Sobra decir que un
poema alcanza su nivel de literariedad cuando genera en el lector una emoción
estética, inquietud que he experimentado frente a un poema de la española
Beatriz Hernanz tomado de (De La piel de
las palabras, Palma de Mallorca, Calima, 2005).
Los
versos, inmediatamente nos comprometen como lectores, mediante una insinuación
esclavizadora “Pero la vida...”, puesto que
despliega un abanico de posibilidades, que solo son comprensibles cuando nos
internamos en el alma misma de los versos siguientes: “espera su verso al otro
lado/ del alba/ anhela volver a su frágil destino,/ a los verbos que
regresan/ con su alimento desolado.” La vida campea entre las sendas complejas
iluminadas por la esperanza materializada en un verso al otro lado del alba
(más allá de la luz prometedora), en la esencia del destino, deseando los
verbos con su alimento desolado – adjetivo este que confunde y atrapa al lector
implicado en su fe por una fiesta de luz que no llega a cristalizarse.
Los versos
siguientes se caracterizan también por la pluralidad de peripecias
significativas: “Huyen de sí sus noches más libres/ emboscadas de memoria y
tiempo.” Las noches (símbolo de la oscuridad) intentan escapar de
una libertad limitada por los artilugios de la memoria que les da vida y del
tiempo que les permite existir.
Finalmente,
el héroe poético envía un mensaje apocalíptico y crudo, pero no por ello menos
real y certero: “Dile que la muerte/ es la única que regala mis palabras,/
la que no pide más sangre a/ con que cubrir la hendidura del silencio.” El
verbo dile esboza una verdad cruel, que amarra al lector y al
interlocutor en una emboscada signada por un sino del que resulta imposible
escapar: la muerte, cuyas palabras lapidarias someten a todos, sin exigir nada,
porque su naturaleza misma calla al silencio mismo para crear una
nada total.
Para
culminar, se me antoja afirmar que el poema de Beatriz Hernanz, además de hermoso, está cargado de significados, es
atrayente y sugeridor, retrata el destino de la vida mientras copia nuestra
esencia humana, siempre en búsqueda de luz por temor a la oscuridad mientras
avanzamos hacia la muerte que, con su silencio, nos libera de los ruidos
propios de nuestra propia sustancia.
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