Melquiades Villarreal Castillo
La décima es la estrofa más estimada por el hombre panameño, pues la misma llegó a nosotros junto con la colonia y con las costumbres hispánicas.
Esta estrofa sirve al campesino -sobre todo-, para exteriorizar sus pensamientos y sus sentimientos. La misma le resulta más atractiva, pues el folclor ha impuesto una serie de torrentes (tonos) en mejoranera (guitarra rudimentaria típica de Panamá) o guitarra, que facilitan su canto, profundizando el lirismo presente en la misma.
Desde este punto de vista, nos resulta factible aseverar que este canto es más interesante, porque puede tocar los temas más diversos, con lo cual el campesino garantiza la continuidad de su sabiduría.
En este sentido, podemos argumentar que este hecho no es nuevo, pues es el papel jugado por los juglares españoles que, durante la edad media, esparcieron por todos los reinos hispánicos los diferentes mensajes que se pretendían transmitir.
Es indispensable señalar, antes de continuar, que los ejemplos que hemos traído al caso, provienen de la obra La décima y la copla en Panamá de los esposos Manuel Fernando Zárate y Dora Pérez de Zarate.
Así, la décima que contiene la filosofía del pueblo es la de argumento. En este tipo de décima, se encuentran los temas más diversos enfocados desde la óptica de la demosofía. Veamos, por ejemplo, los siguientes versos en los que se refleja la realidad de la vida:
"Nada en esta vida perdura
perecen bienes y males
y a todos nos hace iguales
una misma sepultura."
Los versos citados expresan la realidad de la vida y hasta cierto punto rememoran el Eclesiastés, texto bíblico en el que se denuncia la vanidad de las acciones humanas que, a la postre, se hundirán en el olvido, pues la vida humana es intrascendente.
Asimismo, evocan los versos la igualdad de los hombres, pues a pesar del bien y del mal, de la riqueza o de la pobreza, del color, de la fe, todos somos iguales en el trance de la muerte, por lo tanto lo único que le queda al hombre es la búsqueda de la felicidad, pues su carácter efímero no le permite tiempo para preocupaciones baladíes:
"Mira que la vida es nada
y teniendo que morir
con tanto que hay que sufrir
es mejor la carcajada;
yo con el alma agobiada
de tanta complejidad
me río con tanta bondad
y de paso estoy conforme
en las tablas del enorme
circo de la humanidad."
Evidentemente, el bardo, a pesar de no ser letrado conoce la esencia misma del ser humano, pues compara, al modo romano, la humanidad con un circo enorme, en el cual todos somos actores y espectadores indolentes del sufrimiento de los semejantes.
Desde que el hombre tuvo conocimiento de su existencia, ha confrontado una serie de dificultades originadas de su condición finita. Es simple. El hombre se niega a resignarse a la muerte. Por ello, buscó en otros elementos la posibilidad de lo eterno, demostrando su aprehensión ante la parca.
Así, la décima que contiene la filosofía del pueblo es la de argumento. En este tipo de décima, se encuentran los temas más diversos enfocados desde la óptica de la demosofía. Veamos, por ejemplo, los siguientes versos en los que se refleja la realidad de la vida: "Nada en esta vida perdura/ perecen bienes y males/y a todos nos hace iguales/ una misma sepultura." Los versos citados expresan la realidad de la vida y hasta cierto punto rememoran el Eclesiastés, texto bíblico en el que se denuncia la vanidad de las acciones humanas que, a la postre, se hundirán en el olvido, pues la vida humana es intrascendente.
Esta situación, no escapa a la temática de las décimas conservadas por el folclor nacional:
"Dice la Santa Escritura
que Dios al hombre formó
y que el alma le infundió
para una vida futura;
pero allí llega la duda
por ser extraños, profundos
por ser extraños, profundos
los problemas que presenta
y no habrá de dar la cuenta
ni yo, ni tú, ni ninguno."
Es fácil advertir la duda permanente del hombre, la imprecisión constante que ha afectado a todas las civilizaciones. Se evidencia, sin embargo, como se arraiga el pensamiento español, pues se busca en las escrituras la explicación para la vida.
En este caso, se dice que Dios dotó al hombre de un alma inmortal; sin embargo, surge una duda mayor: ¿por qué si tras la muerte se logra la vida eterna, entonces la gente persigue hasta lo último conservar la existencia terrena? La respuesta es categórica y elemental: El ser humano, el instruido o el manuto, tiene muy poca fe y, fundado en la sabiduría popular, prefiere una vida corta en mano que existencia eterna volando.
El dinero es otra causa de los diferentes problemas que enfrenta el hombre de todas las latitudes, en todas las civilizaciones, pues la lucha entre ricos y pobres es la causa de la esclavitud a la que han sido sometidos millones de seres humanos a lo largo de la historia.
Y es que el dinero, nadie lo puede negar, tiene la virtud de alterar el pensamiento humano de forma tal que nadie se sacia con él, el que más tiene más anhela poseer y el que no tiene también lucha desesperadamente por conseguirlo, descuidando la esencia de la vida que es vivir, por andar tras el dinero, lo cual a la postre carece de sentido desde el punto de vista de que al final con dinero no se evita la muerte que pone fin a todos los afanes.
"Oh dinero cuánto vales
quién te pudiera guardar,
pues al rico lo engrandeces
y al pobre lo abates más."
Otro problema muy tratado por la décima panameña es el de la moral, la conciencia que tiene el ser humano en cuanto al bien y al mal.
Desde este punto de vista, queremos señalar que estos conceptos no son tan vacíos como muchos piensan, sino que tienen permanencia en el devenir de los tiempos. Por ello, encontramos versos como los siguientes:
"Los secretos ya se sabe
que el declararlo no es bueno;
menos cabe en pecho ajeno
lo que en el tuyo no cabe,
ya sean leves, ya sean graves
el declararlo es mal hecho.
Y como estoy satisfecho,
te advierto que te receles
y que ninguno reveles
el secreto de tu pecho."
En esencia, estos versos reflejan una conducta moral del hombre que debe enfocarse hacia el comedimiento, evitando hacer comentarios que lo dañen a la larga; pues, se evidencia el carácter egoísta del ser humano, por lo cual se invita a cada cual a proteger sus propios secretos, ya que si uno mismo no es capaz de guardarlos, cómo va a hacerlo otro a quién se los contamos.
La soledad es un factor que toca a una gran cantidad de personas, inclusive es el objetivo de muchas de las cuartillas de este ensayo. Sin embargo es digno de notar que el campesino no contempla la soledad como un producto de hibridez racial; si no que su punto de vista se va a lo más prístino que es la búsqueda del ser humano de una pareja que le permita realizar los designios primigenios y paradisíacos de Adán y Eva:
"El hombre sin la mujer
es embarcación sin rumbo
tampoco existiera el mundo
ni delicias, ni placer
sin la mujer no hay querer;
es una ciudad sin plaza;
y si la mujer se casa
consuelo es de su marido;
ni la paloma en su nido
es la mujer en su casa."
Hasta donde hemos visto al campesino le importa muy poco con los problemas nacionales, en su concepción filosófica. Y hay que entenderlo desde un punto de vista del tiempo y el espacio en que se encuentra.
El campesino sólo se preocupa por sus problemas más apremiantes, por su vida, pues hundido en el monte produce su propio alimento, no depende de otros seres, lo cual le da cierto aire de libertad, ya que la mayor parte de las veces, debido al analfabetismo, este hombre mantiene pura su esencia, puesto que ni siquiera se contamina con la lectura.
Sin embargo, es importante anotar que, a pesar de sus limitaciones el hombre del campo, también ha hecho su contribución a la elaboración de un bosquejo ontológico nacional a través de la décima aunque nos atrevemos a afirmar que para este hombre no existe una plena conciencia de la nacionalidad, la cual se circunscribe únicamente a su terruño.
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