jueves, 3 de marzo de 2011

EL DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: ENTRE MITOS Y REALIDADES

Melquiades Villarreal Castillo
            Se dice que El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), después de La Biblia, es el libro en el que en la América Hispana se tiene más fe.  En España, es el diccionario más criticado, hecho que lejos de disminuirlo lo encumbra, puesto que le encuentran muchos defectos, situación que nos puede llevar a dos conclusiones: es el diccionario más leído o por lo menos el más consultado, lo que nos conlleva a otra deducción: si el DRAE no es el mejor de los diccionarios, es el más consultado por los españoles. Así, pues,       En el mundo de habla hispana nadie pone en duda que el DRAE es el diccionario más importante, el paradigma del resto de los diccionarios de lengua española.
            Si bien es cierto que nadie adquiere un diccionario con la finalidad de leerlo como una novela o un ensayo, hay que apuntar que el mismo cumple la finalidad de resolver las dudas idiomáticas más frecuentes.  He sido testigo, en múltiples ocasiones, de que para sustentar la veracidad de sus argumentos, muchas personas lo hacen en función de sus consultas al DRAE, sin meditar sobre hechos elementales, tales como que este libro es elaborado por un equipo de seres humanos con múltiples virtudes y defectos y que el mismo confiesa en los prólogos de sus diferentes ediciones que es una obra inacabada, que está en permanente perfeccionamiento.  También se afirma que el mejor lugar para confesar un delito es el prólogo de un diccionario, pues nadie se enterará, ya que nadie se toma el trabajo de leer los prólogos de los diccionarios.  Esta situación, empero, no resta credibilidad a una obra sobre el cual se tejen mitos con valor de religión.
            El español es un idioma muy rico y se habla de forma diferente en cada país y en cada región, por lo que a veces creo en la tesis de Amado Alonso, en cuanto a la existencia de varias lenguas nacionales. Así, a manera de ejemplo, para un centroamericano (menos Panamá) una Coca Cola® (soda) es una gaseosa, aunque para un ecuatoriano el mismo refresco es una cola.
            MITOS
            Entre los innumerables mitos correlacionados con los puntos de vista del DRAE, me he permitido seleccionara los siguientes, utilizando como criterio el hecho de que son los más comunes.
            El DRAE contiene todas las palabras de la lengua española:
            Esta afirmación es totalmente falsa.  El español resulta muy copioso para que pueda cabe en un libro.  Existen omisiones comprensibles, desde el punto de vista de que una de las grandes virtudes de esta obra es que se renueva permanentemente: Veamos un ejemplo:
            La voz congelamiento remite a congelación que significa “acción y efecto de congelar.” Sin embargo, no está registrada en el DRAE la voz descongelamiento que debiera remitir a descongelación (acción y efecto de descongelar).
            La palabra que no aparece en el DRAE no existe:
             He visto esta afirmación plasmada en varios libros de texto. No debe decirse  tal o cual palabra, porque el DRAE, no la recoge. Esta creencia, muy festiva por cierto,  es fácil de refutar.  Volvamos al caso de la voz descongelamiento para sustentar nuestro punto de vista. Cuando consultamos la versión en línea del DRAE, obtenemos el siguiente resultado:

AVISO
La palabra descongelamiento no está en el diccionario.

           
            Obsérvese detenidamente el significado del aviso. El mensaje nos indica que la palabra no está recogida en el DRAE. En ningún momento afirma, ni siquiera sugiere que la palabra no existe, muchos menos que su uso pueda ser catalogado de incorrecto. La existencia o no de los vocablos, no la indica la RAE (Real Academia Española); es potestad de los usuarios.
            Hay que regirse por el modelo español:
            En infinitas ocasiones, hemos visto que se recomienda emplear la forma española. Entre los casos típicos más comunes tenemos. Debe decirse vídeo no video;  debe decirse concienciar no concientizar. Estas palabras han ocasionado múltiples discusiones.  Los puristas del lenguaje alegan que debe decirse concienciar, porque así lo dicen los españoles; concientizar tiene marca América. Preguntémonos, entonces, ¿Quién tiene la razón, los trescientos sesenta millones de hispanohablantes hispanoamericanos o los cuarenta millones de españoles? La proporción es de nueve contra uno; igual ocurre con vídeo-video; en América, simplemente se dice video.
            Vídeo es una palabra que, además de problemas acentuales, presenta un dilema etimológico.  Así, tenemos que la misma se define en el DRAE en los términos siguientes: vídeo. (Del ingl. video, y este del lat. vidĕo, yo veo). m. Sistema de grabación y reproducción de imágenes, acompañadas o no de sonidos, mediante cinta magnética. || 2. Grabación hecha en vídeo. || 3. Aparato que graba y reproduce mediante cintas magnéticas imágenes y sonidos procedentes de la televisión o de otro aparato de vídeo.”
            Esta etimología capta mi atención por el hecho de que procede del inglés video,  que a su vez fue tomada del latín video, que significa “yo veo.”  Obsérvese con atención. Se adopta la forma fonética del inglés [bídeo]; aunque la forma gráfica sea vídeo. ¿Qué criterio se empleo? Simplemente, el que a los españoles les pareció más conveniente.
            Hay que evitar las voces extranjeras con todo rigor:
            La voz emparedado en su acepción académica de: “porción pequeña de jamón u otra vianda, entre dos rebanadas de pan de molde” está cediendo el paso al anglicismo sándwich, la cual, de paso, en el DRAE, aparece con una curiosa historia etimológica, por lo cual cito la definición, en su totalidad:
“sándwich. (Del ingl. sandwich, y este de J. Montagnu, 1718-1792, cuarto conde de Sandwich, de quien se cuenta que se alimentó de esta clase de comida para no abandonar una partida de cartas). m. Emparedado hecho con dos rebanadas de pan de molde entre las que se coloca jamón, queso, embutido, vegetales u otros alimentos.”
            Lo más curioso es que la voz inglesa sufre las más dolorosas transformaciones que van desde sangüiche, sándwich, sánduiche; y, lo que para mí resulta increíble es que los españoles digan sángüiz.
            REALIDADES
            El DRAE es una obra monumental y, aún así, imperfecta; aunque la perfección no es condición sine qua non para la adecuada valoración de una obra.
            La lengua no evoluciona ni actúa acorde con una lógica perfeccionista:
            La lengua española no ha finiquitado su evolución; al contrario, sigue desarrollándose y enriqueciéndose a través de su uso, de la aparición de nuevas voces, de la eliminación de otras que al desaparecer el hecho y objeto que representan carecen de interés y de préstamos lingüísticos.
            El DRAE no es una obra perfecta:
            Desde la edición de 1726, en el Diccionario de Autoridades, los académicos reconocían las limitaciones de esta obra, cuando señalaban:
            El principal fin que tuvo la Real Academia Española desde su formación, fue hacer un Diccionario copioso y exacto, en el que se viese la grandeza y poder de la Lengua, la hermosura y fecundidad de sus voces y que ninguna otra excede en elegancia, frases y purezas; siendo capaz de expresarse en ella, con la mayor energía, todo lo que se pudiere hacer con las más principales Lenguas vivas es la Española, sin la menor duda, una de las más compendiosas y expresivas, como se reconoce en los poetas, cómicos y líricos, a cuya viveza, no ha podido llegar nación alguna…”
            Es fácil advertir que, desde este primer intento de compendiar todo el vocabulario español en un solo diccionario, los académicos reconocieron las limitaciones existentes, pues su principal interés fue el logro de un diccionario copioso y exacto. Con este concepto, la RAE echa por tierra el concepto de que la palabra que no aparece en el DRAE no existe o que es de uso incorrecto. 
Jamás el DRAE ha pretendido recoger todas las palabras; se ha conformado con incluir un vocabulario abundante y exacto. 
            Cuando leemos los prólogos de las veintidós ediciones del DRAE (la última del año 2001), advertimos la misma recurrencia.  El DRAE no contiene todas las palabras; es más, en la última edición se profundiza el hecho, cuando en su prólogo se afirma:
            Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que, por fuerza debe contentarse con acoger una selección de nuestro código verbal.  Esta selección, en algunos casos, será lo más completa que los medios, a nuestro alcance, permitan –especialmente en lo que se refiere al léxico de la lengua culta y común de nuestros días–, mientras que en otros aspectos –dialectalismos españoles, americanos y filipinos, tecnicismos, vulgarismos y coloquialismos, arcaísmos, etc. –se limitará a incorporar una representación de los usos más extendidos o característicos.
            Tenemos, entonces, que la RAE es sumamente cuidadosa y clara al afirmar que e DRAE no es un diccionario general de lengua, que no puede registrar todo el léxico español, pues existe una amplia cantidad de limitantes que impiden realizar esta tarea. Entonces, el hecho de que el DRAE no recoja un término X, no significa que el mismo no existe o que su uso sea incorrecto. Existe siempre la posibilidad de que dicho término aparezca en una próxima edición. No es correcto, entonces, dar por hecho que la palabra que no aparece en el DRAE no existe; las palabras existen cuando se usan, cuando tienen un significado afín al emisor y al receptor, de modo que permitan el proceso de la comunicación.
            A manera de conclusión, entonces,  puedo afirmar que el DRAE no es un cementerio de palabras, sino que es un reflejo de la evolución y desarrollo permanente de nuestra lengua. Esta obra, aunque monumental, no contiene ni pretende contener todas las palabras existentes en nuestra lengua; además, nadie niega que, como toda labor humana, el DRAE encierra errores, los cuales no menoscaban su grandeza, puesto que está en permanente revisión, actualización y enriquecimiento. 

Madrid, 22 de mayo de 2005.

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