domingo, 21 de julio de 2013

LA HISTORIA DE UN TRIUNFADOR

Euribiel Valdés
     Cuenta la historia  que en un pueblo donde los habitantes eran muy trabajadores, donde tenían que sudar la frente para lograr el sustento de sus familias, la agricultura y la ganadería eran las actividades más frecuentes.
    La familia Espino era muy conocida por ser tan trabajadora.  Sus miembros se dedicaban a la siembra de maíz, tomates, y otras legumbres para vender en el pueblo.
El joven Luis Espino era un muchacho de 15 años que nació con un defecto: no tenía su brazo derecho. Aquel joven tenía la pasión y amaba jugar béisbol. Su padre Ramón le inculcaba todos los días que no se sintiera mal por aquel defecto, que si luchaba por las cosas y se tenía fe todo se podía conseguir.
   Luis ayudaba todas las mañanas a su padre a sembrar, a regar las legumbres y a sacarlas. Cuando estaban listas, su madre María y su hermana Luisa eran las encargadas de venderlas en el mercado y encargarse de los quehaceres del hogar.
Luis iba todas las tardes a un campo baldío rodeado de árboles, con un ambiente fresco donde la brisa acariciaba todo el lugar, donde solía  jugar béisbol con sus amigos. Lo  que más le gustaba hacer  a Luis era lanzar, pero aquel defecto  no lo dejaba  hacerlo normalmente como lo hacían sus otros amigos.  El talento que el tenía para lanzar era impresionante tenía que hacer un esfuerzo extra…Una de esas tardes en las que Luis iba aquel campo a jugar sus amigos, fue el papá de uno de los muchachos que iban al campo a jugar; era el que manejaba  toda la ganadería del pueblo. Viendo todas las tardes a tantos jóvenes reunidos, incluyendo su hijo,  pasó por su mente sacar un equipo de aquel pueblo, cuyo nombre sería  EL PROGRESO.
    Esa tarde el señor  Pedro González,  pasa a recoger a su hijo Dimas, llama a todos los niños y les dice que está pensando en sacar un equipo de ese grupo para una competencia que se hace cada año entre todos los pueblos de la región. Los jóvenes entusiasmados por la noticia le dicen al señor Pedro que jugarán al máximo todos los días para estar bien preparados para la competencia. A Pedro, muy sonreído, le gustó mucho la actitud de los jóvenes. Era un total de quince.  Cada uno con sus distintas cualidades para jugar. Ya se hacía de noche y todos los jóvenes se fueron a sus casas.
Al siguiente día el señor Pedro empieza a hacer las gestiones para inscribir un nuevo equipo en la competencia de los pueblos de la región. Pero había un gran problema,  Pedro había recibido una llamada del organizador de aquella competencia en la que le decían que solo podría llevar catorce jugadores a la competencia.  Esta noticia impactó a Pedro, ya que tendría que sacar a uno de esos jóvenes que todas las tardes él iba a ver jugando
    Era otra tarde más en aquel  campo baldío. Ya los jóvenes casi terminan de jugar y Pedro pasa a buscar a su hijo Dimas y llama a todos los jóvenes y les dice que le hicieron una llamada para comunicarle que solo podría llevar catorce jugadores, que tendría que sacar a uno de ellos; los muchachos, inquietos, murmuran entre ellos, impactados por la noticia. Pedro les dice que ya los ha visto jugar  y les dice que se vayan tranquilos que mañana les diría quien no iría. Luis el joven sin un brazo, es el último en salir del campo y Pedro lo llama, mientras su hijo Dimas lo espera en su auto. Pedro le dice a Luis, como has escuchado tenemos que sacar a uno, yo te he visto practicar y me gusta el entusiasmo con el que lanzas, pero lastimosamente por tu defecto no nos podrás acompañar. Luis con una mirada muy triste sentía que sus sueños se iban al suelo, se da la vuelta y se va sin decir ninguna sola palabra.
El joven Luis llega su casa. A la hora de la cena, está muy callado, como no acostumbra. Está toda la familia Espino en la mesa y su padre le pregunta: “hijo ¿te sucede algo?” Él, con una mirada triste, le dice a su padre que quiere hablar con el más tarde. Terminada la cena, Luis y su padre se reúnen fuera de la casa; éste le cuenta lo sucedido a su padre le dice animándolo que vendrá otro año y que con la ayuda de Dios él lo lograra.
    Pasaba el tiempo y aquel joven solo se dedicaba ayudar a su familia en el trabajo de siembra y cosecha; además de escuchar en un vieja radio los juegos donde estaban todos sus compañeros;  pensamientos de soledad y tristeza pasaban por su mente todas las tardes  a las seis  iba a aquel campo baldío a correr y a recordar a sus compañeros. Frustrado porque por su defecto no pudo estar con ellos.
Pasa un año y Luis nuevamente está reunido con sus amigos  en el campo  baldío, listo para un nuevo comienzo y nuevas metas.
   Nuevamente el señor  González iba a tomar la dirección del equipo,  aunque en su primer año no tuvo tanta suerte, porque perdieron casi todos los partidos.
Iba todos los días a ver a los muchachos y vio que era increíble lo que Luis estaba haciendo como lanzador; al final de la tarde, habló con y él y le dijo claramente: “Luis, este año si estarás con nosotros  y no solo eso, serás el lanzador del primer juego, el juego de inauguración contra el equipo campeón del torneo los conocidos RAYOS DEL SUR.
    Luis muy contento le da la gracias a su director por la oportunidad de cumplir su sueño de estar en una competencia de béisbol.
    Faltan tres días para la competencia. Luis decide descansar esos días y compartir con su familia la experiencia de sus prácticas; además de comunicarles la responsabilidad que tiene en el juego de inauguración. Todos estaban muy contentos.
    Es el gran día. Llega Luis al estadio con su equipo y toman su respectivo lado del campo.  Salen a calentar. Luis respira profundamente, sintiendo aquel aire fresco y natural  de la grama,  mira a su familia a un costado de las gradas, causando en él una sensación de inspiración.
    Se llega la hora del juego y Luis mira la cantidad de personas que hay en el estadio observándolo, ya que nunca se había visto a un lanzador sin un brazo y causaba tanta admiración a las personas que no dejaban de aplaudirlo.
     Luis lanzó el partido completo dándole la victoria a su equipo 2 carreras por 0. Fue la noticia del día en todos los diarios de la región.
    Pasan los días. La competencia ha terminado coronándose el equipo EL PROGRESO  como los nuevos campeones, tomado como jugador más valioso el joven Luis Espino quien gana cinco partidos sin perder ninguno, estableciendo marcas dentro de los torneos. Fue nombrado por sus compañeros como el Mocho Maravilloso. Su carrera no fue muy larga, ya que su sueño solo era participar en una competencia hasta su mayoría de edad.
   Él se dedicó a sus estudios y al terminarlos decidió abrir una institución deportiva de niños discapacitados,  inculcándoles el valor de la perseverancia  para lograr que ellos también, en algún momento de sus vida, sintieran aquella sensación  que recorre nuestro cuerpo cuando  tantas personas te aplauden y exclaman tu nombre en su caso, el Mocho Maravilloso.


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