sábado, 8 de enero de 2011

GUSTAVO BATISTA CEDEÑO: POETA CON DESEOS SIN REALIDADES

Melquiades Villarreal Castillo
                A medida que pasa el tiempo, es más fácil emitir un juicio objetivo sobre un alma que trascendido lo fugaz de la sustancia humana.  A seis años del ocaso del poeta Gustavo Batista Cedeño (31 de mayo de 1962 – 3 de julio de 1991) la figura que tengo de él cada día se hace más límpida, pues con la sucesión inexorable de las estaciones, uno aprende a estimarlo por su labor y, sobre todo, por su lírica.
Gustavo Batista Cedeño
Las Tablas, 31 de mayo de 1962 - 3 de julio de 1991
                Gustavo, a sus veintinueve años, produjo para la mocedad panameña un paradigma de consagración a la vida erudita, a pesar de que como profesor de geografía e historia no pudo consumar su faena de nutrir de conocimientos a la adolescencia de un Panamá que cada vez más requiere de la elaboración de una genuina personalidad histórica que se extienda todo el año y todos los años y que no sea el reflejo efímero de un ímpetu novembrino.
                La obra de Gustavo Batista Cedeño puede ser clasificada en verso y en prosa. En prosa escribió una gran cantidad de artículos en la sección Asteriscos del diario La Prensa, entre 1990 y 1991.  Estos artículos, en extracto, simbolizan la inquietud de un docente y un poeta enclaustrado en el abismo de la impotencia.  Como maestro se alarma por la irresponsabilidad con que el hombre administra los recursos naturales, cuando afirma:
“Llegará el momento en que le mostraremos la naturaleza a nuestros hijos, precisamente, frente a las vitrinas de museo. Compungidos les diremos: Esta es una iguana, aquél un ruiseñor y esto que ves acá embalsamado, como momia, es un mono.”
Como poeta, manifiesta su disconformidad por el trato que dispensa nuestra sociedad a los cultores de las faenas intelectuales, cuando (con el dejo melancólico que lo caracterizó) interpela:
“Acaso en Panamá no es más fácil para una yegua o potranca, mostrar sus nombres y sus cualidades de hipódromo en un librito que se publica todas las semanas y por el cual se pagan escasos reales, a que un joven poeta logre mostrar lo que escribe? Quisiera Dios que tuviésemos la oportunidad de tener un folletito como ese, en el cual garabatear nuestros versos.”
La sensibilidad de Gustavo Batista recorre todos los laberintos de la apatía humana en la búsqueda exasperada de una oportunidad para vociferar su presencia y su singularidad.  Incluso, ensaya un proceder casi suplicante para evidenciar por qué ve el mundo de una forma diferente a como lo representa el arquetipo común de los seres humanos:
“Para el cansado viandante, la charca en mitad del camino es un obstáculo, sin embargo, parar el niño que aprisiona entre sus manos un barquichuelo de papel, la misma charca es el océano donde su barca habrá de navegar.”
Como historiador, Gustavo Batista satisface su anhelo al proveer a su pueblo de un instrumento que certifica su existencia en el tiempo y en el espacio: Peña Blanca: su historia, su gente y la festividad de San Antonio de Padua, cuya autoría comparte conmigo, es un sugestivo ensayo histórico, en el que se recogen informaciones que datan de la colonia sobre el corregimiento de Peña Blanca, hasta la realidad de una congregación inmersa en las riberas del río Mensabé que por casi dos centurias ha girado en torno a la tutela espiritual de San Antonio de Padua.
Es indudable, sin embargo, que la trascendencia de Gustavo Batista encuentra sus más recónditas raíces en su elaboración poética.  A pesar del perfil efímero de su existencia, Gustavo Batista, además de los múltiples poemas que dio a conocer a través de los diarios y revistas nacionales, produjo dos poemarios: Deseos, nunca realidades con el cual logra el Premio Universidad de Panamá en el año 1981 y Áncora y otros poemas, su obra póstuma.
Se evidencia en la poesía de Gustavo Batista el influjo de su maestro, el también vate ausente Pedro Correa Vásquez (1955-1996), aunque por ello, en ningún momento, debe discurrirse que la poesía de Gustavo Batista carece de autonomía creativa. El último poema de Deseos, nunca realidades es una cristalina referencia a la pequeñez de la vida humana, frente a lo vasto de la eternidad:
“Lo nuevo comienza
más diría
que el hoy
es una gota
que permanece
en cada gota que se aleja.”
                Es transparente la insinuación bíblica: “No hay nada nuevo bajo el sol.” Pues lo nuevo que comienza no es más que una gota, partícula infinitesimal del fluido vital, que como las palabras, que tan sólo son eso, a pesar del alto grado de credibilidad que tenemos en las mismas: Palabras que en esencia nunca serán ni objeto ni sujeto de la existencia humana que se sostiene en espíritu y materia.
                Desaparecido Gustavo Batista, Herasto Reyes, Pedro Correa Vásquez y Alberto Osorio deciden realizar un homenaje a la memoria de Gustavo Batista, para lo que crean el Premio de Poesía Gustavo Batista Cedeño, en el cual pueden participar poetas nacionales cuya edad sea inferior a los treinta años. Además, publican la obra póstuma del poeta: Áncora y otros poemas, a la cual el crítico Pedro Correa Vásquez se refirió en los términos siguientes:
“Áncora es un poemario que es una despedida. Sin exagerar creo que estamos en presencia de uno de los libros más desgarradores y hermosamente tristes de nuestra literatura… Su universalidad roza los destinos de todos nosotros y nos hace meditar sobre la estoica facultad de su autor, quien tenía la suficiente valentía para hablar de los más grave de la manera más bella.”
                Correa tiene razón, Gustavo Batista cuando recibió la visita de las musas era plenamente consciente de que el crepúsculo de su existencia estaba cerca y aún, en presencia de la muerte, tuvo el estoicismo de invitarnos a actuar con fe en un mañana que para él nunca iba a llegar:
“Mira esa inmensidad, si es que el temor no te cierra los ojos; arráncate el dolor y entremos al festín que anuncia la llegada de otros tiempos… y yo te digo: “Bajé de los velos para escuchar la lentitud y decirte que cuando el sol teje su lienzo, son otros los pájaros que hoy nos pintan ataduras en el alma.”
                Como este trabajo es, en mayor parte, un conjunto de segmentos ajenos amalgamados para expresar un mensaje que no ambiciona la plenitud de la innovación y carente del talento para sintetizar en pocos renglones la dimensión del poeta Batista, me tolero aludir una vez más al intelecto de Pedro Correa, quien definió la existencia del poeta así:
La poesía de Gustavo Batista Cedeño es la exacta imagen de su forma de ser. Siempre fue lacónico, siempre estuvo triste, siempre sufrió que  el mundo no reconociera su presencia.  Gustavo era reticente, alegre con los amigos, dulce, soñador. Nos queda su poesía y su recuerdo, bastante ya para un mundo que a pasos agigantados se automatiza, perdiendo toda sensibilidad.”
Publicado en el diario La Prensa. Sección Letras. Panamá: La Prensa. Lunes 9 de junio de 1997. Pág. 2C.

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