VIENDO
PASAR MI VIDA
Melquiades Villarreal Castillo
(VILLARREAL CASTILLO, Melquiades. Viendo pasar mi vida. Chitré, 2018)
ISBN 978-9962-12-680-5
Esperanzas
Mi
vida
paladea
esperanzas
la
muerte
bosteza
noches
con
aroma de agua
mi
destino
diluye
cenizas
odios
y locura
el
silencio
ensancha
las
sombras
de
los cautivos.
Triunfo
Mis
huesos
triunfan
sobre
el fuego
mi
piel luce
el
enigma
del
agua
con
mi sudor
el
crepúsculo
canta
plegarias
al
abandono
mi
ímpetu
se
eleva
al
amanecer
quebrando
canciones
de
árboles
caídos.
El
silencio
El
silencio
me
perturba
con
la redondez
de
los recuerdos
los
espejismos
me
acorralan
en
un costal
de
navegante
mi
vida
es
una flor
gimiendo
en
el desierto
entre
incendios
y
despojos
consume
sus
esperanzas.
Vivo la verdad
de luces gélidas
como hielo
de colores
del aire
brotan mariposas
con expresión ausente
el sol amarillea
en mis campos
la brisa roba flores
a los cementerios
mis huesos crujen
con la soledad azul
en la distancia
náufragos taciturnos
sueñan otras realidades
entre chispas de fuego.
Confusión
Un
trueno
confunde
mis
sueños
el
viento
devora
sus gritos
sobre
ladrillos
que
huelen ruinas
callo
los
silbidos
de
la muerte
tienden
sus brazos
al
despertar.
Ojos
cubiertos
Escupo
la adversidad
barro cocido
entre el follaje
con
ojos cubiertos
por
la fortuna
entre
sombras rosadas
el
río de la existencia
se
desliza como serpiente
la
selva devora
mis
esperanzas
el
humo cae
sobre
mi rostro
máscara
surcada
por
mil arrugas.
Aromas de fuego
Mis
noches respiran
brazas
ardientes
y
aromas de fuego
hombres
infectados
por
sus desgracias
añoran
el tormento
cuando
caminan
hacia
el fuego eterno.
Murmullos
Escucho
el murmullo
de
los sarcasmos
extendiendo
sus
alas
por
temor
a
la realidad.
Perdido
en la selva
Me
perdí en una selva
llena
de mosquitos
bajo
nubes grises
hormiguean
las palabras
cual
hojas secas
ocultan
mi barro
con
sueños diferentes
pero
igual destino:
escapar
de la eternidad.
Pesadillas
Mis pesadillas
se arrastran
como fieras
hacia el sol
distraen sus zarpas
agarrando el viento
sus pupilas se deleitan
viendo pasar mi vida
la bóveda verde
cubierta de mal olor
es indiferente
a la queja
de una presa
perseguida
por las garras
del hambre.
El
brillo de las estrellas
Te
contaré
una
historia:
las
estrellas
brillan
después
de
su tiempo
enquistadas
en
un viaje
de
horror
impasible
rompen
la
noche
en
fuga
sin
tregua
sin
vacío
sin
luna
ni
destino.
Figuras
macilentas
Me
asustan
las
figuras
macilentas
culebrean
llenas
de escamas
de
tiempo
y
de salitre
el
mediodía
espeja
la fealdad
de
mi sombra
quemando
mis
pupilas.
Tragando polvos
En
mis recuerdos
aúlla
la sed
tragando
polvos
nauseabundos
camino
hacia
un
pueblo habitado
por
fantasmas
de
carne y hueso
—rostros
oscuros—
turbados
por la tarde
naranjos
sucios de barro
muerden
la distancia
en
mi memoria.
Construyo
un barco
Con
un trozo de papel
—violado
por las palabras—
construyo
un barco
para
eludir mi hastío
me
miro
en
el espejo de las aguas
apesta
a fango
hervido
por el sol
fracaso
en mi intento
de
olvidar mi realidad.
Sol
sofocante
Mi
alma
—estuche
vacío de confianza—
flota
en oleajes candentes
bajo
el sol sofocante
mi
voz pausada
como
plaza de pueblo
esclarece
verdades
cantando
heridas
hartas
de ofensas
las
muertes iracundas
tiemblan
cual fantasmas
abatidos
por las tinieblas.
Olvidé
mi nombre
Entre
rostros
bañados
de sudor
olvidé
mi nombre
mis
desvaríos
se
encienden
cual
siluetas
a
contraluz
mudo
de piel
como
la víbora
oculta
en su nido
soy
mezcla
de
gritos
de
aire pegajoso
insensible
a mi fetidez
soy
la uña
que
incomoda
la
vieja cicatriz
el
viento que
penetra
ventanas
entre
cintas de roca.
Olvidos
intoxicados
auguran olvidos
intoxicados
de esperanza
le recuerdan
a mi voz
una sombra
matizada de luz
en el desierto
embrujado
por la añoranza
desde el fondo
de la muerte
penachos de tierra
tosen y escupen
la mañana.
Penumbras
de colores
Mis
labios
perdonan
el silencio
mueca
de tus temores
mis
ojos
escrutan
penumbras
entre
los colores
de
las estrellas
el
destino
me
persigue
dibujando
palabras
en
el aire
soy
algo más
que
un nombre
aflicción
en el desierto
en
medio de la noche
siento
temor
a
los rostros de piedra
al
vendaval y al placer
me
desespera la ausencia
de
las muertes ajenas
vengadas
por un espejo
al
reflejar tus sollozos.
Frío
y sombras
Mi
vida sabe a desilusión
a
frío y a sombras
a
peligros y adversidad
huele
a piedras
a
confesiones y castigos
que
roen el corazón
el
tañido de la campana
me
devuelve la seguridad
en
la perpetua promesa
con
rapidez olvido
la
imagen de desastre
las
llamas de la fe
bajan
del cielo
iluminando
mi noche
abriendo
las puertas
de
mi destino en rebeldía
a
mi añoranza de mundo.
Los
demonios de mis pensamientos
En
mi interior
todo
es frío
los
demonios
de
mis pensamientos
me
ahogan
inyectándome
veneno
tormentos
y
errores
abrumado
quise
hablar
las
palabras flotan
como
campanadas
indultan
o condenan
mi
rostro
se
demacra
como
el sol
que
marchita
las
mañanas
mi
estómago
es
la casa
del
frío
del
tormento
y
de los engaños
metálicos
de
las campanas.
Convivir
con mis dudas
Temo
enfrentarme
a
mí mismo
y
convivir
con
mis dudas
soy
un juguete
irresponsable
torpe
e infeliz
al
escapar
de
la fugacidad
de
las palabras
me sumerjo
en
lo ignoto
y
practico
el
oficio
de
llorar.
La
noche no descansa
Contemplo
la
ciudad
la
noche
no
descansa
víctima
de
los presagios
los
sueños
me
susurran
los
murmullos
de
la realidad
ignoro
la angustia
de
los ojos turbios
suplicando
libertad
los
lamentos ahogan
su
aspecto sombrío
flechas
lúgubres
recorriendo
esquinas
repudio
el
semblante gris
de
la zozobra
prefiero
la mentira
de
los presagios
mi
noche
no
descansa
contemplo
la
ciudad.
Manojo
de recuerdos
Mi
vida
se
estrecha
como
un manojo
de
recuerdos
la
muerte
vive
en mi lengua
¡ruinas!
¡solo
ruinas!
¡troncos!
¡troncos
más
troncos
sin
ramas
hojas
ni
frutos!
los
fusiles
contemplan
mi
pecho
disparan
un
cura
me
prepara
una
nueva vida
de
glacial
y
olvido.
los
segundos
cambian
el
alcohol
me
envalienta
los
vestigios
de
la vida
moran
en
mi mente.
Músicas
blancas
Soy
el poeta
que
sueña
músicas
blancas
escudriño
el
arcano
de
los versos
la
caricia
de
las palabras
en
la inmensidad
contemplo
la
nostalgia
de
la azul
casa
vacía
canto
a la vida
del
capullo
exuberante
a
la transparencia
que
habita
la
noche
a
la rebeldía
de
una paila
clamando
justicia
la
muerte
ilumina
el
escenario
en
la fiebre
descansa
el
veneno
las
bombas
simbolizan
la
paz
en
mi rostro
siento
el
golpe
de
la frase:
“triunfa
la
fatalidad.”
Vengo
del ayer
Vengo
de
un ayer
en
eterna acechanza
los
espejos
se
olvidaron
de
mi rostro
mis
huesos
sucumbieron
a
la intemperie
de
una sepultura
abierta
mis
fechas
—nacimiento
y muerte—
marcados
por el destino
son
polvos
arrastrados
por
los días
soy
un naranjo en flor
un
gusano con hambre
de
bosque
el
agua
de
los ríos
un
ave migratoria
una
luna remota
huyendo
del tiempo.
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