lunes, 23 de enero de 2012

SEMÁNTICA DEL POEMA PREGUNTAS SOBRE LOS CERDOS E IMPRECACIONES DE LOS MISMOS

           "La ignorancia, la pereza y el vicio son los ingredientes apropia­dos para formar un legislador;  quienes mejor explican, interpretan y aplican las leyes, son aquellos cuyos intereses y habilidades consisten en pervertirlas, destruirlas y eludirlas."
                                                                                      Jonhatan Swift Los Viajes de Gulliver.

José Emilio Pacheco, poeta mexicano, autor de una novela impresionante por la temática, y por qué no, por el título: Morirás Lejos, nos sorprende con su poesía. En su libro, No me preguntes cómo pasa el tiempo, en la IV parte, titulada "Los animales Saben", hay 10 poemas dedicados a la filosofía animal, entre los que se destacan los cangrejos, murciélagos, monos, peces, halcones y, sobre todo, los cerdos y los leones. Los cerdos se convierten en el paradigma de esta exposición.
       En el poema "Preguntas sobre los cerdos e imprecaciones de los mismos", introducido por un epígrafe tomado de Gaspar Melchor de Jovellanos: "¿Existe otro animal que nos dé tanto?", el héroe lírico, nos evidencia, mediante un curioso afán lúdico, una imagen desembarazada de la sustancia de la vida de los cerdos, que por amplitud, muy bien puede ser análoga a la vida de los hombres:


"¿POR QUÉ todos sus nombres son injurias?: puerco marrano cerdo cochino chancho. Viven de la inmundicia, comen, tragan (porque serán comidos y tragados). De hinojos y de bruces roe el desprecio por su aspecto risible, su lujuria, sus temores de obsceno propietario. Nadie llora al morir más lastimero interminablemente repitiendo: y pensar que para esto me cebaron, qué marranos qué cerdos qué cochinos."
      Este poema simplemente es prodigioso por su peculiar disposición: Sus once versos endecasílabos, reflejan un mensaje indiscutible. Es evidente que este artificio métrico obedece la misión de representar las extremidades del marrano, que en última instancia expone los soportes en que se sustenta la ontologia porcina. Si examinamos la semántica del texto, nos encontramos con lo siguiente: Se inicia con una interpelación: ¿POR QUÉ todos sus nombres son injurias?: Resulta diáfana el empeño filosófico, el cual se infiere del interrogante, el cual se reitera con el uso de la mayúscula cerrada con interés de enfatizar.
      Los dos puntos cumplen un oficio sumamente decidor: Son la respuesta contigua del raciocinio metafísico que el héroe lírico tiene en cuanto a la existencia porcina; son: puercos, marranos, cerdos, cochinos, chanchos. Hay que anotar, que a pesar de la analogía, no se utilizan comas, lo que también cumple un cometido en la estructura semántica del tema, pues al no existir intervalos, los apelativos se adjetivan transformándose en epítetos insultantes: puercos marranos cerdos cochinos chanchos.
     Posteriormente, el yo lírico recrea la imagen de un ecosistema, reiterando las cualidades cerdiles de los puercos, que:

"Viven de la inmundicia, comen, tragan
             (porque serán comidos y tragados).
      En estos versos, la analogía separada por comas, revela la forma de los puercos engullir: obsérvese la ordenación de los acentos en la sexta y undécima sílabas: Engendra una secuela sonora muy singular que genera la imagen onomatopéyica del sonido que provocan los cerdos al alimentarse.
      El examen léxico-semántico del poema continúa ofreciendo connotaciones sarcásticas sobre la realidad porcina: su aspecto es risible, son lujuriosos y temerosos a la vez. Son objeto de desprecio por sus cualidades de esperpento. Sin embargo, "Nadie llora al morir más lastimero", cualidad que Jonathan Swift atribuye al ser humano:

"En los dos reinos antes mencionados, encontró que una vida larga era el deseo y anhelo universal de la Humanidad. Quien tenía un pie en la tumba, era seguro que afianzaba el otro lo más firmemente posible; el más viejo tenía aún esperanza de vivir un día más y consideraba la muerte como el peor de los males, del cual la naturaleza lo impulsaba a apartarse siempre."
     Sin embargo, el apego a la vida no es lo más sustancial del poema, sino que los dos versos concluyentes sintetizan de manera magistral el mensaje que en ningún instante resulta embrollado, lo que facilita se decodificación:
      "y pensar que para esto me cebaron, qué marranos qué cerdos qué cochinos."

     Indubitablemente, estos dos endecasílabos son alusiones transparentes a la condición humana, pues existe una reitera­ción de un recurso estilístico: La ausencia de las comas que realiza la misión de frustrar las pausas, con lo cual el cerdo se desquita agraviando al hombre: "qué marranos qué cerdos qué cochinos."

    No obstante, el verso anterior "y pensar que para esto me cebaron," es una cautivante reflexión sobre la vida humana: El hombre ceba al cerdo con inmundicias con miras de engordarlo, para luego devorarlo generando una transustanciación, convirtiéndose en cerdo.

     Por otro lado, el poema es una antítesis que no se vale de ningún eufemismo para llegar a una conclusión. El yo lírico, que es la representación del hombre, colige que los puercos son: puercos marranos cerdos cochinos chanchos; pero al mismo tiempo, los cerdos al referirse a los hombres, en el cosmos del poema, lo hacen en los términos siguientes "qué marranos qué cerdos qué cochinos."
      Saliéndonos del contexto, tenemos que llegar a la conclusión que hace mucho tiempo meditó un campesino, cuando dijo que "puerco es el que los cría."

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