viernes, 22 de octubre de 2010

ENSAYO, DIDÁCTICA, LECTURA Y ESCRITURA EN ENRIQUE JARAMILLO LEVI

Melquiades Villarreal Castillo.
“La literatura, manifestación artística de la realidad expresada mediante los complejos recursos del lenguaje y las infinitas posibilidades de la imaginación, nos aproxima a la vida desde ángulos inéditos y profundos que hacen vibrar la sensibilidad y nos acercan de manera entrañable a los ambiguos resortes del dolor y el gusto, la belleza y el misterio, la tragedia y la cotidianidad.”
Enrique Jaramillo Levi.
En Jaramillo Levi encontramos un excelente ensayista que ha desarrollado a cabalidad algunos temas específicos. En primer lugar, está el afán didáctico, su intención por enseñar a otros los arcanos de la literatura; por el otro, encontramos su preocupación por el fenómeno de la publicación de las obras escritas; y, en última instancia, se sume en la gran tragedia que experimentamos la mayoría de los panameños, no sólo en el caso de las letras; sino también en todas las facetas de la vida en la cual, los políticos gobernantes tratan al pueblo como convidado de piedra. En esta reseña, de los temas señalados, sólo me referiré al que me parece más interesante: la función de la crítica literaria, que de alguna manera toca los otros temas propuestos.
Así, encontramos en los ensayos de este escritor un pesar constante, pues frente a una sociedad cuasi indiferente frente al fenómeno cultural, lo único que queda es continuar la lucha. Por otro lado, observamos también que a las personas encargadas de dirigir los destinos de la nación, muy poco les importa con la cultura, no sólo con las letras, sino con todas sus manifestaciones.
A ello, debemos sumar que los medios de comunicación generan situaciones deleznables, en los que entretienen a la población con situaciones idiotizantes, como esos programas de televisión en los que se dilucidan ganadores a través de llamadas telefónicas, en las cuales los únicos ganadores son las empresas participantes y el único perdedor es el pueblo.
El caso es tétrico para los escritores, pues en Panamá cualquier situación es más importante que la aparición de una obra literaria de calidad, y percibimos que se promueve más un cantante de voz estridente, un seudo músico que maltrata un instrumento musical con su desafinación y, lo que es peor, se le da mayor importancia hasta una carrera de cucarachas, situación que motivó al poeta Gustavo Batista Cedeño a quejarse alguna vez, cuando con dolor argumentó que en Panamá una yegua tiene más posibilidades de mostrar al público sus cualidades de hipódromo que para un poeta mostrar sus versos a los posibles lectores.
El ejercicio de una crítica literaria bien llevada le haría muchos favores a la literatura panameña, la cual se encuentra entre las voces aduladoras que exaltan las obras hasta colocarlas en un falaz pináculo al que no pertenecen hasta intentar inhumarlas en el sosiego del olvido.
Ni una situación, ni la otra son plausibles. La crítica debe ser objetiva. Así, en su ensayo Desafío de ser escritor presente en la obra Nacer para escribir y otros desafíos (2000), Jaramillo Levi esboza una serie de conceptos que merecen ser analizados con detenimiento.
Escribir, en primera instancia, es una necesidad vital, una vocación intrínseca a un grupo de seres humanos del mismo modo que otros se inclinan por la música, por la ingeniería, por la didáctica o por la arquitectura.
Por ello, a diferencia de lo que algunos creen, la literatura no es un pasatiempo; la misma tiene una interesante función social que cumple a cabalidad, recreando situaciones, mundos y vidas… examinando la condición humana, la cual, por más que se estudie, cada vez resulta más desconocida.
Sin embargo, la escritura permite una serie de posibilidades que no permiten ni las ciencias, ni el resto de las artes.
La literatura permite a la imaginación trascender todas las esferas, cometer los crímenes más abominables sin temor a ser juzgados o concebir las más inimaginables historias de amor, sin que sobre las mismas influyan los avatares de la vida cotidiana.
Los errores en literatura, si es que resulta factible, concebirlos como tales, no generan la muerte que puede ocasionar un cirujano con una mala operación, ni permiten que se caiga un edificio, como ocurriría con un error arquitectónico.
En no pocas ocasiones, los errores cometidos en literatura, lejos de ser fallas reales, son recursos estéticos que contribuyen con el engrandecimiento de la obra literaria.
El concepto de perfección ha estado mal concebido en las letras españolas desde la aparición de El Quijote, pues en esta obra, existen una serie de fallas, que lejos de disminuirla la han colocado en uno de los sitiales más envidiables de la literatura universal de todos los tiempos.
No es raro, que el lector se asombre cuando a Sancho Panza le robaron el Rucio y que al día siguiente, Sancho salga a pasear en el mismo; tampoco es rara, la mala interpretación que, en apariencia don Quijote hace del mundo, si los propios profesores de literatura, han interpretado el Quijote como modelo de cómo debe escribirse una obra, sin percatarse que el mismo por ser una ironía esgrimida contra los libros de caballería, nos enseña cómo no debe escribirse una obra literaria.
Tal vez una de las fallas más censurables en la producción literaria jaramilloleviana, consista en que el escritor en la búsqueda afanosa de la perfección literaria, sacrifica el error como artificio estético.
Por otro lado, es sabido que la lectura no es precisamente un atractivo para la sociedad, pues, aunque la misma admira el conocimiento de ciertas personas, y considera que el mismo llega por azar, lo cierto es que el mismo llega a través de lecturas constantes.
Por otro lado, la fuerza o agilidad de cualquier deportista es un producto que se consume más fácilmente que cualquier poema, cuento o novela.
El ensayo es un género que tiene menos lectores que otros géneros como la novela, el cuento o la poesía, puesto que el mismo presenta razonamientos que la mayor parte de las veces no resulta seductor para los lectores, quienes prefieren textos que los entretengan y que no los hagan pensar.
No obstante, el escritor tiene un compromiso consigo mismo. Consiste en continuar su labor, pues llegará el día en que la gente se dedicará a la lectura; en palabras de Jaramillo Levi: “Poco a poco, con perseverancia y suerte, puede suceder que la gota horade la piedra.”
Ahora bien, la crítica literaria surge como una necesidad comunicativa, que funge como un puente entre el lector y la obra criticada. Así, pues, tenemos que el afán de la crítica no consiste en resumir la obra ni en ahorrar la lectura… su finalidad única es motivar la lectura de la obra.
Así, pues, el ensayo de crítica literaria tiene una función primordial que consiste en atrapar lectores; el ensayo, recuérdese no concluye, simplemente propone puntos de vista, los cuales pueden ser aceptados o rechazados por el lector…, claro está, una vez que ha leído la obra criticada, lo cual exige del crítico, seriedad y la mayor objetividad posible en sus puntos de vista, a pesar de que, como sabemos, una de las características fundamentales del ensayo es la subjetividad.
Así, pues, lejos de detenerse a debatir en cuanto a quien tiene mayor trascendencia si el escritor que concibe la obra literaria o el ensayista que realiza interesantes planeamientos interpretativos sobre la misma, para promover entre los posibles lectores, futuras lecturas.
Nuestro ensayista parte de un hecho esencial: “Si el escritor es quien escribe, por supuesto que el crítico también lo hace.” Si ambos, con diferentes fines, realizan el mismo oficio, entonces para que dedicar tiempo a discutir cuál de los dos es más importante, cuando se sabe que, a menudo: “los buenos críticos sirven como intermediarios entre el autor, la obra y los lectores.”
Es decir, Enrique Jaramillo Levi recalca que el crítico y el escritor se complementan, pues si no hubiera obra escrita, no existiría crítica literaria posible; es evidente, pues, el intento por conciliar las diferencias que se han inventado en torno a la situación expuesta.
El autor deja claro que el ha vivido para escribir, pese a la hostilidad cultural del medio en el que se desenvuelve.
Es necesario reconocer que en sus escritos campea un interés permanente por valorar lo positivo, lo cual ha desarrollado en la práctica, pues es el editor de las publicaciones de numerosos escritores que han visto en él un sostén que les ha permitido ver sus creaciones materializadas en la magia del libro.
En ese sentido conviene aclarar que Enrique Jaramillo Levi se antepone a aquellos que lejos de ver lo bueno en un ejercicio creativo, persiguen la basurilla en el ojo ajeno… tal vez sin percatarse de que tal vez, en el suyo, existe una viga…
En esencia las preocupaciones ensayísticas jaramillovianas contemplan diferentes aspectos, analizan situaciones como la literatura en Panamá, sus vicisitudes, sus ventajas e inconvenientes, pero, sobre todo, el vislumbre de un mañana más prometedor en el cual la misma ocupe el sitial que merece en el tercer milenio.

Presentado en el Congreso 50 Años de Escritura de Enrique Jaramillo Levi. Panamá, julio de 2010.

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