lunes, 10 de enero de 2011

ENRIQUE JARAMILLO LEVI: HOMBRE-INSTITUCIÓN DE LA LITERATURA PANAMEÑA.

Melquiades Villarreal Castillo
(Palabras pronunciadas en el conversatorio sostenido por los estudiantes del Postgrado en Literatura Panameña del Centro Regional Universitario de Veraguas de la Universidad de Panamá el 8 de junio de 2001).
                Muy buenas noches, Magister Nemesio Donoso, Director del Centro Regional Universitario de Veraguas, Magister Herman Camarena, Director de Investigación y Postgrado de esta Unidad Académica, Profesora Donna Petrocelli de Him, Coordinadora de la Escuela de Español, distinguido Maestro don Edmundo Castillo, a quien hago responsable, en alguna medida, de mi amor por la literatura, Señores Profesores de este Centro de Enseñanza Universitaria, Señores Profesores de Español de esta provincia, Señores Escritores Veragüenses, jóvenes estudiantes de la Escuela de Español, señores todos.
                Quiero exteriorizar, en primera instancia, un infinito placer por estar hoy frente a tan escogido auditorio, en el mismo lugar en el que hice primera disertación pública en 1992, en el Segundo Encuentro de Profesores de Español de la Universidad de Panamá.
                Mi felicidad es mayor por el hecho de que me unen viejos lazos de confraternidad con muchas de las personas relacionadas con la Escuela de Español de este Centro: Fui discípulo de los profesores Edmundo Castillo y Juan Aguilar y compañero de estudios de las profesoras Aurelia de León, Gabriela de Ellis y Rosmaira de Espinosa, entre otros.
                Aprovecho también la oportunidad para testimoniar, en mi calidad de santeño, una gran congoja , porque ustedes, los veragüenses, nos han robado el mandado, pues mi intención primera fue que este acto se diese en el Centro Regional Universitario de Los Santos, pero por motivos burocráticos no pudo ser.
                Para muchos, tal vez para todos, el nombre de Enrique Jaramillo Levi es conocido, pero, lamentablemente, dentro de los parámetros no propicios para la cultura que se experimentan en nuestro país, su labor de escritor y de difusor cultural no ha sido debidamente valorada ni proyectada, aunque soy un convencido de que Jaramillo Levi tiene granjeado, por los méritos de su obra (ensayista, poeta, cuentista, editor y difusor cultural) un sitial tan solo cotejable al que ocupa don Rodrigo Miró, inventor de la Literatura Panameña, de acuerdo con una opinión de Tristán Solarte, según una información que me suministró Franz García de Paredes.
                Señores, lo que ocurre resulta espontáneo.  Jaramillo Levi, como dijo alguien hace poco, es una institución cultural y lo ha demostrado desde la Editorial Signos, desde el Departamento de Letras del Insitituto Nacional de Cultura, desde la Editorial Universitaria de la Universidad de Panamá y, últimamente (y con mayor brío) desde la sobria oficina de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá, desde donde ha realizado una labor más productiva que el Instituto Nacional de Cultura, el Ministerio de Educación y la Universidad de Panamá juntos, en cuanto a publicaciones se refiere.
                En este orden de cosas, envío un mensaje a la conciencia de las autoridades universitarias de esta Unidad Académica aquí presentes, para que eleven mi preocupación a las autoridades superiores, recomendación que hago con respeto y, sobre todo, con  el cariño generado por haber dedicado casi toda mi trayectoria profesional a nuestra Máxima Casa de Estudios: la Universidad de Panamá.
                En el ámbito interno, Señor Director de Investigación y Postgrado, me atrevo a recomendarle diseñar y editar una revista que recoja la muestra de los mejores trabajos realizados en el Postgrado de Literatura Panameña, porque ya tenemos un antecedente de que lo hizo el Programa de Maestría en Literatura Hispanoamericana en el cual yo participé y le aseguro, que en el caso de los cursos de Poesía Neoclásica, Romántica y Modernista y, en el curso de Poesía Panameña de Vanguardia y Postvanguardia, hay investigaciones excelentes y novedosas que no es justo que sucumban en el piélago de la indiferencia.
                Es más, me atrevo a aseverar, sin temor a equivocarme, que en todo el marco festivo que se está entretejiendo alrededor de la celebración del Primer Centenario de la República, esta revista sería una maravillosa y significativa contribución al conocimiento del hombre panameño a través de sus musas.
                El acto que hoy se realiza es un indicio tangible que refleja la sed de conocimientos y el empeño rejuvenecedor intelectual de los participantes del Postgrado en Literatura Panameña.
                En nuestros pueblos, es vox populi  que lo que se da, dentro de esta fascinante perspectiva de la vida nacional, que es la literatura, es prácticamente ignoto en el interior del país, pues hay una tendencia dañina que promueve la cultura como herencia de la capital.
                A mi juicio, señores, Enrique Jaramillo Levi es el personaje ungido por su experiencia para reseñar la actualidad de la poesía panameña, puesto que un gran números de los textos publicados en nuestro país en los últimos años, en todos los géneros, por tanto los poéticos, han pasado, por algún motivo, por sus manos.
                La poesía panameña que para mucho es una especie prácticamente extinguida presenta copiosas posibilidades de intensificación y de proyección, aunque se encuentre entre el clavel y la espada, como alguna vez señalara el poeta Gustavo Batista Cedeño.  Es satisfactorio que todavía el clavel sea cultivado por personas como Jaramillo Levi, quien desde las páginas de la Revista Maga y de la publicación de libros completos se ha encargado de darle vida a los quehaceres del espíritu.  Por respeto a ustedes, no mencionaré a quienes blanden la espada, porque son conocidos por todos y, de antemano, están condenados al olvido eterno.
                Ahora bien, ¿quién es Enrique Jaramillo Levi? ¿Por qué es nuestro invitado esta noche?  Enrique Jaramillo Levi es un reconocido cuentista, primera panameño publicado en la reconocida editorial mexicana Alfaguara, forjado en los talleres de Juan Rulfo.  También es un ensayista diligente y un excelente poeta.
                En cuanto a su poesía, tenemos que la misma destila una insondable inquietud existencial, una legítima pesquisa filosófica en la que el repudio hacia la muerte se torna en una especie de sortilegio en su urgencia de queja.  Algunos de los poemas de Jaramillo Levi rememoran la ocupación misma del bardo (por extensión del escritor panameño), esto es, se escudriñan a sí mismos, a través de una recurrencia presente en casi toda su obra donde plasma el cuadro del escritor panameño, que escribe su propio libro, lo edita y tiene que salir a venderlo, a convencer a la gente de que se lo compre y que, si se lo compran le dicen: “Compro tu libro para ayudarte.”
                Como cuentista, ha sido antologado internacionalmente en varios países: México, España, Estados Unidos, Costa Rica, Alemania, Austria, Polonia, Hungría, Francia y Brasil.
                Además, en un campo que estamos investigando, Jaramillo Levi ha sido editor de libros y revistas, profesor universitario y conferencista en México, Estados Unidos y Panamá, investigador becario Fulbright en la Universidad de Texas y dinámico promotor cultural.
                A Enrique Jaramillo Levi, le debemos también la creación del Premio Gustavo Batista Cedeño para poetas menores de 35 años; concurso Stella Sierra para poetas nacionales, el concurso Rodrigo Miró Grimaldo para ensayistas nacionales; los concursos de cuento José María Sánchez y el Cuento Breve de la Revista Maga y, sobre todo, el más grande de todos los concursos literarios de Centroamérica, el Premio Rogelio Sinán que se presenta alternado en los géneros cuento, poesía y novela que fueron los géneros más cultivados por el más grande de todos los panameños.
                Señores y señoras, termino mi intervención reconociendo que doña Elsie Alvarado de Ricord tenía toda la razón del mundo cuando afirmó que: “Enrique Jaramillo Levi es un hombre-institución dentro de la literatura panameña.”
Muchas gracias.
Santiago de Veraguas, 8 de junio de 2001.

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