lunes, 4 de junio de 2012

LUPITA QUIRÓS ATHANASIADIS: EL CASO DEL ASESINO DEL ASCENSOR

        Lupita Quirós,  en el relato El caso del asesino del ascensor nos remite al género policíaco; la búsqueda del culpable de un delito, en un crimen que parecía  perfecto.

Lupita Quirós Athanasiadis
        Al detective Fajardo se le asigna el caso.  Y él gustoso lo acepta.  Gozaba de la fama de ser capaz de desentrañar los arcanos de cualquier caso que sus colegas catalogaran prácticamente de imposible.

         Sin embargo, el detective Fajardo vivía un grave problema sicológico a raíz de la muerte de su esposa y de su hija en un accidente tres años antes.

         El caso al que nos referimos es al de la muerte de un fiscal en un ascensor.  No había prueba alguna, los posibles sospechosos fueron descartados inmediatamente; no obstante, Fajardo sigue tras la pista, inclusive busca una oportunidad para reunirse con la viuda del fiscal y hace una cita con ella en un parque.

         Sin duda de ninguna naturaleza, la obra nos remonta a Edipo Rey, cuando Edipo busca a toda costa encontrar el culpable de la muerte del rey Layo, con lo que el relato de Lupita Quirós podemos catalogarlo dentro del género policíaco.

         El detective logra la cita con la viuda, quien recordó un incidente que se había dado entre él y su esposo.  Fue algún tiempo atrás, cuando Fajardo quiso regalarle una flor a la hija del fiscal en presencia de la madre.  El fiscal lo recriminó y, aunque el incidente no llegó a mayores, sí causó un resquemor entre ambos.  Fajardo no tuvo ni siquiera la oportunidad de justificar su acción, la cual se da por el simple hecho de que confunde a la mujer y la hija del fiscal, con su mujer y su hija fallecidas en un accidente.  Fue un lapsus mental lo que generó el equívoco.

         Fajardo persigue entre sus recuerdos, pide permiso a la señora para hacer algo, la señora amablemente le acepta la disculpa y Fajardo corre hacia su carro, desesperado ingresa al vehículo y:

“Entonces, en un despliegue  de esfuerzo sobrehumano, sin saber muy bien el porqué, fue directo a la guantera.  La abrió.  Allí, encontró la confirmación de su sospecha: una gardenia marchita y estrujada y, más atrás, en una bolsa plástica, la navaja.” (Pág. 16)

         Simplemente, al igual que Edipo, Fajardo se percata de que ha descubierto al criminal que buscaba.  Es él mismo.  Sin embargo, llama poderosamente la atención la forma como la narradora conduce al lector, como una marioneta, entre los diferentes planos de la narración, y es en la última palabra en la cual revela la trama.  Solo cuando habla de la navaja es que el lector, que acompañó al detective Fajardo en sus pesquisas, se percatata de que él es el  culpable del asesinato.

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