jueves, 11 de octubre de 2012

JOVEN POESÍA PANAMEÑA, ENTRE "EL CLAVEL Y LA ESPADA"

Gustavo Batista
Escritor panameño

La poesía es una. Verdad de a puño que cada día cobra más fuerza aunque a la poesía le endilguemos epítetos como: “social”, “blanca”, “negra”,“política” o de “protesta”.
Gustavo Batista Cedeño (31-5-1962, 3-7-1991)
No obstante, para el caso rezuma sentido de aprobación aquello de “Joven poesía panameña”, por implicar a un grupo de jóvenes que escriben versos, una generación determinada que “ha inventado una ruptura con la tradición anterior, impulsada quizás por la necesidad de expresar otra cosmovisión”, como dijera nuestro escritor Jaime García Saucedo.
A ese grupo, cuyo enlistado puede ocasionarnos omisiones imperdonables, pertenecen poetas como Pablo Menacho, Héctor Collado, Ricardo Laviery, Consuelo Tomás, Fuentes Montenegro, Humberto Vélez, José Car y otros entre los que nos sumamos. Cada uno de nosotros, con estilo propio, intenta exteriorizar su torrente íntimo y plasmarlo sobre el papel. Eso lo sabemos, me dirán. ¡Y qué!, también conocen ustedes o acaso ignoran que, al escribir, nuestros versos no trascienden la agenda de bolsillo o de la servilleta en la que escribimos?
La geografía artística en nuestro medio a unos les muestra tersas llanuras y a oros, solo paisajes escabrosos.
Ustedes los pintores se colocan un cuadro bajo el brazo y después de un año alguien no vacilará en darles por él aunque sean solo diez balboas, pero, a quién se le ocurre comprar un poema, o mucho menos venderlo? Habrá quienes objetarán que la joven poesía panameña es mala e indigesta a quien la lee, más, ¿cómo es que se emiten juicios de tal magnitud si no existe un “medio” en el cual leerla?
Los actores tienen uno que otro escenario y los pintores un “boom” de galerías donde se exhiben lo meritorio y lo no tan meritorio.
Lo bueno y lo maño (cosas relativas) están en todas partes, y el más grave error, claro está, es generalizar. No es esto una apología ni mucho menos, sino una ventana que abro para los que gusten, echen un vistazo.
Acaso en Panamá no es más fácil para una yegua o potranca, mostrar sus nombres y “cualidades de hipódromo” en un librito por el cual se pagan escasos reales, a que un joven poeta logre mostrar lo que escribe? Quisiera Dios que tuviésemos la oportunidad de tener un “folletito”como ese en el cual garabatear nuestros versos.
Y los recitales? No, no insistas! Ya una vez manifestamos que los mismos o son sino una reunión de amigos a los que tienes que contactar por teléfono, una semana antes, para no llevarte la “avinagrada” sorpresa de que encontrarás la sala vacía.
No todos los que leer sus poemas en público han tomado clases de dicción. De hecho, las manifestaciones artísticas tienen sus limitaciones. Así, como no nos gusta leer teatro sino verlo y escucharlo frente a un escenario, somos de los que preferimos leer versos antes que escucharlos de boca de otros. Si para crear una obra artística se necesita una atmósfera especialísima, también el que disfrutará de esa creación necesitará un lugar y ánimos especiales.
Para ilustrar sobre lo difícil que es para un escritor joven escritor publicar en nuestro medio, echo al aire (aunque parezca vanidad) dos ejemplos personales.
En 1982, ganamos un concurso patrocinado por la Universidad de Panamá. Parte del premio incluía la publicación del poemario. No fue sino tres años después que la Universidad nos comunicó que había logrado publicarlo, cuando ni el público recordaba tal premio y casi habíamos olvidado lo que escribimos.
En 1986, ganamos el “Torneo de Verano”, junto con Ricardo Laviery, José Car y Gloria Young. Además del cielo y la tierra, los organizadores nos prometieron una “publicación.” Hasta el momento (transcurridos cuatro años) de eso nada sabemos y naturalmente que nada llegaremos a saber.
Los que tienen medios propios (porcentaje mínimo), se lanzan a la aventura de la publicación, lo que quiere decir que ante los tribunales del tiempo solo ellos figurarán como poetas y nos que no lo pueden hacer, desde ahora, pues, un requiscat in pace.
Con los días, ¿cómo podrá hablarse de poesía panameña si lo que hacen sus poetas está destinado solo a cebar las polillas que, ávidas, aguardan en las gavetas de los escritorios?
Hacer versos, para muchos puede ser como aspirar el aroma de un clavel, pero: Y las espadas?, mil espadas que nuestro medio cultural tiene por cielo qué?

Tomado de DIARIO LA PRENSA.  "Joven poesía panameña, entre "el clavel y la espada."  Panamá: La Prensa, 30 de junio de 1990.  Pág. 2B.

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