GUSTAVO BATISTA CEDEÑO
¿Quién que haya
intentado escudriñar nuestro pasado puede ignorar que estos caseríos tableños
crecieron a la sombra de una institución: la Iglesia que, bien o mal dirigida,
transmitió parte de lo que hoy somos?
¿A qué referirnos,
entonces, en este pequeño libro, sino a lo que nuestra gente vivió y que no se
puede negar? No es esto una defensa de
lo que hemos hechos, pero es necesario hacer estas aclaraciones en un medio
como éste donde la incredulidad y el escepticismo a veces parecieran ser el
norte.
Justo hoy, cuando sentimos que a nuestro
alrededor todo está en desgreño (pero menos que antes) porque lo que estaba
arriba, ahora está abajo y lo que estaba abajo ahora está arriba, y ante la
incertidumbre provocada por los momentos históricos en los que nos ha tocado
vivir, es preciso que nosotros, los tableños, nos despojemos del mayor mal que
puede sufrir un ciudadano panameño: carecer de conciencia histórica.
Para recuperar el amor
que vamos perdiendo por nuestras cosas, la conciencia debe despertar, sobre
todo, en nosotros que vivimos en los pueblos de provincias, donde la influencia
malsana de lo extraño no nos alcanza con tanta fiereza como a los de la capital
y, sobre todo, el remedio está en hacer, hacer y poco decir, porque las
palabras son buenas, pero los hechos y las obras que se pueden palpar son
todavía mejores.
Palabras pronunciadas
por el poeta Gustavo Batista en la presentación de la obra Peña Blanca, su historia, su gente y la festividad de San Antonio de
Padua. 19 de abril de 1990.
No hay comentarios:
Publicar un comentario