EL MAR DEL TIEMPO
EN LAS FLORES OSCURAS DE SERGIO RAMÍREZ
Melquiades
Villarreal Castillo
“Hoy
cuando escribo esta historia en agosto de 2010, esa distancia ha crecido a
treinta y dos años. Cuando el lector la
tenga en sus manos, serán aún más. Un
mar de tiempo, de tonalidades cambiantes, pero siempre insondable.”
Sergio Ramírez
Sergio Ramírez. (Foto obtenida de Internet) |
La obra es un conjunto de doce relatos, algunos de los
cuales fueron elaborados en Italia, durante una estancia durante el mes de
septiembre de 2011 por invitación del Centro Bellagio de la Fundación
Rockefeller. La mayoría recoge
experiencias pasadas que sobreviven ante el paso del tiempo, como un profundo
océano con inentendible por el vaivén de las olas temporales que, en algunos
casos, nos presentan una nueva óptica esencial.
Ahora bien, la obra (a mi juicio) más que por los elementos
externos que rodean su creación tiene su valor intrínseco en su propia calidad
literaria, fundamentada, mayormente, por el amplio conjunto de factores grises
que rodean a un conjunto de nicaragüenses que viven y conviven en un mundo con
altibajos, acompañados siempre por una esperanza que casi siempre es truncada
por el peso de una realidad aplastante.
Sergio Ramírez es un maestro del relato y sabe que una de
las formas de atraer al lector es mediante las redes de una frase seductora, lo
cual logra en el primer cuento, titulado Adán
y Eva cuando nos dice: “Esa tarde de
febrero salió de su casa decidido a tener una conversación con su Conciencia, y
por eso mismo la invitó a tomar una cerveza.” (RAMÍREZ, 2013, pág. 13) No cabe duda en
cuanto a que el lector no sabe cómo enfrentar esta realidad posible y que el
último camino que le queda para comprenderla es continuar la lectura, con lo
cual, además de leer el primer cuento, queda enredado en la telaraña de los doce
relatos.
En este cuento, también vemos la frustración del ser humano
frente a los valores que no conducen a nada, por lo que lo único que es viable
es disfrutar el momento: “¿De qué sirve
pasarse la vida entera siendo honrado?, dijo él, nadie te lo agradece. Es
cierto, dijo ella, sonriendo apenas y si morís de hambre, yo ya no te servirá
de nada la tumba fría.” (RAMÍREZ, 2013, pág. 19) Esta filosofía
existencial de la vida, emula la crudeza real de la vida de muchas personas que
carecen de un objetivo vital y se dedican a sobrellevar el momento.
La segunda historia de la obra se titula La puerta falsa se refiere a la vida de
un boxeador mediocre quien había perdido treinta y dos peleas (igualdad con el
número de guerras empezadas y perdidas del célebre coronel Aurliano Buendía que
vive en las páginas de Cien años de
soledad de Gabriel García Márquez), pero que aún guardaba sus esperanzas de
éxito en una pelea de relleno en la cual participaría. Era un desconocido,
esperanzado en encontrar la puerta de la fortuna y lo único que encontró fue
una golpiza que no tuvo la fuerza para matarlo, pero lo dejó inconsciente de su
propia existencia: “Rosendo lo ayudó a
ponerse de pie cuando mencionaron su nombre, pero tuvo que apresurarse en
detenerlo porque empezó a andar por el pasillo a paso lerdo, como si le pesaran
los zapatos deportivos que llevaba puestos, el trasero abultado por el pañal
que usaba debido a la incontinencia urinaria, la mirada perdida y sin saber
adónde iba.” (RAMÍREZ, 2013, págs. 39-40.)
Luego nos encontramos con el relato El trono de la calavera, relato más
corto, introducido por un sugeridor epígrafe tomado de Rubén Darío: “Y la vida es misterio, la luz ciega/ y la
verdad inaccesible asombra…” (RAMÍREZ, 2013, pág. 44) Se me antoja que
este texto daríano muy bien pudo haber introducido toda la obra, pues la verdad
de cada uno de los personajes, por insípida que parezca en su apariencia, nos
sorprende en el relato por su íntima veracidad, tal como el final del cuento
expreso en un diálogo desconcertante:
“ – ¿Un anillo? ¿De
dónde salió ese anillo? – preguntó el denunciante.
–
El ladrón lo llevaba puesto en
el dedo, pensamos que era parte del botín – dijo el oficial.
–
¿Qué cosas más raras las de la
vida – dijo el denunciante.” (RAMÍREZ, 2013, pág. 49)
Evidentemente, el
denunciante no se sorprende tanto como el lector, cuando el narrador se vale de
la naturalidad de la indiferencia aparente en sus palabras, cuando el lector
espera alguna demostración de sorpresa.
Ya
no estás más a mi lado corazón
es el título del siguiente relato, nombre también que lleva una conocida
canción panameña, cuya autoría unos le atribuyen a Carlos Eleta Almarán y otros
al Chino Hassán, resultando más interesante que la autoría el carácter casi
folclórico que tiene por haber sido cantada por los más famosos cantantes del
mundo, entre ellos Julio Iglesias. Cuenta la historia del circo pobre propiedad
de los hermanos Garrido, específicamente de Mireya, la mujer del dueño, quien
además de limpiar el circo, ser trapecista y vendedora de palomitas de maíz,
era prostituida por su marido, quien la explotaba de todas las maneras
posibles, reutilizándola de mil maneras capaces de generar dinero para sus
bolsillos. Lo interesante del cuento es su tono policíaco, pues Mireya es
asesinada y se indaga quién es el autor de su muerte… el lector se ve
involucrado en una situación enmarañada que le deja un mordaz sabor al conocer
la verdad.
Las
alas de la gloria es el cuento de la colección que prosigue en
el conjunto. Recoge la experiencia de vida de José Trinidad Aranda Calero, de
cincuenta y cinco años de edad, uno de los
hombres que arriesgo su vida para enfrentar y derrocar el tiránico
gobierno de Anastasio Somoza (1979). Sin
embargo, una vez lograda la patria independiente que había soñado vuelve a su
vida anónima, como tantos otros luchadores que se llevaron la decepción de
llevar el poder de unas manos a otras, sin que el pueblo nicaragüense pueda
disfrutar de los frutos de su lucha. Solo vuelve a aparecer, muchos años
después, cuando fue asesinado en 2004. No obstante, a pesar de la excelente
elaboración literaria del relato, hay que reconocer que tiene un gran valor
histórico que nos permite conocer un momento oscuro de la historia nicaragüense
en particular y de la centroamericana en general.
Para los
especialistas, no me cabe duda alguna, el cuento La colina 155 es un texto de sumo interés, porque en él Sergio
Ramírez desnuda su poética, su receta de cocina en el arte de escribir. Es una
especie de Demódoco, que introduce el cuento y que, no conforme con ello,
escudado en la ficcionalidad de la figura del narrador, nos conduce por los
laberintos de la creación, todo matizado a través de una historia en la cual
nos deja ver la esencia del ser humano en su devenir permanente a través de la
existencia.
Asimismo, la
historia No me vayan a dejar solo,
Sergio Ramírez redescubre un momento en familia, durante su niñez, eternizado
en el papel fotográfico. Aparecen los
nombres de hermanos, de sus padres, la casa de Masatepe; en según mi criterio
una emulación de Vivir para contarla
de García Márquez. Sin embargo, la foto
refleja también una realidad profundamente triste, pues los personajes se han
ido, las cosas han cambiado y el narrador, reconoce poco a poco, se convierte
en lo único que queda de aquella efímera eternidad fotográfica: “En la tienda cerrada no hay nadie, como
tampoco hay nadie en la sala, ni en la cocina, ni en los aposentos que recorro
de nuevo, ni en el traspatio, ni en el jardín.
Si mi abuela viuda sigue tan triste está bien que mi madre la visite, y
que se haya llevado consigo a todos mis hermanos, pero mi padre, ¿para qué cerró
las puertas de la tienda si no viene a almorzar, y adónde se fue? ¿Y la
Mercedes Alborada? ¿Y Luisa?¿Y Rogelio? (RAMÍREZ, 2013, pág. 142)
Ángela,
el petimetre y el diablo
es una historia cautivadora que recoge la soledad de una solterona: “El que haya siempre entre las mujeres de
una casa la que hace de su soltería una ofrenda obligada de devoción filiar para
que los padres no envejezcan solos no haría sino abrir una disputa sin solución
si alguien viniera a mencionarlo delante de los dos señores, que rechazarían
disgustados semejante entretenimiento.” (RAMÍREZ, 2013, pág. 147) La historia recoge
un sinnúmero de elementos que atraen y someten al lector sin darle tregua ni
oportunidad para convertirse en cómplice de la historia, sino que simplemente
termina siendo una víctima de las trampas de la escritura.
El
mudo de Truro Iowa, relato
que prosigue la obra, recoge la preocupación comunicativa del ser humano, ya
sea por las excentricidades del rector de la universidad que sirve de marco
escénico a la mayor parte del relato, a quien se le conoce con el nombre de la
Mano de la Conciencia, por su profunda habilidad para hacer sobrevivir su
negocio, como por su título falsificado a pesar de que a nadie le importa, o
por su profunda preocupación por el aprendizaje del inglés de sus estudiantes,
aunque el protagonista no expresa mayor interés, ya que era un taciturno que
solo hablaba lo necesario y al final del relato vive los temores de quedarse
totalmente mudo.
La historia de un
ahogado aparece en el cuento El autobús
amarillo. Interesante resulta el temor vivido por el personaje cuando tiene
que enfrentar la muerte por ahogamiento: “Primero
fue la incredulidad, luego la incertidumbre, un vacío en el estómago, la
angustia atragantada en su garganta, un esfuerzo desesperado por llenar su
cabeza con la palabra mentira mentira mentira tratando de contener el miedo que
sin embargo se desbordaba de pronto como el líquido que se escapa por las
rajaduras de una vasija rota.” (RAMÍREZ, 2013, pág. 178) Al hecho, se van
sumando otros sucesos empleados como recursos por el autor en su continua
demostración de pericia en el manejo de la técnica narrativa.
Abbott
y Cotello es el cuento siguiente, que manteniendo el
carácter investigativo y delatando la profesión del autor, describe el proceso
seguido en la muerte de Natividad Canda Mairena, quien murió víctima de dos
perros rottweiler.
Finalmente, y en un
cuento donde el protagonista es el propio autor, nos cuenta en Flores oscuras las visiones diferentes que
tienen los pintores sobre la última cena de Jesucristo, tras un viaje por
diversos museos europeos donde se encuentran obras diversas que retratan el
mismo hecho.
En esencia, me
atrevo a argumentar que es una demostración en la cual queda claro que en
asuntos de arte (artista y observador) no perciben los mismos hechos de la
misma manera, lo cual es aplicable a la lectura, donde es posible que el autor
haya querido decir una cosa y el lector entendido otra; amén de las diferencias
interpretativas de los diferentes lectores.
Bibliografía
RAMÍREZ, Sergio. (2013). Flores oscuras. México.: Santillana Ediciones
Generales.
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