jueves, 23 de diciembre de 2010

MÚSICA DE LAS ESFERAS: ¿CANCIÓN DE LOS SONIDOS DEL SILENCIO O SINFONÍA DEL AGUA?

Melquiades Villarreal Castillo
Para Silvia, en Navidad.

 
Silvia Fernández-Risco
         Los días previos a la Navidad nos envuelven con las frescas caricias de los vientos del norte para invitarnos a compartir en familia.  Eso es lo usual. Sin embargo, en esta Navidad, sentí una inquietud diferente atraído por el lujurioso amarillo de la portada del cuentario Música en las esferas de Silvia Fernández-Risco…Ese sentimiento pudo más que lo usual y terminé leyendo el texto completo….

            La obra se compone de nueve cuentos, en los cuales pululan personajes cotidianos, los cuales, al ser pintados con la pluma de Silvia cobran una dimensión diferente junto con sus acciones y con su hábitat. Se convierten en fina poesía. Me negué, como siempre lo hago a leer el prólogo, tal y cual hago con cualquier prólogo,  del maestro Ernesto Endara, debido al temor conocido de dejarme influir por una lectura ajena; sin embargo, terminé convencido de que Endara tiene razón en cada una de las apreciaciones expuestas.
            El cuento que hereda el nombre a la colección parte de un referente inusual, pues recuerda que según Pitágoras: “los cuerpos celestes producen sonidos  que al combinarse forman la llamada música de las esferas.” Difícil sería comprender esa afirmación cósmica, si no existiera el amor como acto de carne y espíritu en el cual los cuerpos se asfixian en la muerte placentera del orgasmo.  Por ello, la protagonista que gozó la música de las esferas, nos cuestiona acerca de lo que experimentaba Pitágoras cuando hizo la aseveración citada, insinuando que, simplemente, estaba viviendo un acto de placer de la carne.
            La mujer tiene su misterio y sólo algunos elegidos tienen la capacidad de comprenderlas, de saber decir a sus oídos el exitoso secreto que el Ratón Pérez supo susurrar a oídos de la Cucarachita Mandinga. Por ello, en el relato El Piso cuarenta y siete Yamileth desnuda la voz de la mujer que siente deseos incógnitos de expresar el mundo que vive en ellas. Así, a pesar de que era un ama de casa feliz, porque tiene todo lo material, se deja seducir por un anuncio de periódico en el cual un caballero solicita ver una dama. Es interesante la forma cómo, Yamileth cuando sube al piso, no puede controlarse y toda su libido la impulsa a desvestirse, a sentirse liberada de las ataduras sociales y la llevan a comprender  que nació para eso, entiende que desnuda y anhelante en un elevador es una Yamileth nueva o, lo más sugestivo: que es la más antigua de todas.
            Dilbia y yo es un cuento en el cual afloran dos polos – opuestos y complementarios simultáneamente– la persona perfecta y material en confrontación con la soñadora idealista. Sin embargo, amigo lector, lo más trascendente es que ambas, en el momento final, descubren que su esencia como mujer está impregnada de cuerpo y de sueños.
            La sinfonía del agua la vamos a percibir a plenitud en los relatos Acuática, Danza marina y Agüita de elefante, donde los personajes descubren en el agua la esencia de la vida, pues el líquido forma nuestros cuerpos, nos desinhibe de nuestros temores y funge como combustible capaz de hacer funcionar los motores del amor, sentimiento que nos permite soñar y que, como sugiere Silvia, en singular sinestesia, nos permite escuchar los colores del arcoíris.
            La sonrisa es un cuento que describe la esencia de muchos casos que denuncian los diarios de nuestro país, donde las mujeres son maltratadas. Nos relata la experiencia de Amelia, una mujer perfecta de acuerdo con los convencionalismos sociales, ya que se dedica en cuerpo y alma al marido, tanto así que para celebrar los nueves meses de boda adorna un jarrón con  perfumadas flores, las cuales despiertan sus celos y hacen que le propine una golpiza. Él, claro está, va a la cárcel; a ella, en el hospital le reconstruyen con un tratamiento milagroso su faz y con ella su sonrisa; pero aprende que la misma no debe ser prodigada a todos, sino a quienes se la merecen.
            El trapito de la señora Amelia es el cuento que cierra la colección. Narra los caprichos de una mujer que tiene una obsesión hiperbólica por la limpieza, por lo que imagina animales y bestias donde no los hay, situación que no es comprendida por su doméstica, hasta que – por decisión del esposo– solicita la ayuda de una ambulancia y ve que en el trapito blanco que ella utilizaba para limpiar la más mínima mácula de su hogar, conviven las fieras que todos creían producto de su imaginación, evidenciando la locura del personaje que también puede ser un fruto de la soledad y de la incomprensión.
            Para finalizar, me atrevo a afirmar que Música en las esferas de Silvia Fernández Risco es una obra interesante, en la cual el ritmo interno nos hace danzar el placer de la lectura en cada uno de los relatos.
Peña Blanca de Las Tablas, 23 de diciembre de 2010.

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