A mi padre
Ricaurte Caty Vidal |
Ambos teníamos cosas que reprocharnos,
ambos habíamos cometido muchos errores, pero al estar juntos solo importaba
reír y olvidar.
Creo verte sentado en la
silla de metal, regando el jardín. Amabas tanto la lluvia que sé que
disfrutabas ver las gotas deslizarse por las hojas verdes. Apreciar el
arco iris que se formaba al jugar con los rayos de sol.
Toda la casa estaba viva
por tu risa, por tu presencia. La sala, la mesa del comedor, la sala de estar
con el mural de la playa que tanto amabas. Todo me cuenta historias que me
arrancan sonrisas y lágrimas ambas duelen, ambas laceran.
Las botellas de agua que
congelabas, la de miel con la etiqueta rota en la repisa, la de vino con tu
foto que de broma te dio mi tía. Todas me miran todas me hablan, te traen en
escenas como en una película y yo me trago el llanto para que partas tranquilo.
El baño donde moriste está
callado. Se niega a contestar cuando le pregunto qué pasó. Si fue rápido o si
sufriste, si dijiste mi nombre antes del adiós.
Tu cama con las almohadas,
la mesita de noche con el libro que no pudiste terminar. Tu clóset la ropa tus
cajones llenos de recuerdos que no soporto revisar.
Veo las fotos en las que
estamos juntos y acaricio tu rostro, tratando de sentir tu piel en vano.
Tratando escuchar tu risa, tus consejos y tus regaños. Pero estás callado.
Mirando la cámara, inmóvil pero a mi lado.
Aun tomo el celular para
llamarte y contarte mis problemas, y luego caigo en cuenta de que mi problema
es que te has ido, que perdí a mi padre y a mi mejor amigo, que me siento sola
y triste sin ti.
Lavo mi cara en el lavabo
para que las lágrimas se vayan sin ser notadas, porque aunque estabas mal
siempre sonreíste. ¿Cómo puedo entonces yo llorar para despedirte? No, no tiene
sentido, no soportabas ver a nadie triste, y si es que el cielo existe y puedes
verme en la distancia quiero que me encuentres sonriente como tanto te gustaba.
Mi estimada amiga:
La vi en el cementerio, pero no tuve valor para saludarla.
Sus palabras son demasiado decidoras, retratan a su padre tal y como era; una
persona de la que todos tenemos buenos recuerdos; su papá fue el amigo de
muchísimos años, el hombre que siempre confió en mí como persona, como
escritor, como maestro; en su programa Alternativa siempre tuve una oportunidad
para que mis estudiantes pudieran estrenarse frente a un micrófono. Siempre le dije, que me gustaba mucho escucharlo
leer; le dije que hubo un cuento que le escuché en los años 70, en su programa
dominical Regalías Fantásticas en Ondas del Canajagua, los domingos a las 10 de
la mañana. que me motivo a escribir el libro que nunca he podido terminar. A él le encantaba. Le recomiendo leerlo a
usted y a todos sus seguidores. Se llama: "Un pájaro en la nieve." El
autor es Armando Palacio Valdés.
No le digo resignación, porque Katy no era un hombre
resignado; a pesar de sus enfermedades, luchaba día a día con una sonrisa
contagiosa. Él ha cumplido su misión, hay que recordarlo en su grandeza, por su
calidad humana, como ejemplo de fe y de esperanza... de que ha recibido el
premio de la justicia divina.
Con el aprecio de siempre,
Melquiades.
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