viernes, 10 de mayo de 2013

TRES FLORES Y UN NIÑO: CUENTO DE LUPITA QUIRÓS ATHANASIADIS.


   Este relato resulta sumamente fresco por la forma desnuda como trata la narradora la realidad cotidiana de personas de clases sociales diferentes que tienen por morada nuestro país.
   Por un lado, nos encontramos a Aquilino, un niño Kuna, quien junto a su padre acompaña a un acaudalado hombre de negocios en sus momentos de entretenimiento dedicados a la cacería, mientras que su madre se prepara para traer un nuevo miembro a la familia en medio de la pobreza; y, en un tercer plano, tenemos a Lucrecia, la esposa del empresario, quien vive en la cúpula del protector cristal del dinero, en un mundo ficticio en el cual espera que su marido retorne a casa contando las singulares hazañas sobre la caza, aunque ya sabe que los actos protagónicos se le deben a Calacho, el padre de Aquilino.
    El niño, en un lugar del bosque, espera la llegada de su padre y su patrón; muestra preocupación, porque sabe que en su casa es indispensable frente a la situación generada por el estado de su madre.  Sin embargo, se mantiene taciturno en espera de que los hechos se desarrollen; él tan solo es un elemento dentro de la escena de su mundo. 
   Aquilino es, no obstante, un personaje singular, obedece y calla los caprichos de su patrona; y, además, practica el hábito del ahorro y demuestra amor por la lectura, factores que nos permiten augurar un futuro más prometedor para él. 
   Mientras esperaba  en el bosque, con hambre, ve tres hermosas flores que toma y se las lleva cuando su padre y su jefe retornan y preparan el invento para convencer a doña Lucrecia de las habilidades de cazador que tiene el interesado marido. 
    Las tres flores van a cobrar un papel protagónico dentro del relato, puesto que la primera se la regala Aquilino a doña Lucrecia, una señora dueña de todo, pero que no puede evitar un feliz sentimiento al sentirse obsequiada de tan humilde, pero hermosa manera. 
    La segunda flor le fue robada a Aquilino cuando iba a ver a su madre parturienta.  Sin embargo, continuó su camino sin detenerse a ver el final del Cobra, quien le robó y fue acabado a tiros por la policía. 
   Al fin, Aquilino llega al Hospital Santo Tomás, regala su tercera flor a su madre, quien estaba feliz al tener a su primera hija después de cuatro varones.  Al salir del hospital, Aquilino ve en el periódico al Cobra, su asaltante, con la tercera flor sobre su pecho. El relato, entonces, cobra un interesante matiz pues el niño dentro de su sencillez y de sus limitaciones, supo hacer feliz a doña Lucrecia, quien, a pesar de su cómoda posición carecía de este tipo de detalles; hizo feliz a su madre después del parto y, con la tercera flor, podemos imaginarnos que mitigó el dolor de la madre del Cobra frente al dolor del hijo muerto.

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