Melquiades Villarreal Castillo
Una cálida tarde de verano, en plena infancia, jugaba yo con
mi amigo Luis en el patio trasero de mi casa. Mi abuela inválida, desde el
sillón donde estaba sentada me dice:
“Jorgito tráigame un vaso de agua, por favor.”
Ni siquiera le respondí, pues no quería interrumpir mi juego. Luis, sin decir palabra le lleva el vaso de
agua a mi abuela. Con una sonrisa ella
le dijo: “gracias”. Luis siguió jugando como si nada.
Han pasado
treinta años, mi abuela hace tiempo murió.
Luis no recuerda el incidente que me persigue todas las noches en mis
sueños.
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