martes, 11 de enero de 2011

MAR Y SUEÑO: CLAVES DE LA POESÍA DE SINÁN.

Melquiades Villarreal Castillo.


(Este artículo fue publicado en la edición N°14, de la Revista Mosaico, del Diario La Prensa. Año 1, el domingo 21 de abril de 2002, págs. 30 y 31, para conmmeroar el Centenario del Nacimiento de Rogelio Sinán).

Foto obtenida a través de Internet.
    Cuando el libro Onda vio la luz en 1929, nuestro país no estaba preparado para una innovación tan brusca, después del aclimatado imperio del cisne daríano y de los cantos que pretendían concretar la patria creada en noviembre de 1903.

Foto obtenida a través de Internet.
     Rogelio Sinán genera un novedoso abanico de posibilidades poéticas, muchas de las cuales –todavía– no han sido asimiladas en su justa dimensión.  Estos cambios obedecen al hecho de que, en este autor, no solo encontramos un poeta, sino también a un teórico de la poesía y, sobre todo, un creador de su propia poética (entendida, atinadamente, por Elsie Alvarado de Ricord en función de ruptura y descubrimiento).
      Así nos lo manifiesta el autor de Semana Santa en la Niebla en el poema Poética que a la letra dice:

"Ni recta, ni curva, tu senda,
saloma, persiga el hallazgo.
Construye tu vida hacia adentro
y estudia, faceta a faceta,
tu arcilla, tu sombra, tu imagen.
Delgada la masa maleable,
materia será,
trampolín
para el salto seguro.
Parabólico, salto, perfecto,
pues saldrás –Afrodita-
del mar de ti misma, si mancha, callada, sublime…”

     Sin lugar a dudas, el postulado poético de Sinán se sabe poeta, se sabe pequeño dios y por eso propone una forma singular para concebir nuevos mundos a través de la poesía.
    Es un principio comúnmente aceptado por la crítica panameña que Sinán es el iniciado y el iniciador de la vanguardia en Panamá. Es consabido que nuestro poeta es creacionista; sin embargo su creacionismo muchas veces incurre en lo más ortodoxo de la poesía española, lo cual también es una forma de innovar, tal como lo muestra en los siguientes heptasílabos con los que da inicio a su poema Kodak:

“El sol te dio un pedazo
de luz; y por tu cuerpo
desnudo corren claros
relumbres de desierto.”

   La métrica y la rima son tradicionales, pero el ingenio y la sutiliza en el manejo de la imagen denotan ruptura con la tradición.  El hablante se muestra revolucionario y original, amalgama la llaneza con la complejidad, lo embrionario con lo último en poesía.  Sabiamente mezcla sus poemas en una fusión radiante y onerosa donde se conjugan lo efímero y lo eterno.  En su poesía, se advierte un mundo cosmopolita que no desecha el toque esencial de la panameñidad.  Por ello, el héroe lírico concibe la saloma como “la primera expresión poética del hombre”, la cual sin ser palabra, pues solo alcanza el estado de cadencia, está impregnada de la muestra semántica más pura y significativa del lirismo que identifica al ser humano.
   La experiencia vital primaria del máximo hombre de letras de nuestra tierra canalera transcurre en Taboga, una isla hermosa del Pacífico panameño, bañada por un sol inclemente, acariciada por una agradable atmósfera marina.  Estos factores se fusionan en una simbiosis indisoluble que atrapa su estro, de modo tal que no pudo –tal vez no quiso– escapar del caracol de sus años primeros, aunque fue un hombre que conoció gran parte del planeta. Concibió ese ambiente como el espacio ideal para su producción literaria. Él mismo afirmó: “el mar y el sueño son las mejores claves de mis versos, n mundo casi onírico y un horizonte azul de siete mares.”
    El verso “el viejo sol está bañado de luz” es, a mi juicio, un testimonio fidedigno de la opinión que el bardo emite acerca de su propia producción.  La imagen está magistralmente lograda y, en efecto, el mar y el sueño se evidencian en la figuración que el héroe lírico percibe en el hecho onírico de su musa, la cual, sentada frente al mal, observa que el mismo, cual espejo, refleja y multiplica la luz, produciendo una embriaguez hermosamente radiante, candente y eterna.
    Rogelio Sinán sabía que, en su país, la lectura no es un fenómeno común, por lo que, con su peculiar ingenio, se vale nuevamente de sus claves, sueño y mar, para comparar el carnaval con el teatro (por extensión toda la literatuta), con el afán de despertar en el panameño común el mismo interés por la lectura que manifiesta por el carnaval.
    La Dirección de Extensión Cultural de la Univeridad Tecnológica de Panamá (una universidad de ingenieros, por cierto) bajo la administración de Enrique Jaramillo Levi, publicó la obra Poesía Completa de Rogelio Sinán, la cual cuenta con un prólogo finamente hilvanado por la directora de la Academia Panameña de la Lengua, Dra. Elsie Alvarado de Ricord; sin embargo, con preocupación veo que la comunidad literaria nacional se ha privado de saborear esta exquisitez, situación que me impele a balbucear los versos de Ricardo Miró cuando, en medio del paroxismo de la ausencia, espetó su célebre verso: “revuelvo la mirada y a veces siento espanto”, ante el hecho lamentable de que la mayor parte de los quinientos ejemplares, todavía no han encontrado quien los adquiera, mucho menos quien los lea; al menos, como diría su autor, esperan estoicamente convertirse en una cena suculenta para los seres más intelectuales de Panamá: las polillas.
     Para culminar, coincido con Aristides Royo en cuanto a que: “el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es adquirir su obra y leerla”, y que al leer la obra de Sinán en el primer centenario de su nacimiento (aparte de rendirle tributo, de adquirir cultura, de descubrir mundos y posibilidades poéticas insólitas) se honra “a uno de los más grandes panameños de todos los tiempos.”
Peña Blanca, Las Tablas, 16 de marzo de 2002.
(El autor es profesor de español en la sede de los Santos de la Universidad de Panamá y en el I.P.T. de Azuero).

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