En
medio de las celebraciones de las pasadas fiestas de Santa Librada en las
Tablas, fui objeto de un sorprendente regalo: Eráclides Amaya me obsequia su
novela Orphanus (los huérfanos).
La
novela capta la atención del lector desde la portada, la mirada entristecida de
dos niñas en medio de la pobreza, embruja al lector probable quien se ve
impelido a descubrir los secretos de las congojas que evidencian los ojos de
las niñas. Querido lector, no estoy obsequiando un elogio. Ya diez personas me han pedido la obra para
leerla…
La
novela de Amaya es introducida por el reconocido sociólogo orejano Milciades
Pinzón Rodríguez, quien en sus sabias apreciaciones vislumbra una metáfora en
el texto: más allá de la orfandad de los niños Algandona (que así se llaman los
personajes principales del relato), la novela de Amaya recoge en sus páginas la
orfandad del hombre desde que tuvo que salir del paraíso, un éxodo eterno del
que no hay forma de escapar que se reinicia en cada generación, en cada ser
humano, produciendo un círculo vicioso. Pinzón, afirma: “Hay en toda la trama novelesca algunos elementos estructurales que no
han de pasar desapercibidos para quienes estudian la zona con ojos críticos,
para aquellos que no se dejan hechizar por la fortaleza de una cultura
tradicional en la que predominan fiestas, trabajo, rezos y hedonismo. Por ello,
no ha de esperar el lector una visión romántica de la tierra de Belisario y
Rufina, esa sobre la que a diario se pregona en los medios de comunicación que
es la cuna del folclor, como si el mismo pudiera ser exclusivo y paradigmático
de un grupo humano. Al contrario, Orphanus,
es una mirada que pinta con vívidos colores el universo social que el turismo,
ávido de exotismos y de fotografías, apenas logra percibir. El pedasíeño arma
una trama literaria de hombres, cerros, bosques y angustias existenciales.” (PINZÓN,
en AMAYA, 2013, pág. 4).
Desde
una óptica sociológica, el lector tiene la oportunidad de tener en sus
manos un texto interesante, documentado,
de verosimilitud incuestionable, que le
permitirá conocer la esencia del hombre santeño en particular y del hombre
latinoamericano en general, quien padece la cruda metáfora del burro que muere
de hambre mientras que transporta en sus lomos la alfalfa que alimentará a otros.
Existe
otra perspectiva interesante, la sociológica en la cual, las confesiones de los
personajes dan claros indicios de los intrincados meandros por los que navega
el alma humana en su incesante peregrinar.
Sin
embargo, para los amantes de la literatura como tal, no podía faltar –y no
falta en Orphanus– un nutrido y
suculento manjar literario. George
Steiner con sabia precisión académica afirmó alguna vez que: “la crítica literaria es un pacto de amor
entre el crítico y la obra criticada.”
No tenga ninguna duda el lector de que, al tener la oportunidad de estar
frente a esta obra, se encontrará con un amor a primera vista, pues el texto
desde la lobreguez de su principio: “¡Qué
negras y oscuras se tornan las noches cuando el ser humano tiene el
presentimiento de que algo malo está por ocurrir! (AMAYA, 2013. Pág. 7)
hasta el escarmentado y desengañador final “Vaya
usted con Dios… faltando a la ley, qué castigo puedo imponerle yo, que sea peor
que las penalidades que usted y los suyos han soportado todo este tiempo…” (AMAYA, 2013., pág. 102.) elabora una trama lineal, continua
embrujadora, donde el ser humano lector-escritor goza de la universalidad en
medio de las limitaciones de lo cotidiano y de lo folclórico.
En
la obra, el lector podrá encontrarse con un sinnúmero de elementos
interesantes, la abnegación de la madre que sacrifica su vida para sacar
adelante a cuatro hijos huérfanos; la muerte de un padre virtuoso que muere a
los treinta y tres años (edad en la que muere Cristo); el odio de la familia de
Augustito Algandona (nombre del ahogado), que se refleja de manera viciosa y
degrada en contra de su viuda y de sus hijos; el tesón de los hijos por salir
adelante, son tan solo elementos motivadores de reflexiones profundas.
Eráclides Amaya |
En
la novela de Amaya, no se percibe el odio clásico de Montescos y Capuletos;
pues aquí la familia de la Julieta no aparece; mientras que la falta de
sentimientos de los sobrevivientes del Romeo abofetea con la inmundicia
materializada en acciones verosímiles, la conciencia de un lector que es
atrapado por el texto, convirtiéndolo en cómplice de la pugna más significativa
del folclor universal: la lucha del bien contra el mal.
Seguro
estoy de que el lector de Orphanus no se sentirá defraudado, independiente de la
postura que adopte; a lo sumo se convertirá en un testigo o tal vez cómplice de
acciones frecuentes que en el relato de Amaya retratan la vida de los hijos
del difunto Augustito Algandona y que,
en la realidad, recrea de manera mágica los sufrimientos de todos los que no
hemos sido apresados como personajes en sus páginas.
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