Melquiades
Villarreal Castillo
(El 14 de junio de 1948 fallece Zoraida Díaz, primera mujer que publicó un libro de versos en Panamá).
1922 fue el año que vio aparecer el primer libro
de versos de una mujer panameña, la maestra tableña Zoraida Díaz Chanis, quien
tuvo la dicha ver publicada su obra Nieblas
del alma (Panamá, Talleres Gráficos de El Tiempo).
Zoraida Díaz (1880-1848). |
Importante
me parece destacar el hecho de que esta publicación hubiese carecido de
fundamento, a no ser que – como en efecto es – los poemas publicados son de
alta calidad literaria.
Aparte
de Nieblas del alma, Zoraida Díaz
publica Cuadros en 1937, obra que
tuvo un gran recibimiento por la crítica, por la novedad temática dentro de la
poesía panameña, además del uso de un lenguaje cristalino y vehemente que logra
una plena interacción comunicativa entre el sujeto lírico y el lector.
Acerca de los rasgos biográficos de la
poetisa tableña, tenemos que Zoraida Díaz nace en Las Tablas el 10 de marzo de
1880. Lleva una existencia cargada de
pesadumbres y tormentos desde muy temprana edad. Sus desengaños los experimenta
tanto en el plano personal como en el profesional. En este último aspecto, se
le impidió (en más de una ocasión) ejercer su profesión de maestra por
discrepancias políticas.
En el plano personal, perdió a su
compañero en tres ocasiones distintas, pues –repito– sus días estuvieron
teñidos por el virus del infortunio.
Eleazar Escobar, su primer cónyuge muere en la Batalla de Tonosí durante
la Guerra de los Mil Días. Pasado un tiempo, pierde a su hija.
Después, la poetisa contrae nuevas
nupcias, esta vez con el comerciante español Pedro Ross, quien, al poco tiempo,
enferma gravemente y muere, dejándola una vez más sumida en un gran
aislamiento.
Posteriormente,
la poetisa se casa con el ruso Mendel Stronn, quien también fallece al poco tiempo.
Zoraida
Díaz deja este valle de lágrimas, víctima de un derrame cerebral el 14 de junio
de 1948.
En
lo que a su quehacer literario se refiere, nos encontramos con que uno de los
juicios más halagadores que Rodrigo Miró emite sobre un poeta panameño se lo
dedica a Zoraida Díaz, cuando manifiesta:
“Si Amelia Denis es
la poetisa de la Generación Romántica.
Si Nicole Garay formó parte de las filas de los modernitas, Zoraida Díaz
pertenece a la generación que irrumpió recién creada la República… fue la primera mujer panameña que publicó un
libro de versos. Eco fiel de su verdad,
la verdad de una mujer maltratada por la vida, se nutre este libro de una
poesía doméstica. Sin embargo, en algunos momentos alcanza auténtica calidad.” (MIRÓ, 1953.)
La
poesía de Zoraida Díaz se particulariza
por un abismal acento de desdicha, que exterioriza los anhelos malogrados de
una mujer soñadora, deseosa de una vida llena de júbilo, tal como lo manifiesta
en el poema Deseos:
“¿En
dónde estás alma mía
que
no te puedo encontrar
ni
en el cielo, ni en el mar
ni
en mi contante agonía?
Quiero
ser rosa… botón:
ser
celaje, rosicler,
ser
todo… menos mujer
con
memoria y corazón.”
En el
enigma de la primera estrofa, el yo lírico (una mujer perceptiblemente),
insinúa ansiedad por la existencia, por reunirse consigo misma, pues no logra
aliviarse de los naufragios sensitivos experimentados en su vida por su
temperamento femenino.
El
poema resulta mucho más seductor si nos detenemos a reflexionar que el héroe
poético ha rastreado su propia identidad en el éter y en el mar, que no en la
tierra, que es donde se supone que debe encontrarse.
La
pesquisa resulta muy efusiva su la avizoramos desde la óptica suplicante, que
la distribución de la estructura sintáctica del poema tolera. La misma utiliza
como pedestal el uso contumaz de la conjunción “ni” para desmentir la realidad,
el hallazgo con su propia esencia, pues el subterfugio engendra la probabilidad
de abundantes alternativas fallidas.
Resulta de sumo interés la segunda
estrofa que es un diáfano ingrediente referido a la poesía feminista. El sujeto lírico concluye que su aflicción no
se debe a ninguna causa interna ni externa, sino escuetamente a su condición de
mujer.
El poema es un sonetillo (especie de
soneto compuesto en versos octosílabos); es decir, versos de arte menor, con lo
cual, quizás, Zoraida Díaz quiera indicarnos el vasallaje de la mujer frente al
varón, a quien, de acuerdo con nuestra presunción, el hablante piensa que se le
reserva el uso privilegiado de la versificación de arte mayor.
Las dos estrofas finales resultan
sumamente atractivas, por lo menos desde el punto de vista semántico:
“Ser ola muerta en la playa,
ser rosa que se desmaya
después de vivir un día.
Ser toda yo pensamiento
y disolverme en el viento
en busca tuya, ¡alma mía!”
Ciertamente,
se percibe la influencia de Rubén Darío, pues se transcriben –casi literalmente–
versos del vate nicaragüense: “la rosa que se desmaya” nos recuerda el verso “se
desmaya una flor” en Sonatina y el anhelo de ser otra
cosa evoca el poema Lo fatal, pues el héroe lírico envidia la singularidad
indiferente de la piedra para rehusar la angustia.
Existe, además, un rejuego léxico que
sirve como disimulo al yo poético, para rastrear la exploración de su propia
esencia en los versos precedentes, pero en busca del ser amado, en el verso
último, lo cual se sustenta a plenitud mediante el uso de la ambigüedad
semántica.
Las páginas de Nieblas del alma tienen ribetes románticos, flanqueados por
cristalinos matices modernistas. Es
indiscutible, pues, que lo sensiblero emana del apego del yo poético por
descubrir la beatitud, eludiendo el nimbo del desconsuelo que la custodia como
secuela de sus infortunios amorosos.
El
componente modernista, por su parte, se dimana, del discernimiento de la
corriente literaria que estaba en boga en su época, por lo menos en Panamá,
aunque ya en otras latitudes se le había torcido el cuello al cisne daríano.
Nieblas del alma
es una obra que se escinde en tres partes, cada una de las cuales detenta
rasgos inconfundibles. La primera se
titula Nieblas y se compone de once poemas de motivo diverso;
la segunda, a nuestro criterio, la mejor lograda, se titula Sonetos y se compone de siete poemas
(recuérdese que de acuerdo con nuestro código cultural el siete es el número de
la buena suerte). Es digno resaltar el hecho de que en esta sección se
encuentra el poema Deus dedit, Deus abstutit, que, de acuerdo con nuestro sentido
común, es el mejor elaborado por Zoraida Díaz. A continuación, se transcribe un
fragmento del mismo:
¡Señor!
Él era justo y abnegado
con
tu amor y mi amor llenó mi vida
y
dio paz a cada alma adolorida
y
fe y consejo a cada descarriado.
Por
defender tu nombre fue soldado
y
en lucha desigual enardecida
cayó
por siempre con la frente herida
en
un gesto de clásico cruzado.”
El
referente de este poema es transparente, por lo menos para los que conocemos
los rasgos biográficos de la autora. Los versos están dedicados al Capitán Eleazar
Escobar, su primer esposo (muerto en la Batalla de Tonosí). Escobar era conservador, factor del cual se
sirve la poetisa para casi santificarlo al compararlo con un cruzado (soldados
que defendieron la fe cristiana en siglos anteriores), pues Escobar muere como
conservador, salvaguardando también la fe de Cristo.
El
vocativo señor evidencia, de forma inmediata, la alusión al
soliloquio muy íntimo, por cierto, entre el héroe lírico y la persona divina,
donde el primero expone las cualidades del sujeto, sugiriendo –de manera velada–
un premio celestial, para su hombre, quien está adornado con adjetivos
lisonjeros, tales como justo y abnegado y clásico cruzado.
Los
verbos copulativos reiteran la naturaleza adjetiva de las expresiones
supraseñaladas. Por otro lado, el sujeto
deposita sus acciones en elementos tales como paz, fe y consejo, los cuales
recaen en objetos indirectos caracterizados por el sufrimiento, tales como: a
cada alma adolorida, a cada descarriado.
La
petición de salvación para el ser amado, reitero, es un mensaje subliminal, por
el simple hecho de haber muerto como mártir y testigo de la fe cristiana.
Uno
de los últimos poemas de Zoraida Díaz Resurrección es dueño de un profundo
estoicismo cimentado en la fe cristiana, en la esperanza de un mundo mejor, especie
de nirvana ajeno a todo sufrimiento.
El
poema se caracteriza por un hálito de resignación, de fe y, sobre todo,
demuestra el profundo aprendizaje obtenido por el héroe lírico a través del
padecimiento que, de acuerdo con los cristianos, purifica el alma.
El
texto evoluciona de manera transparente, en torno a un eje ascendente que se
nutre de esperanzas:
“Tras el oscuro velo de la ausencia
yace escondido el alma de un
recuerdo
de un recuerdo que dice a mi
conciencia
que pronto volverás… que ya no te
pierdo.”
El
poema vislumbra la búsqueda del ser amado.
Es, además, sinónimo de la soledad vivida por la autora, del temor a la
misma, y del anhelo de vencerla, lo cual se evidencia en el último verso a
través de la conformidad delirante, cimentada en la fe que el amado pronto
volverá.
La
segunda estrofa, por su parte, de manera contrastante, es un canto a la conformidad:
“Yo
siento palpitar junto a mi vida
la
tuya… y en un loco desvarío
con
el alma enlutada, entristecida
recordando
tu imagen me extasío.”
El
intertexto de Manuel Acuña “en un loco desvarío”; empero, puede ser una pieza
clave para interpretación, pues decodifica el mensaje textual, concluyendo que
la conformidad es un insano desatino.
La
tercera estrofa sí contiene un mensaje esperanzador:
“Pues
sé que cuando suene allá en los cielos
la
voz de los clarines celestiales
tendrán
fin mis angustias, mis anhelos,
y
entonaré de nuevo mis cantares.”
El matiz alentador encuentra su más
sólido basamento en la muerte, la cual –como es potable inferir del texto–
traerá una nueva vida, donde la angustia carece de espacio; es decir, un sitio
paradisíaco donde el yo poético podrá entonar sus canciones, cánticos de
felicidad, muy diferentes a sus panegíricos al martirio que hasta entonces
había promulgado a lo largo de la existencia.
La cuarta estrofa es una reafirmación
del campo semántico sustentado en los versos anteriores:
“Cantares
dulces, tiernos, melodiosos
que
llevarán a tu alma desolada
el
reflejo de tus tiempos más dichosos
y
la expresión de mi alma enamorada.”
Excluyendo el
adjetivo desolada, que es como se siente el alma del enamorado, todos los
adjetivos presentes en la estrofa, significan felicidad: tiernos, melodiosos,
dichosos, enamorada. Esta concepción de
la vida se genera a partir de la certeza de la resurrección del amado:
“Y
tú revivirás. ¡Es imposible
que
al escuchar mi voz y mi gemido
aún
permanezcas mudo e insensible
en
tu glacial reposo sumergido!”
En estos versos,
volvemos a notar la inseguridad originada por la nulidad que sufre el ser
humano ante la presencia de la muerte.
Sin embargo, el yo poético expone su fe en la resurrección de la persona
amada, quien no puede continuar indolente frente a las muestras de amor y de
sufrimiento padecidos por el hablante.
Así, cuando el amado despierte del sueño de la muerte:
“Vendrás
a mí, lo sé, y en este instante
he
de mirar ansiosa que surgiste
en
medio de las sombras, siempre amante
¡las
sombras, en que envuelto te perdiste!
En el instante de la
resurrección del ser amado, lógicamente, se acabarán los tormentos y, sin
ellos, el hablante logrará la apetecida complacencia:
“Entonces
cantaré, cual la avecilla,
que
allá en el seno de la selva umbría
entona
su canción dulce y sencilla
cuando
anuncia la aurora del nuevo día.”
Esta última estrofa tiene inherente el
concepto de la felicidad máxima, que se desprende de la comparación del yo
poético con una avecilla que canta en la selva umbría, que dicho sea de paso es
una imagen de Dante.
En conclusión, Nieblas del alma es un poemario maravilloso, a tono con la producción
literaria de la época, que demuestra el afán de felicidad de una maestra rural
que no encontró el júbilo a causa de los percances experimentados a lo largo de
su existencia. La obra es un canto a la
nostalgia, con una apetencia tenaz de afinidad donde la autora manifiesta el
deseo de descubrirse a sí misma.
El texto, a nuestro juicio, merecer
ser reeditado, pues esta sería una forma de rendir tributo a la primera mujer
panameña que publicó un libro de versos.
Finalmente, dejo claro que el autor de
este artículo se sentirá más que complacido, si el pueblo de Las Tablas, rinde
algún homenaje a la poetisa Zoraida Díaz, de manera que la misma sea recordada
por las generaciones venideras que se pierden cada vez más en los intrincados
meandros de la fatuidad y de la apariencia acarreada por un carnaval eterno que
eclipsa la cultura.
Las Tablas, 8 de noviembre de 2012.
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