana.
GARCÍA
MÁRQUEZ, Gabriel. (2003). Vivir para contarla. Bogotá. Editorial:
Norma.
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