lunes, 1 de julio de 2013

ADÁN Y EVA: GENIAL ABREBOCAS DE LAS FLORES OSCURAS DE SERGIO RAMÍREZ

     Melquiades Villarreal Castillo

         Adán y Eva, el nombre de un bar, hereda su nombre al primer cuento de la colección Flores oscuras del narrador nicaragüense Sergio Ramírez.
    El cuento, un verdadero abrebocas que incita al lector a continuar en la lectura de la colección completa, es un caldo de cultivo, en el cual dos personajes que comentan –entre cerveza y cerveza– la realidad en que se encuentran (que no es exclusiva de ellos, sino que es el reflejo de una sociedad en la cual la pobreza y la necesidad tuercen los principios morales), complaciéndose y reprochándose mutuamente, en una especie de juego sadomasoquista, que funge como espejo donde se alumbra la sociedad de Managua en particular y, tal vez la de América Latina en general.
   De hecho, el hombre del bar evoca el pecado original que persigue a la humanidad, al hombre y a la mujer, en el símbolo de una manzana que, en el caso del relato, se encuentra en el letrero de neón que anuncia el bar.  
    Ahora bien, no solo encontramos el símbolo de la manzana; pues para entender el cuento en todas sus posibilidades interpretativas posibles, tendríamos que hacer una lectura más profunda basada en recursos exegéticos más elaborados que permitan una interpretación desde perspectivas diversas sobre la condición humana. 
   Ninguno de los personajes del relato, es feliz, porque ninguno vive en el país de las maravillas; tampoco son santos escapados de esferas celestiales, tan solo son seres humanos con debilidades y fortalezas afectados por situaciones externas que doblegan sus principios.
   Se sabe que un buen cuento debe atrapar al lector desde la primera frase y, Sergio Ramírez, demostrando pericia en el arte de contar lo logra en este relato que comienza diciendo: “Esa tarde de febrero salió de su casa decidido  a tener una conversación con su Conciencia, y por  eso mismo la invitó a tomar una cerveza.” A pesar de que Conciencia está escrito con mayúscula, el lector es víctima del engaño por no decir que de la sorpresa, pues lo que menos se imagina es que el personaje va a hablar con otra persona; solo conversará con su conciencia. 
    No obstante, en seguida nos percatamos de que Conciencia es una mujer a la cual el personaje le cuenta sus cuitas y sus alegrías.  Conciencia, haciendo gala de su nombre le apoya y le reprende, comportándose de manera bivalente como el demonio y el ángel que estimulan las conductas humanas.
    Conciencia, a pesar de su edad (cincuenta años) es hermosa, pero no por naturaleza, sino por los cuidados que tiene consigo misma, los cuales, sin embargo, no son suficientes para ocultar su real situación. Esto, sin lugar a dudas, es una excelente metáfora en la cual Conciencia se comporta como la conciencia de cualquier persona, en cuanto a que es incapaz de esconder su propia naturaleza a pesar de los artilugios de los cuales se valga.

     Dejo hasta aquí, este comentario de una lectura primera de este cuento, en espera de que más lectores, tal vez en la soledad, tal vez en compañía, compartan los secretos de su conciencia con Conciencia, motivados a descubrir los mundos inmersos en las Flores oscuras de Sergio Ramírez.

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