jueves, 8 de noviembre de 2012

A NOVENTA AÑOS DE LA PUBLICACIÓN DE NIEBLAS DEL ALMA


     Melquiades Villarreal Castillo
(El 14 de junio de 1948 fallece Zoraida Díaz, primera mujer que publicó un libro de versos en Panamá).
Zoraida Díaz (1880-1848). 
1922  fue el año que vio aparecer el primer libro de versos de una mujer panameña, la maestra tableña Zoraida Díaz Chanis, quien tuvo la dicha ver publicada su obra Nieblas del alma (Panamá, Talleres Gráficos de El Tiempo).  
Importante me parece destacar el hecho de que esta publicación hubiese carecido de fundamento, a no ser que – como en efecto es – los poemas publicados son de alta calidad literaria.
Aparte de Nieblas del alma, Zoraida Díaz publica Cuadros en 1937, obra que tuvo un gran recibimiento por la crítica, por la novedad temática dentro de la poesía panameña, además del uso de un lenguaje cristalino y vehemente que logra una plena interacción comunicativa entre el sujeto lírico y el lector.
         Acerca de los rasgos biográficos de la poetisa tableña, tenemos que Zoraida Díaz nace en Las Tablas el 10 de marzo de 1880.  Lleva una existencia cargada de pesadumbres y tormentos desde muy temprana edad. Sus desengaños los experimenta tanto en el plano personal como en el profesional. En este último aspecto, se le impidió (en más de una ocasión) ejercer su profesión de maestra por discrepancias políticas.
         En el plano personal, perdió a su compañero en tres ocasiones distintas, pues –repito– sus días estuvieron teñidos por el virus del infortunio.  Eleazar Escobar, su primer cónyuge muere en la Batalla de Tonosí durante la Guerra de los Mil Días. Pasado un tiempo, pierde a su hija.
         Después, la poetisa contrae nuevas nupcias, esta vez con el comerciante español Pedro Ross, quien, al poco tiempo, enferma gravemente y muere, dejándola una vez más sumida en un gran aislamiento. 
Posteriormente, la poetisa se casa con el ruso Mendel Stronn, quien también fallece al poco tiempo.
Zoraida Díaz deja este valle de lágrimas, víctima de un derrame cerebral el 14 de junio de 1948.
En lo que a su quehacer literario se refiere, nos encontramos con que uno de los juicios más halagadores que Rodrigo Miró emite sobre un poeta panameño se lo dedica a Zoraida Díaz, cuando manifiesta:
“Si Amelia Denis es la poetisa de la Generación Romántica.  Si Nicole Garay formó parte de las filas de los modernitas, Zoraida Díaz pertenece a la generación que irrumpió recién creada la República…  fue la primera mujer panameña que publicó un libro de versos.  Eco fiel de su verdad, la verdad de una mujer maltratada por la vida, se nutre este libro de una poesía doméstica. Sin embargo, en algunos momentos alcanza auténtica calidad.” (MIRÓ, 1953.)
La poesía de Zoraida Díaz  se particulariza por un abismal acento de desdicha, que exterioriza los anhelos malogrados de una mujer soñadora, deseosa de una vida llena de júbilo, tal como lo manifiesta en el poema Deseos:
“¿En dónde estás alma mía
que no te puedo encontrar
ni en el cielo, ni en el mar
ni en mi contante agonía?

Quiero ser rosa… botón:
ser celaje, rosicler,
ser todo… menos mujer
con memoria y corazón.”

  En el enigma de la primera estrofa, el yo lírico (una mujer perceptiblemente), insinúa ansiedad por la existencia, por reunirse consigo misma, pues no logra aliviarse de los naufragios sensitivos experimentados en su vida por su temperamento femenino.
El poema resulta mucho más seductor si nos detenemos a reflexionar que el héroe poético ha rastreado su propia identidad en el éter y en el mar, que no en la tierra, que es donde se supone que debe encontrarse.
La pesquisa resulta muy efusiva su la avizoramos desde la óptica suplicante, que la distribución de la estructura sintáctica del poema tolera. La misma utiliza como pedestal el uso contumaz de la conjunción “ni” para desmentir la realidad, el hallazgo con su propia esencia, pues el subterfugio engendra la probabilidad de abundantes alternativas fallidas.
         Resulta de sumo interés la segunda estrofa que es un diáfano ingrediente referido a la poesía feminista.  El sujeto lírico concluye que su aflicción no se debe a ninguna causa interna ni externa, sino escuetamente a su condición de mujer.
         El poema es un sonetillo (especie de soneto compuesto en versos octosílabos); es decir, versos de arte menor, con lo cual, quizás, Zoraida Díaz quiera indicarnos el vasallaje de la mujer frente al varón, a quien, de acuerdo con nuestra presunción, el hablante piensa que se le reserva el uso privilegiado de la versificación de arte mayor.
         Las dos estrofas finales resultan sumamente atractivas, por lo menos desde el punto de vista semántico:
         “Ser ola muerta en la playa,
         ser rosa que se desmaya
         después de vivir un día.

         Ser toda yo pensamiento
         y disolverme en el viento
         en busca tuya, ¡alma mía!”
        
         Ciertamente, se percibe la influencia de Rubén Darío, pues se transcriben –casi literalmente– versos del vate nicaragüense: “la rosa que se desmaya” nos recuerda el verso “se desmaya una flor” en Sonatina y el anhelo de ser otra cosa evoca el poema Lo fatal, pues el héroe lírico envidia la singularidad indiferente de la piedra para rehusar la angustia.
         Existe, además, un rejuego léxico que sirve como disimulo al yo poético, para rastrear la exploración de su propia esencia en los versos precedentes, pero en busca del ser amado, en el verso último, lo cual se sustenta a plenitud mediante el uso de la ambigüedad semántica.
         Las páginas de Nieblas del alma tienen ribetes románticos, flanqueados por cristalinos matices modernistas.  Es indiscutible, pues, que lo sensiblero emana del apego del yo poético por descubrir la beatitud, eludiendo el nimbo del desconsuelo que la custodia como secuela de sus infortunios amorosos.    
El componente modernista, por su parte, se dimana, del discernimiento de la corriente literaria que estaba en boga en su época, por lo menos en Panamá, aunque ya en otras latitudes se le había torcido el cuello al cisne daríano.
Nieblas del alma es una obra que se escinde en tres partes, cada una de las cuales detenta rasgos inconfundibles.  La primera se titula Nieblas  y se compone de once poemas de motivo diverso; la segunda, a nuestro criterio, la mejor lograda, se titula Sonetos y se compone de siete poemas (recuérdese que de acuerdo con nuestro código cultural el siete es el número de la buena suerte). Es digno resaltar el hecho de que en esta sección se encuentra el poema Deus dedit, Deus abstutit, que, de acuerdo con nuestro sentido común, es el mejor elaborado por Zoraida Díaz. A continuación, se transcribe un fragmento del mismo:
¡Señor! Él era justo y abnegado
con tu amor y mi amor llenó mi vida
y dio paz a cada alma adolorida
y fe y consejo a cada descarriado.

Por defender tu nombre fue soldado
y en lucha desigual enardecida
cayó por siempre con la frente herida
en un gesto de clásico cruzado.”

El referente de este poema es transparente, por lo menos para los que conocemos los rasgos biográficos de la autora. Los versos están dedicados al Capitán Eleazar Escobar, su primer esposo (muerto en la Batalla de Tonosí).  Escobar era conservador, factor del cual se sirve la poetisa para casi santificarlo al compararlo con un cruzado (soldados que defendieron la fe cristiana en siglos anteriores), pues Escobar muere como conservador, salvaguardando también la fe de Cristo.
El vocativo señor  evidencia, de forma inmediata, la alusión al soliloquio muy íntimo, por cierto, entre el héroe lírico y la persona divina, donde el primero expone las cualidades del sujeto, sugiriendo –de manera velada– un premio celestial, para su hombre, quien está adornado con adjetivos lisonjeros, tales como justo y abnegado y clásico cruzado.
Los verbos copulativos reiteran la naturaleza adjetiva de las expresiones supraseñaladas. Por  otro lado, el sujeto deposita sus acciones en elementos tales como paz, fe y consejo, los cuales recaen en objetos indirectos caracterizados por el sufrimiento, tales como: a cada alma adolorida, a cada descarriado.
La petición de salvación para el ser amado, reitero, es un mensaje subliminal, por el simple hecho de haber muerto como mártir y testigo de la fe cristiana.
Uno de los últimos poemas de Zoraida Díaz Resurrección es dueño de un profundo estoicismo cimentado en la fe cristiana, en la esperanza de un mundo mejor, especie de nirvana ajeno a todo sufrimiento.
El poema se caracteriza por un hálito de resignación, de fe y, sobre todo, demuestra el profundo aprendizaje obtenido por el héroe lírico a través del padecimiento que, de acuerdo con los cristianos, purifica el alma.
El texto evoluciona de manera transparente, en torno a un eje ascendente que se nutre de esperanzas:
Tras el oscuro velo de la ausencia
yace escondido el alma de un recuerdo
de un recuerdo que dice a mi conciencia
que pronto volverás… que ya no te pierdo.”

         El poema vislumbra la búsqueda del ser amado.  Es, además, sinónimo de la soledad vivida por la autora, del temor a la misma, y del anhelo de vencerla, lo cual se evidencia en el último verso a través de la conformidad delirante, cimentada en la fe que el amado pronto volverá.
La segunda estrofa, por su parte, de manera contrastante, es un canto a la conformidad:
“Yo siento palpitar junto a mi vida
la tuya… y en un loco desvarío
con el alma enlutada, entristecida
recordando tu imagen me extasío.”
El intertexto de Manuel Acuña “en un loco desvarío”; empero, puede ser una pieza clave para interpretación, pues decodifica el mensaje textual, concluyendo que la conformidad es un insano desatino.
La tercera estrofa sí contiene un mensaje esperanzador:
“Pues sé que cuando suene allá en los cielos
la voz de los clarines celestiales
tendrán fin mis angustias, mis anhelos,
y entonaré de nuevo mis cantares.”

El matiz alentador encuentra su más sólido basamento en la muerte, la cual –como es potable inferir del texto– traerá una nueva vida, donde la angustia carece de espacio; es decir, un sitio paradisíaco donde el yo poético podrá entonar sus canciones, cánticos de felicidad, muy diferentes a sus panegíricos al martirio que hasta entonces había promulgado a lo largo de la existencia.
La cuarta estrofa es una reafirmación del campo semántico sustentado en los versos anteriores:
“Cantares dulces, tiernos, melodiosos
que llevarán a tu alma desolada
el reflejo de tus tiempos más dichosos
y la expresión de mi alma enamorada.”

Excluyendo el adjetivo desolada, que es como se siente el alma del enamorado, todos los adjetivos presentes en la estrofa, significan felicidad: tiernos, melodiosos, dichosos, enamorada.  Esta concepción de la vida se genera a partir de la certeza de la resurrección del amado:

“Y tú revivirás. ¡Es imposible
que al escuchar mi voz y mi gemido
aún permanezcas mudo e insensible
en tu glacial reposo sumergido!”

En estos versos, volvemos a notar la inseguridad originada por la nulidad que sufre el ser humano ante la presencia de la muerte.  Sin embargo, el yo poético expone su fe en la resurrección de la persona amada, quien no puede continuar indolente frente a las muestras de amor y de sufrimiento padecidos por el hablante.  Así, cuando el amado despierte del sueño de la muerte:
“Vendrás a mí, lo sé, y en este instante
he de mirar ansiosa que surgiste
en medio de las sombras, siempre amante
¡las sombras, en que envuelto te perdiste!

En el instante de la resurrección del ser amado, lógicamente, se acabarán los tormentos y, sin ellos, el hablante logrará la apetecida complacencia:
“Entonces cantaré, cual la avecilla,
que allá en el seno de la selva umbría
entona su canción dulce y sencilla
cuando anuncia la aurora del nuevo día.”

Esta última estrofa tiene inherente el concepto de la felicidad máxima, que se desprende de la comparación del yo poético con una avecilla que canta en la selva umbría, que dicho sea de paso es una imagen de Dante.
En conclusión, Nieblas del alma es un poemario maravilloso, a tono con la producción literaria de la época, que demuestra el afán de felicidad de una maestra rural que no encontró el júbilo a causa de los percances experimentados a lo largo de su existencia.  La obra es un canto a la nostalgia, con una apetencia tenaz de afinidad donde la autora manifiesta el deseo de descubrirse a sí misma.
El texto, a nuestro juicio, merecer ser reeditado, pues esta sería una forma de rendir tributo a la primera mujer panameña que publicó un libro de versos.
Finalmente, dejo claro que el autor de este artículo se sentirá más que complacido, si el pueblo de Las Tablas, rinde algún homenaje a la poetisa Zoraida Díaz, de manera que la misma sea recordada por las generaciones venideras que se pierden cada vez más en los intrincados meandros de la fatuidad y de la apariencia acarreada por un carnaval eterno que eclipsa la cultura.
                                                            Las Tablas, 8 de noviembre de 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger