Melquiades Villarreal Castillo
25 de enero de 2018
Salvador
Medina Barahona –Los Santos, 1974–, es uno de los poetas más significativos del
Parnaso panameño actual, en el que ha cosechado las mieles de los más acreditados
certámenes poéticos, tales como el premio Ricardo Miró (máximo lauro de la
literatura panameña) y el premio Rogelio Sinán que se convoca a nivel
centroamericano.
Se
hará un recorrido por la poesía de este vate, quien me ha prodigado una
excelente amistad que ha permanecido a lo largo del tiempo. Este trabajo monográfico lo he denominado
recorrido para crear la sensación de un viaje, en el cual los diversos
poemarios reflejan las diferentes estaciones del itinerario. Comenzaré con Mundos de sombra, su primera obra.
De Mundos de sombra decía yo hace varios años que: “… está influida
por su experiencia vital (la de Salvador Medina), claro está relacionada con su
rutina de ejecutivo hotelero (labor que realizaba el poeta en la época), la cual, por su pragmatismo, le ocasiona una
desconfianza única en el género humano (cito el poemario): en este diario oficio de vender cuartos/
(porque soy hotelero, aunque no importe)/ uno se pregunta tantas cosas/
(violando acaso la intimidad de algunos con el pensamiento)… Considero que la
concepción que el hablante tiene en torno a la deshumanización del hombre,
sobre todo, del hombre genérico que a diario experimenta la vida de hotel,
carece de sentido por la rutina permanente generada por la falta de emociones
reales, de sentimientos auténticos y de experiencias domésticas.”
La
poesía de Salvador Medina desnuda nuevas posibilidades poéticas al desarrollar
un embrollo existencial. Presenta diversas denuncias contra la pobreza de la
vida y la ruindad ontológica del hombre, tal como se aprecia en el poema Ocho centavos: “Ocho centavos./ Eso
valdrá el mundo…/ esa es la medida exacta/
de la tierra/ humanidad pigmea/ que esboza empujones/ y mientes caridad
en cada idea.” La única idea que se me
antoja es que ocho es un dígito, los centavos son la mejor unidad monetaria,
por lo que el mundo multimillonario en el que vivimos, para el hablante tiene
un valor muy pobre, para no decir que nulo. El valor del mundo es escaso. ¿Por qué? Para
esta pregunta si contamos con un cúmulo de innumerables razones: por la
pobreza, por la mala distribución de la riqueza, por la deshumanización, por
las guerras, por la mortandad de niños inocentes y por la idiotización del ser
humano, por la falta de conciencia, que pareciera haber dado al traste con la
concepción del futuro, pues da la impresión de que al hombre solo le interesa
el presente, entre otras. Luego, el hablante se refiere a una humanidad pigmea,
empequeñecida por el egoísmo, por la maldad, que le impide pensar en sus
semejantes y en los que están por venir.
Este empequeñecimiento del género al que con orgullo pertenecemos,
recordemos que homo sapiens somos los únicos que podemos enorgullecernos de
nuestra condición, nos habla de las múltiples debilidades que el ser humano
como colectivo y como individuo confronta, pues siempre está pronto a
satisfacer sus apetitos, sin importarle las urgencias ajenas.
Sin
embargo, sumado a este egoísmo insondable, el hablante se refiere también al
temperamento engañoso del hombre que trata de disfrazar sus acciones con las
máscaras embaucadoras de la falsa caridad.
Su
siguiente obra, Viaje a la península
soñada, es un agradable remanso de identificación con Azuero. Es un poema de tono autobiográfico en el cual
el poeta permite ver la luz a la conmoción que le produce el hecho de haber
abandonado su provincia para instalarse en la capital del país, donde nunca ha
podido identificarse a plenitud, para retornar a su provincia que, como diría
Neruda: “Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos”. Es un poemario, en
el que el hablante confronta la nostalgia generada, por no pertenecer ni a su
tierra ni a la capital, aunque en sus recuerdos viven a plenitud los detalles
esenciales, que escapan de su entorno para materializarse poéticamente a través
de las palabras.
Cartas en tiempos de guerra
es un texto novedoso, poco acostumbrado en la poesía panameña, pues hay una
conjugación de elementos que conllevan a que su polifonía significativa no
pueda ser esclarecida en un sola sentada, pues se requiere ser dueño de algunos
elementos para lograr la interpretación conveniente.
Los
versos tienen una estrecha relación con los hechos del 11 de septiembre de
2001, fecha en que fueron derribadas las torres gemelas del WTC de Nueva York,
fecha que marca un antes y después en la interpretación de los conceptos guerra
y paz, seguridad y terrorismo. No obstante, el héroe poético, nos esboza ese
origen común de todos los seres humanos que nos hace cómplices de la barbarie
que nuestros semejantes perpetran en diferentes partes de la tierra:
“Vengo de la misma fauna de mortales.
de la misma tribu, y
lo que hoy te avanza,
lo que hoy se sumerge en ti como en un
túnel,
es como el fuego que fue principio y
puede ser el final.”
Las
condiciones, aunque percibidas desde una óptica nefasta, evidencian una luz en
el túnel, pues al final nos ofrece un decálogo para ensayar la paz, cimentado
en la fortaleza con que se practica la guerra y que cobra plena vigencia en los
momentos en que vivimos:
“Uno: Ten presente esto:
los
ojos y los dientes del mundo
se
perdieron.
Las
bocas y los ojos se cerraron
en
la muerte.
por
lo tanto, saca el “ojo por ojo,
diente
por diente” de tu historia.”
Es
decir, en el momento en que la venganza desaparezca de la mente del hombre, la
humanidad habrá comenzado a enrumbar sus pasos por los caminos de la paz.
La hora
de tu olvido, hermosa elegía a la muerte de su padre, es una obra
divinamente triste que manifiesta la fragilidad y finitud del ser humano que
fenece para llenar de sufrimiento a los que ama, es un canto a la impotencia
del hijo frente a la muerte de su padre: “¡Escupo esta impotencia,/ estas ganas/ de adherirme/ a tu oscuridad!” El acto de escupir la impotencia es una clara
rebeldía al cinéreo destino del hombre que, tarde que temprano, siempre es
absorbido por el abismo de la muerte. Es increíble la forma como cuatro versos son
capaces de poseer tan abisal carga semántica, elaborada con tanta pulcritud
estética, capaz, de manera irónica de rebelarse contra el destino al tiempo que
el héroe lírico se ofrece –cual mártir– a someterse a él, cuando expresa sus
ganas de adherirse a la oscuridad en la que se encuentra su progenitor.
Luego, nos encontramos con el poema
siguiente: “Tal vez/ era tu forma/ de enseñarme/ que viajar/ era vivir/ y
vivir,/ la forma/ de perder/ las cosas/ en el rumbo.” La imagen no puede elaborarse de una manera
más cristalina: la vida es un viaje que se termina en cualquier momento, sin
importar los sufrimientos que deben experimentar quienes lo continúan. Los
versos finales, se me antojan tan decidores, que me parece que no requieren
comentarios:
“Aquí donde la tarde fue pasto comido
por los cerdos,
he dejado
—desnudo—
mi piel
colgada
en
tu
esqueleto.”
El poemario Pasaba yo por los días que le permitió el premio Ricardo Miró
–sección poesía– a Salvador Medina
Barahona es un llamado de atención a una sociedad indiferente a su propia
destrucción; fue una premonición de la experiencia que vivimos en el año 2015,
cuando la corriente del Niño hizo estragos en el país. La imagen que se exhibe en los siguientes
versos refleja la naturaleza de los días sin agua:
“Garzas, colibríes, hálitos, serpientes,
un arca se amotina junto a la frialdad
de las piedras.
Para todos, apenas una gota de rocío.”
Es
interesante el hecho de que Medina Barahona hace un llamado a quienes destruyen
las fuentes de agua: “Enemigo del agua y de sus cauces,/ ánima aciaga,/ sabrás
medir el peso/ de esta imprecación: / Lo que nos quitas te lo quitas. Serás/
fuego maldito y arderás en la sed.” El
poemario es un testimonio vital de quien vive y ve vivir a los demás: “Pasaba
yo por los días/ y decidió mi sueño./ A esta hora debo estar en las
distancias./ Nazco, solo, como el primer hombre,/ arrullado por las fieras.”
Por
último, en esta oportunidad me referiré al poemario 50 instantáneas y un crimen, un libro que dentro de la literatura
panameña evidencia diversas interpretaciones, pues el conjunto crea imágenes
novedosas, breves; pero decidoras que esbozan verdades vastas y, por qué no,
exigentes de sensibilidad poética y capacidad interpretativa. Veamos:
Miguel
Ángel a su David en el mármol bruto
“—Cincel de exploraciones,
mi mirada te busca.
¿Será posible encontrarte?”
A
mi juicio, esta instantánea según Salvador, esta imagen es una clave que nos
permite ingresar a su intención poética; pues aunque el David es una estatua completa
con sus características muy sui generis (cabeza grande, acromegalia y un pene
diminuto que permite al observador entenderlo a plenitud desde posiciones
específicas, nos sirve para entender gran parte de la escultura de Miguel
Ángel, estatuas inconclusas que pugnan por escapar de los bloques de mármol del
mismo modo que los poemas luchan por ir más allá de las palabras y sus
significados en los versos de Salvador Medina.
Este
libro es impersonalmente personal, pues como el mismo autor nos señala: “Traté de sostener en lo posible su halo de
despersonalización, al punto de que la otredad habita muchas de estas páginas.
Aquí va poesía que es ficción, de personajes, de distanciamientos del yo más
íntimo, porque, nadie lo olvide, la poesía es también ficción; aunque entre
otredad y ficción no deje de aflorar el ser concreto o abstracto que uno es.
Así, pues, los envié a concursos para que perdieran (consejo que siempre doy a
mis estudiantes de poesía). Eso me dio distancia. Y cada vez que volvía a ellos
sentía que tenían algo que decir. Hice muchos amagos de buscarles editor. Pero
no fue sino hasta ahora, diez años después, que decidí publicarlos. Mi padre
murió en 2005. Este libro me ayudó a salir de mi tristeza. Mi hijo nació a
principios de 2016. Este libro me ayudará a celebrarlo. Por eso vale la pena
escribir.”
En conclusión, después de este breve
recorrido por la poesía de Salvador Medina Barahona, me permito afirmar que:
- Para
el autor, la poesía es una forma de vida más que una manifestación artística.
- El
autor, al igual que Miguel Ángel, busca permanentemente nuevas manifestaciones
poéticas a través de ejercicios escriturales que exigen al vate cada vez más,
en un trabajo sin fin que, sin embargo, da sentido a la vida.
Este
recorrido por la poesía de Salvador Medina Barahona es solo una invitación,
para que realicemos un periplo por la poesía de este gran poeta y de otros
poetas nacionales, pues la literatura panameña existente es de gran valía y
somos los lectores los encargados de descubrirla.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
MEDINA, S. (1999). Mundos
de sombra. Panamá: Universidad tecnológica de Panamá.
MEDINA,
S. (2001). Somos la imagen y la
tierra. Panamá: Universidad Tecnológica de Panamá.
MEDINA,
S. (2001). Viaje a la península soñada.
Panamá: Universidad Tecnológica de Panamá.
MEDINA,
S. (2002). Cartas en tiempo de guerra.
Panamá: Universidad Tecnológica de Panamá.
MEDINA,
S. (2008). La hora de tu olvido.
Panamá: Editorial Cultural signos.
MEDINA,
S. (2010). Pasaba yo por los días.
Panamá: Editorial Mariano Arosemena.
MEDINA,
S. (2016). 50 instantáneas y un
crimen. Panamá: El duende gramático.
VILLARREAL,
M. (2001). La luz de los mundos de sombra. Maga N°46, 59-60.
VILLARREAL,
M. (2004). Esperanza o realidad:
fronteras de la identidad panameña. Panamá: Editorial Mariano Arosemena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario