Este
relato resulta sumamente fresco por la forma desnuda como trata la narradora la
realidad cotidiana de personas de clases sociales diferentes que tienen por
morada nuestro país.
Por
un lado, nos encontramos a Aquilino, un niño Kuna, quien junto a su padre
acompaña a un acaudalado hombre de negocios en sus momentos de entretenimiento
dedicados a la cacería, mientras que su madre se prepara para traer un nuevo
miembro a la familia en medio de la pobreza; y, en un tercer plano, tenemos a
Lucrecia, la esposa del empresario, quien vive en la cúpula del protector
cristal del dinero, en un mundo ficticio en el cual espera que su marido
retorne a casa contando las singulares hazañas sobre la caza, aunque ya sabe
que los actos protagónicos se le deben a Calacho, el padre de Aquilino.
El
niño, en un lugar del bosque, espera la llegada de su padre y su patrón;
muestra preocupación, porque sabe que en su casa es indispensable frente a la
situación generada por el estado de su madre.
Sin embargo, se mantiene taciturno en espera de que los hechos se
desarrollen; él tan solo es un elemento dentro de la escena de su mundo.
Aquilino
es, no obstante, un personaje singular, obedece y calla los caprichos de su
patrona; y, además, practica el hábito del ahorro y demuestra amor por la
lectura, factores que nos permiten augurar un futuro más prometedor para él.
Mientras
esperaba en el bosque, con hambre, ve
tres hermosas flores que toma y se las lleva cuando su padre y su jefe retornan
y preparan el invento para convencer a doña Lucrecia de las habilidades de
cazador que tiene el interesado marido.
Las
tres flores van a cobrar un papel protagónico dentro del relato, puesto que la
primera se la regala Aquilino a doña Lucrecia, una señora dueña de todo, pero
que no puede evitar un feliz sentimiento al sentirse obsequiada de tan humilde,
pero hermosa manera.
La
segunda flor le fue robada a Aquilino cuando iba a ver a su madre
parturienta. Sin embargo, continuó su
camino sin detenerse a ver el final del Cobra, quien le robó y fue acabado a
tiros por la policía.
Al
fin, Aquilino llega al Hospital Santo Tomás, regala su tercera flor a su madre,
quien estaba feliz al tener a su primera hija después de cuatro varones. Al salir del hospital, Aquilino ve en el
periódico al Cobra, su asaltante, con la tercera flor sobre su pecho. El
relato, entonces, cobra un interesante matiz pues el niño dentro de su
sencillez y de sus limitaciones, supo hacer feliz a doña Lucrecia, quien, a pesar
de su cómoda posición carecía de este tipo de detalles; hizo feliz a su madre
después del parto y, con la tercera flor, podemos imaginarnos que mitigó el
dolor de la madre del Cobra frente al dolor del hijo muerto.
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